Tribuna

La fosa de Alfacar

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Remover panteones es una de las prácticas más usuales del mundillo cultural, sobre todo para celebrar aniversarios o para derribar pedestales. Ahora ha dejado de ser una metáfora para convertirse en una realidad física, que además afecta a uno de los más grandes de las Letras mundiales, Federico García Lorca, y a una de las tragedias más terribles de nuestra historia, la represión tras la guerra civil. La excavación de la fosa de Alfacar, en Granada, plantea una controversia jurídica, histórica, humana tremendamente delicada, pero también insoslayable: allí en realidad el Comisariado para la Recuperación de la Memoria Histórica, dependiente de la Consejería de Justicia, no busca al poeta, sino a otros cuerpos de asesinados en la zona cuyos familiares han pedido que se les desentierre para darles sepultura digna. Sin embargo, Federico sigue siendo el emblema de los asesinados y su figura, las leyendas sobre su final, incluso el morbo puro y duro han hecho de esta excavación mucho más que otra cualquiera de las que se están realizando en Andalucía, entre ellas la del cementerio de San Rafael de Málaga, donde yacen más de cuatro mil fusilados.

El Comisariado ha tomado un ritmo de frenética actividad en los últimos meses, a raíz del nombramiento de Juan Gallo, anterior jefe de gabinete de Chaves, que decidió aceptar el puesto sin sueldo, tras acogerse a la cesantía prevista para altos cargos. El impulso a la excavación en Alfacar no es el único, aunque sí el más vistoso, de los resultados de su trabajo. Pronto tendremos noticias en la provincia, donde se prepara la firma de un convenio marco con la Diputación provincial, al estilo del suscrito con la de Granada, que se completará con acuerdos con los ayuntamientos afectados. Torre Alháquime y El Marrufo, junto a La Sauceda, en término municipal de Jerez, son algunos de los puntos objeto de interés.

Gallo tiene ante sí un trabajo tremendo, no sólo por su triste volumen, sino porque se trata de ahondar en un genocidio que había permanecido oculto, entre paréntesis, más de medio siglo y sigue causando miedo y dolor, incluso levanta peligrosas viejas banderas de odio. Aunque la norma general de funcionamiento sea el exquisito respeto por los derechos y deseos de las familias de las víctimas, aunque los procedimientos estén rigurosamente reglados, y publicados en el BOJA, como se suele decir nadie le arrienda la ganancia a este veterano, pero rejuvenecido político gaditano.

Ahora, después de que un técnico aficionado entrara en la zona acotada por los expertos del Instituto de Geofísica de la Universidad de Granada y publicara un sondeo según el cual la tierra de la fosa había sido removida, la Junta ha reforzado la vigilancia de la zona y la va a cubrir con una carpa, para evitar incluso fotografías aéreas por satélite tipo Google Maps. El sondeo es poco fiable, dice la Junta, porque se hizo en apenas tres horas y sólo llega a metro y medio de profundidad, mientras el oficial consigue «ver» hasta dos metros y medio y se está haciendo con tiempo y a fondo. Pero ha sobrado para volver a abrir las incertidumbres que rodean su muerte, incluso el morbo de antiguas historias acerca de si fue desenterrado por la familia poco después y yace en la Huerta de San Vicente, si está en la zona de los Mártires o dónde. Para los expertos de la Junta, está claro que la tierra fue removida, pero por efecto de los enterramientos de días posteriores.

En cuanto a los asesinados con el poeta, y enterrados en la misma fosa, la cosa se complica hasta extremos increíbles: una de las nietas del maestro cojo, Dióscoro Galindo, se niega y la otra lo autoriza. Pero ésta no es pariente consanguínea, sino que fue recogida de niña por el fallecido, que nunca la llegó a adoptar legalmente. También piden ser reconocidos como familia, si bien ideológica, la organización anarquista CGT a la que pertenecía uno de los dos banderilleros fusilados, Joaquín Arcollas, que no tenía parientes, y cuya exhumación pide también el Sindicato de Banderilleros y Picadores de España... La Comisaría de la Memoria Histórica insiste en que «no buscamos a Lorca, su familia no lo pide». Sin embargo, difícilmente los García Lorca pueden alegar nada por vía legal: habrá que identificar los restos antes de saber cuáles se mueven.

Sigo con pasión el tema. Crecí oyendo a mi padre recitar el Romancero Gitano, que él había conseguido de joven en una edición prohibida de Losada, impresa en Buenos Aires. Me eduqué en su ejemplo como un grandísimo artista y como símbolo, y en viajes al extranjero me ha asombrado su extraordinaria fuerza como imagen de la cultura española. Me gustaría saber qué pasó, incluso si fue verdad esa frase, «¿no os da pena matar a un poeta a la luz de esta luna?», pero no al precio de violentar la intimidad de sus huesos. Aunque no sería coherente mantener como lugar de peregrinaje un falso túmulo, aunque eso siga siendo rentable en Compostela...

Es posible que Lorca no aparezca. Son muchos los muertos en Alfacar, se habla de incluso tres mil fusilados, enterrados antes y después de Federico en todo lo que hoy es un parque de la memoria, propiedad pública, y que se quiere declarar zona de enterramiento para dejar al fin descansar en paz a tantas víctimas inocentes, tanto tiempo después.

lgonzalez@lavozdigital.es