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«Todos los gobiernos de un signo y otro entendieron que el puente era necesario»

Javier Manterola Armisén. Autor del Puente de la Constitución de 1812

elena martos
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Dice que ha quedado tal como lo imaginó. Hoy que pondrá el pie por primera vez sobre el puente libre de andamios y grúas está convencido que todos serán más conscientes de la envergadura de la obra. Se trata del proyecto más importante de su carrera y lo admite sin dudarlo y sin disimulo, aunque no se atreve a asegurar que sea el último de este nivel. Javier Manterola Armisén (Pamplona, 1936) ha cambiado la fisonomía de ciudades como Bilbao, Sevilla o Córdoba ideando accesos ya imprescindibles, pero ninguno como el de Cádiz, que ha sobrevivido a una crisis de las que ya no se recordaban, dos cambios de gobierno y reprogramaciones de la obra.

–Llegados a este punto es inevitable pedirle un balance de estos ocho años que ha durado la obra

–Por resumir, podría decir que ha sido muy positivo para casi todo. Para nosotros ha sido un reto nuevo con el que hemos tenido que aprender. También para el constructor. Cuando lo asumimos ya teníamos mucha experiencia con estructuras metálicas, pero no hasta este nivel. Ha sido un avance significativo para todos y puedo decir que es el puente más importante de España y uno de los más importantes de Europa.

–¿Qué puesto podría ocupar este de todos los que figuran en su currículum?

–Es el primero, sin duda. Ha exigido mucho esfuerzo y se me atribuye todo el mérito, pero no es así. He tenido un equipo de trabajo formidable, con gente que se ha partido la cabeza y ha dado de sí mucho. De lo contrario, un puente de esta envergadura no se podría haber hecho. Hemos tenido dificultades por la economía, que se haya parado varias veces, pero ya está superado. Si no se tienen equipos fuertes y preparados estas cosas no salen. Estos equipos están dirigidos por cuatro personas de mi oficina y otras tres que ha puesto Dragados. Ellos son el núcleo básico para coordinar todo lo que se hacía día a día en el puente, porque todo hay que planificarlo, mirando desviaciones, cuándo son lógica y cuando no y lo veíamos en reuniones semanales. También hemos tenido mucha suerte con los jefes de obra, que han sido estupendos. Tenga usted en cuenta que un proyecto como este no se entrega y se construye solo. Supone una presencia durante los ocho años y una dedicación absoluta.

–¿Han cambiado su idea inicial las modificaciones que se han incluido en este tiempo?

–No han variado la visión. El tramo desmontable es atípico y realmente se podrá desmontar, pero no cambia la fisonomía. Está preparado para que se quite cuando tengan que entrar por el canal de navegación barcos enormes con más de cien metros de altura, aunque necesitaría de un calado mayor. En realidad eso se ha planteado como una operación muy esporádica para hacerlo alguna vez en la vida, pero no cambia demasiado la morfología. Tampoco lo hace haberlo preparado para instalar el carril del tranvía, que ahora se ha convertido en un carril bus. No ha supuesto un cambio para la estructura y pesa lo mismo que los camiones. Otra cosa hubiera sido si se tratase del ferrocarril, que sí obligaría a hacer un cambio de concepción con más tirantes por ese lado.

–¿Hay margen para seguir introduciendo modificaciones? Ahora se habla mucho de los carriles bici

–Un carril bici sí que no lo imaginé nunca por este puente. Vea que tiene una pendiente significativa del cinco por ciento desde Cádiz. Fue así para que pasasen la mayor cantidad de barcos posibles por el canal de navegación y eso ha obligado a construir una pendiente importante que un ciclista no va a subir como los de la Vuelta. Que por cierto, me dio un gran gusto ver al pelotón, aunque entonces todavía tenía las grúas. Cambia mucho la imagen cuando está limpio como lo vamos a ver mañana (por hoy).

–¿Cuál cree que ha sido el momento más delicado durante la obra?

–Quizá cada cambio de gobierno y las decisiones por la crisis. Este puente se propuso cuando Álvarez Cascos era ministro y fue asistido por la alcaldesa Teófila Martínez, que ha pujado tremendamente por este puente. La primera entrevista que tuve para hablar del circuito y la alternativa al Carranza ya vi el entusiasmo de Teófila, que ha sido necesario y espectacular. Después hubo un momento delicado con el paso de manos de la administración cuando llegó Magdalena Álvarez. Me acuerdo de su época y también hubo compromiso. Luego vinieron los años difíciles y los parones, pero ahora sí tengo que decir que con gobiernos de un signo político y de otro siempre se entendió que el puente era necesario. No nos han puesto muchos palos en las ruedas.

–¿Llegó a temer en algún momento que quedase como una obra abandonada más?

–No lo tuve nunca, aunque quizá lo debí de haber tenido, porque España lo pasaba mal y una obra como esta cuesta un disparate y hay que sacar dinero para ir pagando. Todo ha sido complicado con esta coyuntura. No es que no lo hayamos sentido, porque a veces no se podía invertir lo que era necesario. Trabajamos con equipos muy grandes y ha habido que pagarle con retraso. Todos hemos tenido que ceder, pero ya ha terminado y estamos muy contentos.

–A estas alturas de su carrera ¿asumiría un reto parecido?

–Ya tengo muchos años yo, pero el equipo sigue. Lo que sí es cierto es que estamos proyectando obras de este calibre en América, tanto en América del Norte como del Sur, porque tienen grandes ríos y grandes necesidades. También hemos trabajado mucho en Europa y llevamos el sello de la ingeniería española, que es muy buena. Si volveré a hacer algo parecido, el tiempo lo dirá.

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