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¡El habla!

yolanda vallejo
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Kaitlyn Wells era una joven de diecisiete años, tejana, soltera, madre de una niña, que acababa de encontrar un trabajo. Un perfil de lo más anodino y de lo menos interesante si no fuera porque horas antes de comenzar a trabajar Kaitlyn fue despedida por un –llamésmolo– desafortunado comentario en una red social. El puesto de trabajo en una guardería y el comentario de la joven «odio trabajar en una guardería», debidamente condimentado con un «odio estar rodeada de niños» resultaron ser del todo incompatibles y le rescindieron el contrato. Al parecer no fue eso lo que quiso decir. «Fue realmente un error» dijo ella en una televisión local –más bien diría «Oh my God!!!!» porque los norteamericanos suelen decirlo siempre y a todas horas y en todos los contextos.

Tal vez lo que ocurrió es que Kaitlyn es un ser cíclico, de los que ha estudiado a la perfección el obispo Munilla en su último libro, un ser de esos variable –la donna e mobile- que actúan según su estado de ánimo, «a algunas les da por la actividad o por la limpieza» –no es mi caso, de momento. Sexo con alma y cuerpo se llama el libro del obispo de San Sebastián y en él se atreve incluso con la lengua para corregir al catequista Iglesias quien parece que dijo que los de su generación prefieren decir «follar» a «hacer el amor». Muy bien por unos y por otros, porque cuando nos empezamos a preocupar por cuestiones lingüísticas nos suele ocurrir que nos metemos en terrenos pantanosos y es cuando nos apartamos por completo de la realidad.

Por eso no me extraña nada que este año la exposición La Caixa, que vuelve año tras año como las oscuras golondrinas o el turrón para ocupar la plaza de San Antonio, esté dedicada a la lengua. ‘Erase una vez… ¡el habla!’ es una muestra superdidáctica –de pantallas de colores para aporrear y eso– sobre la capacidad de hablar del ser humano. Y pretende explicar cuáles son los aspectos esenciales que caracterizan al lenguaje humano y su evolución, centrándose en la capacidad de expresar pensamientos y sentimientos que –según la Caixa– es exclusiva de nuestra especie. Confunden lengua y lenguaje de una manera muy burda, pero bueno, es una exposición hecha por un banco y no hay que pedirle peras al olmo. Me gusta su estética, con un mono allí puesto para que veamos cómo ha cambiado nuestro aparato fonador, y con frases que dan para pensar mucho, como la de Heidegger «el hombre es hombre en cuanto es capaz de hablar». Así es. Hablamos y hablamos pero casi nunca nos entendemos. Aunque eso no lo dice la exposición, lo digo yo. Y lo dice el Génesis.

Al principio, parece que toda la tierra hablaba la misma lengua y las mismas palabras. Entonces los hombres trabajaban juntos y se entendían. El Dios del Antiguo Testamento –que era de armas tomar– bajó para ver qué estaban haciendo los humanos y los vio edificando una gran torre en mitad de la ciudad «He aquí –dijo– son un solo pueblo y todos ellos tienen la misma lengua. Y esto es lo que han comenzado a hacer, ahora nada de lo que se propongan hacer les será imposible. Confundamos su lengua, para que nadie entienda el lenguaje del otro». Así que los lió de tal manera, que nunca más fueron capaces de entenderse.

Y así estamos desde entonces. Incluso puede que hablemos la misma lengua, pero desde luego, no el mismo lenguaje. Buena prueba de ello lo tenemos en el panorama político andaluz. Que alguien me explique por qué no hay manera de que se entiendan unos y otros. Hemos votado, y hemos votado –en conciencia o no– a unas opciones y a unas personas. ¿Tan difícil es aceptar la derrota o la victoria? ¿Tan complicado resulta asumir el resultado de las urnas? Mañana, si nada lo impide empezará el baile de la confusión. Si la candidata no obtiene la mayoría absoluta –que todo parece indicar que no– en primera vuelta, habrá una segunda votación el jueves, víspera del inicio de la campaña electoral para las elecciones municipales en toda España, menos en Lepe. Hay mucho en juego, y este juego parece sucio. «La presión no es positiva para ningún diálogo» dice la líder de Podemos. ¿Qué diálogo, si no sois capaces de entenderos, chiquilla?

Y en tanto, avanza la marea de despropósitos de cara a las municipales. Se inaugura un trocito de calle, se copian los discursos de Onésimo Sánchez, se habla de cifras y letras, se alían los elementos menos compatibles, se envían mensajes de lo más contradictorios y mientras, la alcaldesa muestra su lado más platónico proponiendo un modelo de ciudad «donde la mayoría se sientan felices» y donde cualquier visitante «vea el reflejo de lo que son los gaditanos, que sea alegre». El reflejo, la caverna, las sombras, ¿le suena, verdad? todo muy de Platón.

En fin. Va a hacer falta mucho más que una explicación de La Caixa para que volvamos a entendernos. Mucho más que los diecisiete millones de euros con los que la ONCE nos recuerda esta noche que madre no hay más que una. Tal vez habrá que echar mano de la Magia Potagia de Juan Tamariz que anoche presentó en el Falla un espectáculo de otros tiempos. ¡Quién sabe! lo mismo de ilusión, de ilusionismo y de iluso se vive mejor.

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