Los prescindibles

Ahora que hay tanta gente en la calle, con ocasión de la visita del papa, quieren poner a más gente en ella. Benedicto XVI critica «la persecución larvada» contra los católicos y en eso hay que reconocerle que tiene más razón que un santo, pero por otra parte, los virtuosos de la política, que son grandes pecadores, quieren reformar las Diputaciones. Las cuentas del más allá no sabemos cómo se ajustarán, pero las de aquí van muy mal. Si hubiera mil diputados menos habría mil millones de euros más. Ese es el debate que se traen el PP y el suplente de Zapatero. ¿Qué es mejor, suprimir inútiles o colocarlos en otros sitios? Hay nóminas flotantes, pero todas contribuyen a que estemos con el agua al cuello.

La fe mueve montañas, pero el monte Sinaí permanece en el mismo lugar. Mal sitio para excursionistas, ya que no es lo mismo reunirse en La Cibeles que en las sagradas faldas orográficas popularizadas por la Biblia. Ayer no más, quizá hoy habrá más, murieron catorce israelitas que denunciaban la inestabilidad de Egipto. Los autores del ataque provienen de Gaza, según dicen, pero lo único que está claro es que en algunos sitios hacen falta más muertos y en otros menos funcionarios. La miseria es contagiosa y Estados Unidos limita el crédito a los bancos europeos para que no se le pegue la enfermedad. Hay pánico a una nueva recesión, pero cuando se vaya el papa y se vaya el calor nos vamos a enterar de lo que es bueno y de lo que es malo.

De momento, a la vez que se elevan los corazones se hunde la Bolsa. Las entidades financieras se derrumban mientras crece una forma eufórica de espiritualidad. Incluso Toxo y Méndez, que tienen nombre de cómic laboral, ofrecen más años de moderación. ¿Qué son unos cuantos años comparados con la eternidad? Allí creo que no hay relojes, ni calendarios, ni desempleo. Al parecer todos están encantados con su nueva residencia y no se prescinde de nadie, que también los farsantes son hijos de Dios.