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El espacio arquitectónico y el instrumento musical

ARQUITECTO Actualizado: Guardar
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El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música estremada, por vuestra sabia mano gobernada». Así comienza la Oda III a Francisco Salinas donde Fray Luis de León habla de la luz y de la música. Y es que un espacio arquitectónico es semejante a un instrumento musical.

Y tanto en los instrumentos de viento como en los de cuerda, el secreto está en el aire. Aire que pasa a través del instrumento de viento y se pone en vibración en el instrumento de cuerda. Y tanto el aire insuflado en una flauta como el puesto en vibración por las cuerdas tensadas en un cello, producen ese algo tan sublime que es la música. Sin aire no sería posible la música.

Pues de semejante manera, la luz, la luz natural, la luz del sol, al atravesar un espacio bien tensado por el arquitecto, a través de perforaciones precisas, produce esa inefable emoción que sólo la arquitectura es capaz de despertar. Sin la luz no sería posible la arquitectura.

Idea. Concepción

Escuchaba en la radio un programa sobre un museo que expone instrumentos musicales. Y me parecía contra natura el que los instrumentos musicales, cuya razón de ser es la música, estuvieran expuestos como si de cadáveres se tratara, muertos. Y es que los instrumentos musicales son para sonar, para hacer sonar la música cuando el aire pasa por ellos y se produce el milagro.

Si un arquitecto quiere conseguir un espacio tensado por la luz, ¿puede existir un espacio sin luz ?, deberá concebirlo con forma y proporciones precisas para que el edificio despierte cada mañana y, al compás de la luz que marca el tiempo, viva a lo largo del día, a lo largo del tiempo. La idea de un proyecto debe contener desde su concepción esa relación ineludible con la luz. No me cansaré de insistir en que la idea clara de un proyecto es la base imprescindible para que allí aparezca la arquitectura. Y la luz debe formar parte central de esa idea.

Desarrollo. Afinado

Y si tras su construcción más perfecta, el instrumento musical necesita ser afinado, igual sucede con el espacio arquitectónico. El afinado en nuestro caso pertenece a la precisión en la relación de ese espacio con la luz.

María Zambrano decía que la poesía era «la palabra acordada con el número». Pues esa precisión que es condición sine qua non en la poesía, lo es también en la música y en la arquitectura. La precisión es imprescindible en toda creación artística. Confunde la gente la creación artística, lo artístico, con el gesto, el desplante, o la forma caprichosa. Muy al contrario, la creación artística requiere de una enorme precisión y afinado, que exige sabiduría y tiempo por parte del artista que crea la obra de Arte.

Construcción

Una vez construído y afinado el instrumento musical, es necesario tocarlo muy bien para que muy bien suene.

Pues en arquitectura, tras la idea concebida, como una construcción mental, y tras su desarrollo detallado en lo que los arquitectos llamamos proyecto de ejecución, la interpretación de la pieza es precisamente su construcción material. Es esta construcción material una verdadera interpretación de aquella idea primera.

Leía hace poco que el gran compositor sevillano del XVII, Francisco Guerrero, para alabar a Pedraza, el maravilloso organista de la Catedral de Sevilla decía : «En cada uno de cuyos dedos veo un ángel». Pues eso. Un arquitecto es alguien que construye ideas y piensa y sueña con las manos. Alguien que, como diríamos en Andalucía, tiene angel en las manos, aje.

La luz

Y la luz, como el aire en la música, atravesará el espacio creado por el arquitecto para que suene. Y, como si de un milagro se tratara, cuando la luz llega, se produce ese poder como tocar el tiempo, algo que pareciendo inasible, está a nuestro alcance y nos pone el corazón en un puño. Suspender el tiempo, dicen los poetas. Que la luz construye el tiempo no es una frase acertada para un texto pedagógico. Es un milagro espacial, una realidad tangible a nuestro alcance.

Encima de mi mesa, perdón en mi ordenador, todavía latiendo, tengo la imagen del espacio que un joven arquitecto portugués, Paulo H. Durao y yo estamos proyectando para el Aeropuerto de Malpensa en Milán (en la imagen), en el que planteamos una caja llena de luz, como si de una nube traspasada por los rayos del sol se tratara.

Finale

En definitiva, si planteo esta comparación entre instrumentos musicales y espacios arquitectónicos, es para insistir una vez más en cómo las obras de arquitectura que nos interesan reclaman siempre el entendimiento de la luz como material principal.

Es bien conocida la clasificación que Paul Valery en su Eupalinos, hace de las obras de arquitectura: edificios mudos, edificios que hablan y edificios que cantan. Pues para que canten, los edificios deben estar bien concebidos, bien afinados y bien construidos. Y así la arquitectura cantará con la música de la luz para alumbrar y hacer felices a los hombres.

Dedicado a Luis Suñén