Sociedad

La maestría de Ponce y el valor seco de Perera

El esperado retorno de Galloso se salda con palmas y división frente a un desigual encierro de Santiago Domecq con algunos toros rajados y en el que destacó el bravo segundo

| EL PUERTO JEREZ Actualizado: Guardar
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Pareció quemarse la tarde, en incendio lento y mudo, cuando irrumpió en la arena la relajada figura de un torero de otra época, de otro ritmo, de añejas elegancias. Tras treinta y ocho años de alternativa y después de pasar trece temporadas inactivo, José Luís Galloso volvía a vestirse de torero ante sus paisanos, en esta Plaza Real que tantas ocasiones fuera tetigo y escenario de sus triunfos. Desde la otra orilla del tiempo, con los rescoldos aún vivos de su maestría y vocación, su sola presencia, como daguerrotipo que el tiempo hubiera disecado y reverdecido, parecía evocar lejanas tauromaquias de décadas pasadas.

Concluido el paseíllo, la tarde tan esperada queda a expensas del vaivén imprevisible de los naipes vertiginosos que salgan de chiqueros. Se abrió esa inquietante boca de sombras y apareció «Ramito», toro negro de Santiago Domecq, que fue recibido por el veterano espada con dos verónicas de rancio sabor, dos ceñidas y floridas chicuelinas y una media que derramó gracia y armonía. Intentó un quite por verónicas pero el animal, carente de fuerzas y de brío, no podía saciar el hambre de excelsitudes capoteras del maestro. Tras brindar al público, tomó decidido la franela con la izquierda y ensayó un toreo al natural que no llegó a cuajar. También por la derecha vio frustrados sus deseos de acople ante la escasa acometividad de su enemigo y su propia desconfianza. Un mete y saca y un pinchazo pusieron fin a este toro del retorno, por cuya labor recibió cariñosas palmas.

Menos fortuna tuvo con el cuarto, burel que apretó hacia los adentros de salida y que recibió después un contundente castigo bajo el caballo. Intentó el toreo al natural, pero éste sólo se configuró como un goteo inconexo de pases sin profundidad ni ceñimiento, como llamas que se soplaran a sí mismas. No aguantó las embestidas y no le fue posible ligar dos muletazos seguidos a un toro que acudía sin mayores problemas por el pitón izquierdo. Cuatro pinchazos y dos descabellos constituyeron la triste rúbrica de un retorno que no alcanzó brillo, que no pudo escapar de los tonos grises y opacos que generan la decepción.

Otro maestro, pero de distinta generación y estilo, es Enrique Ponce. Gran triunfador del fetejo porque dibujó una faena de embriagadora plasticidad al bravo y repetidor segundo, con tandas ligadas y macizas de bellos muletazos, resueltas con primorosos cambios de mano o abrochados con la elegancia de los hondos pases de pecho. Y porque con el áspero quinto, que había salido suelto de los capotes y apretó con peligro en banderillas al peonaje, usó su particular alquimia muletera para templar, alargar y dominar una incómoda y corta embestida. Toda una lección de pundonor y gallardía que, a pesar del bajonazo final, fue recompensada con una oreja.

Dos toros muy exigentes y peligrosos constituyeron el lote de Perera. Pero el joven espada, pleno de valor seco y firmeza, aguantó tarascadas y aviesas miradas para instalarse entre los pitones de sus enemigos hasta extraerles pases inverosímiles, de un hieratismo estremecedor. El sexto lo brindó a Paco Ojeda, a cuya mejor versión de su toreo tanto recuerda el encimismo impávido con el que el extremeño sabe sobrecoger y enaltecer a los públicos. Y los encendió de tal manera ayer, que a pesar de cobrar la estocada al tercer intento, se le solicitó y concedió un trofeo que le abría la puerta grande.

El matador de toros José Antonio Morante, Morante de la Puebla, recibirá hoy el alta médica tras resultar herido de gravedad en el muslo derecho en la corrida del pasado viernes en El Puerto de Santa María (Cádiz), aunque aún se desconoce la fecha de su vuelta a los ruedos. El doctor Julio Mendoza, cirujano jefe de la enfermería de la Plaza Real del Puerto de Santa María, y José Sánchez Benito, apoderado de Morante de la Puebla, han explicado hoy los pormenores de la evolución del torero, que sufrió una cornada en el muslo derecho que le ocasionó importantes desgarros musculares. La cornada se produjo en los últimos compases de su actuación, cuando el torero pisó su propia muleta y fue alcanzado por el quinto toro de Núñez del Cuvillo. Morante de la Puebla permanece ingresado en la clínica Los Álamos de Jerez de la Frontera y está previsto que reciba el alta hoy para ponerse en manos del doctor Domingo Jiménez.