Sociedad

Manual para entender a Mandela

John Carlin explica en Cádiz las claves que han convertido en mito al hombre que acabó con el apartheid, protagonista de 'El factor humano'

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Alguien con actitud, astucia, inteligencia y determinación puede poner sus cualidades al servicio de la peor causa. Puede utilizar su potencial para hacerse rico, para acceder al poder y ejercerlo luego de una manera cruel o despótica, o simplemente para ayudar al bando equivocado. Los grandes malos de la Historia estaban (y están) dotados, por norma, de una privativa capacidad de seducción. Tiene que darse una extrañísima conjunción de valores y circunstancias para que un hombre lúcido y capaz caiga del lado bueno, para que sepa eludir la tentación del egocentrismo o blindarse ante las perversiones del sistema.

Si, como escribió Ian Gibson, para que la vida de un hombre merezca ser contada «debe encerrar un misterio singular», el que late en la historia de Nelson Mandela fue ayer minuciosamente diseccionado por el periodista John Carlin en la APC, y su resolución explica el porqué funcionó uno de esos extrañísimos fenómenos de humanidad, una de esas alineaciones astrales que hacen del mundo un lugar ligeramente más habitable. ¿Cuáles son las claves que explican que Nelson Mandela conquistara hasta a sus más acérrimos enemigos y condujera a la estabilidad y a la reconciliación a un país que parecía abocado a una guerra civil inminente?

Para el autor de El factor humano, que fue presentado por el periodista Ignacio de la Varga, el poder de atracción de Mandela nace de la combinación de «cinco ingredientes esenciales», que sacó a escena en la final del mundial de rugby en 1995, el acontecimiento «excusa» que articula el libro.

El primero, es su «tremenda integridad», expresada a través de la práctica «puntillosa del respeto hacia los demás». El mismo respeto con que trató a sus carceleros blancos, a sus adversarios y represores, regaló después a presidentes y reyes. «Pero no era una actitud interesada», recalcó Carlin. E ilustró su opinión con una anécdota.

«Mandela se levanta cada día a las cuatro y media de la mañana y se hace él mismo la cama. Es una costumbre que tiene desde pequeño y que afianzó en sus largos años de cárcel. Una vez, en un lujoso hotel de Shangai, una de las empleadas se sintió ofendida porque el presidente de Sudáfrica hiciera lo que ella consideraba su trabajo. Él, que después tenía una agenda plagada de reuniones al más alto nivel, reservó diez minutos de su tiempo para pedirle disculpas».

El don

El segundo factor que ayuda a entender el fenómeno Mandela es que «es un hombre listo, astuto y práctico, sabe con quién trata y se preocupa de estudiar al enemigo». Entre rejas dedicó su tiempo a aprender la lengua y la historia de quienes lo tenían encerrado. El tercero es su sentido del humor, que aplica contra sí mismo cuando le conviene para que su interlocutor «se sienta más cómodo». El cuarto son sus modales exquisitos, su proverbial cortesía. Y el quinto, finalmente, es una suerte de don genético: «Un talento natural para caer bien a la gente, algo que te predispone a ponerte de su parte».

«Lo que de verdad convierte a Nelson Mandela en el hombre más grande de nuestro tiempo –explicó Carlin– es que demostró que se puede ser un gran político y una persona ejemplar; que se puede ser decente, íntegro y generoso y lograr que tus ideales triunfen».

dperez@lavozdigital.es