1.500 batallas y un periódico

El tiempo pasa volando, pero también parece que hayan pasado 140 años. O más. Será porque en esta redacción cada día se vive como si fuese el primero y también el último. Cada mañana, vuelta a empezar. Ése es el veneno que hace de esta profesión un oficio sólo para vocaciones dispuestas a martirizarse por el acierto de un adjetivo, de una coma o un titular. O una exclusiva.

Las decenas de miles de lectores de LA VOZ y lavozdigital.es, los oyentes de Punto Radio, los colaboradores, columnistas, anunciantes, repartidores, quiosqueros, periodistas, comerciales, colegas, seguidores, críticos y hasta el tendero de la plaza que envuelve media docena de huevos en la crónica del Cádiz firmada por José María Aguilera forman la gran masa social que ha permitido a LA VOZ echar raíces.

La suerte de los periódicos es que nos sobreviven para contar a la posteridad la historia cotidiana de los ciudadanos. A mí me gusta leerlos, sin demasiados dobleces. Y también me gusta encontrármelos a la vuelta de una esquina un día de ventolera... Entoces me detengo, lo sujeto con el pie y ojeo los titulares y la firma. Son como noticias por casualidad, descubrimientos por sorpresa. Algo así como una serendipia periodística.

Y es que los periódicos y sus lectores son maniáticos. Unos empiezan a leerlos por la última página -será por saludar a don Manuel-, otros los desgajan, también los hay que prefieren releerlos, manosearlos... Hay quienes lo depositan como un mantel sobre la mesa del desayuno y pasan las hojas con suave delicadeza y lo acarician... Otros lo maltratan y lo tirotean con manchas de aceite... También los corrigen y escrutan con ojo avizor, como un profesor de escuela. A veces le sacan los colores porque las erratas tienen la extraña habilidad de pasar inadvertidas a la hora del cierre y resplanden como el neón nada más llegar al quiosco. Y otros lo arrumban porque sólo quieren las promociones. Por todo ello al periódico le aguarda una larga vida, pese a que su hermano pequeño le arree con la arroba de internet. Así también es LA VOZ. Feliz cumpleaños.

TRISTE REALIDAD

Qué bonita sería la provincia que nos dibuja la Junta de Andalucía... si fuese verdad. Primero vendieron un plan de reindustrialización que realmente era un compendio de las inversiones de las diferentes consejerías en la provincia y ahora resulta que las empresas desmienten el anuncio que hizo el consejero de Innovación, Francisco Vallejo, en el Parlamento sobre la recolocación de ex empleados de Delphi en las empresas que se instalarán próximamente en la Bahía. De lo único que no hay duda es del dineral que se está gastando en unos cursos de formación de eficacia dudosa. Más bien parecen cursos de entretenimiento para que no salte la conflictividad de los parados de Delphi. Tiempo al tiempo.

Ahora, cuando todavía hay muchos obstáculos sin salvar en el proyecto de Las Aletas, la Junta anuncia 800 nuevas hectáreas de suelo industrial para Cádiz. Gómez Periñán no sólo ha pecado de indiscreción al anunciar el proyecto en Canal Sur, sino que ha encarecido de golpe y porrazo el suelo rústico de la Bahía.

Muchos nos preguntamos con preocupación los motivos por los que la Junta ignora la sentencia que declara ilegales las expropiaciones de Las Aletas... O tiene un as en la manga, o está dispuesta a pagar lo que haga falta, o es una inconsciente... O va a atreverse a saltarse la Ley.

En este momento tan crucial sobran los fuegos de artificio y faltan hechos concretos. El crédito se está agotando en la visa del Gobierno andaluz. En verano se acaba el plazo para la incorporación de los ex empleados de Delphi y todo hace indicar que no habrá monos de trabajo para todos.

EL ACENTO CANAL 'ZÚ'

La Junta de Andalucía se ha inventado el acento andalú. Basta eschucar Canal Sur o la publicidad institucional del Gobierno regional para distinguir un ceceo insoportable y artificial que en nada se parece al habla andaluza. Es como poner a un madrileño a convertir en z y c cuantas eses encuentre en su camino. A muchos periodistas y presentadores televisivos le obligan a forzar este acento que en nada se parece ni al granaíno, ni al cordobés, ni al malagueño, ni al gaditano y se ha dado el caso de descartar a candidatos sólo por hablar correctamente. Luego nos quejamos de que en todas las series de la televisión mundial los andaluces seamos los garrulos, chachas, zopencos y charlatanes de cualquier barrio que se precie. No sabía yo que hablar dando mamporros al diccionario es una seña de la identidad andaluza. Por favó, lo andaluse y la andalusa estamo harto de tanta impoztura. Joé