EN FAMILIA. Rafael estuvo acompañado por su hija durante la rueda de prensa, que acaparó gran atención mediática. / FRANCIS JIMÉNEZ
Ciudadanos

Ricardi: «El error que han cometido no está pagado con nada»

El portuense encarcelado por un delito de violación que no cometió habla de su futuro fuera de la cárcel Dice creer aún en la Justicia pero exije una disculpa

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En camiseta de tirantes, vaqueros y sandalias. Parco en su indumentaria, como parco es al hablar, Rafael Ricardi, el portuense que fue encarcelado por un delito de violación que no cometió, se presentó ayer ante la prensa para contar cómo han sido los primeros días de libertad -aún condicional-, después de pasar 13 años en la cárcel sabiéndose inocente.

Ricardi ofreció una rueda de prensa acompañado de su hija Macarena y los abogados de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, que han llevado su caso en los últimos meses. En la sede de la Asociación de la Prensa de Cádiz, que cedió su salón de actos, Rafael se presentó ante los medios a pesar de su confesada reserva ante los periodistas. «La verdad es que me sorprendió ver tanta gente el día que salí de la cárcel, me asustó y me puso muy nervioso», se sinceró ante los periodistas. Ayer, la cobertura volvió a ser masiva.

A pesar de todo, con más templanza que nervios, y más sinceridad que timidez, relató en pocas palabras el borbotón de sensaciones, de sentimientos y sorpresas que le han asaltado a su llegada al Puerto de Santa María, donde vive ya en casa de su hermana junto a su hija. «Todo me me asusta, me parece nuevo y raro», comentaba.

Según su abogada, Antonia Alba, al salir de la cárcel «le llamaba la atención cuanto veía» y algo tan usual hoy en día como un móvil resultaba un objeto inaudito en sus manos. La sociedad, su ciudad y sus propios hijos han cambiado mucho en los últimos 13 años, de los que ha estado totalmente separado y de los que apenas ha podido recibir visitas: «He visto a mi hija muy guapa», afirmaba minutos antes de la rueda de prensa.

Dejó atrás el pasado

El portuense se limitó a contestar a las preguntas de los periodistas, pero evitó hablar de cómo pasaron los días de celda, de los golpes y peleas que sufrió entre rejas -como sí confesó en una carta que envió a LA VOZ- o la soledad de la prisión de Topas.

Tampoco se pronunció acerca del largo y tortuoso proceso de su caso, ni de los numerosos errores de la instrucción, de los que sí habló su abogada que los achacó al sistema judicial. «Sobre eso no puedo contestar», se excusó Ricardi, que se limitó a reiterar lo que ya había expresado ante la cárcel salmantina: que a pesar de todo, sigue creyendo «en la Justicia, porque sabía que este caso se podía solucionar». Ayer dejó el pasado atrás, en Salamanca. Aunque recordó que él también se siente «una víctima».

Indemnización millonaria

Sobre la más que posible indemnización millonaria que podría recibir por el error judicial, también silencio, por parte de Ricardi y sus representantes judiciales. «Yo creo que el error que han cometido no está pagado con nada», se quejó Rafael. A lo que añadió su abogada, Antonia Alba, que «ni él ni nosotros nos hemos movido por indemnizaciones». Con todo, adelantó que pronto podrían solicitarla: «Todo llegará».

Ahora, fuera de la cárcel, el futuro se presenta incierto para el ex reo, que reconoce que nunca ha podido trabajar, pero espera «poder solucionarlo todo con alguna paga». Según explicaron los representantes de la APDH, al portuense, como a cualquier recluso que queda libre, le corresponde durante un año una renta de 500 euros mensuales que en el argot de la prisión es conocida como el «paro carcelario».

De todo este tiempo encerrado, lo que más dolor le ha causado ha sido «que después de tantos años no me hayan pedido ni perdón», aseguró ayer. Y su mayor preocupación: su familia. «Ellos lo han pasado también mal, porque han sido señalados todo este tiempo con el dedo». Ahora «podemos ir con la cabeza muy alta, porque se ha limpiado su nombre», reivindicó su hija Macarena. Ella se ha comprometido ante la Justicia a hacerse responsable de su padre (al menos mientras su estatus sea el de libertad condicional), y ayer se mostró dispuesta también a recuperar junto a él todo el tiempo perdido, acompañándole «a pescar a la playa y a donde haga falta».

El pasado viernes, al ver a Macarena y a sus allegados, a Rafael Ricardi le «cayeron dos lagrimas muy grandes», recordaba durante la rueda de prensa. A lo largo de todo el fin de semana ha recibido numerosas visitas a la casa de su hermana, donde tiene registrada la residencia. Y aunque intenta recuperarse poco a poco, no ha dudado en salir a la calle, pasear y visitar algún bar de su barrio, el de la Vid, en el Puerto.

mgarcia@lavozdigital.es