la rotonda

¿Puente sí o puente no?

Queremos el segundo puente o no lo queremos? ¿Necesitamos el segundo puente o no lo necesitamos? Toda la vida escuchando que esta ciudad es un desastre para entrar y salir. Tragándonos horas y horas de atascos desde el Río San Pedro hasta la Avenida. Desde la Residencia hasta el inicio de la autopista. Y ahora, cuando por fin se empiezan a poner los pilares y la cosa va tomando forma, no se escuchan más que voces discordantes con la idea.

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Esta misma semana se ha celebrado en Cádiz un interesante curso en el que decenas de estudiantes de arquitectura han dado su opinión sobre el actual estado de la ciudad y sobre cómo debería ser en el futuro. Muchos de ellos han sido críticos con esta nueva infraestructura, como lo son también no pocos gaditanos.

He oído y leído algunas opiniones que defienden que con el tercer carril ya está todo arreglado. Por supuesto, los que lo dicen no viven ni en Puerto Real ni en El Puerto ni tienen que venir a Cádiz a trabajar. Si así fuese, comprobarían con más asiduidad de la que les gustaría que cada vez que el carril abierto en el Carranza es el de salida, se forma un embudo de padre y muy señor mío. Eso por la mañana, y exactamente igual pero en sentido contrario al mediodía.

Otros aseguran que otro puente sólo servirá para traer a la ciudad aún más coches. Que cuantas más facilidades le des a la gente para llegar, más en masa lo harán. Cierto, pero ese problema se arregla con mayor número de plazas de aparcamiento. Exactamente tal y como se está haciendo. Cuando servidor era un imberbe colegial, que recuerde, en Cádiz estaba el parking de Canalejas y pocos más. Luego llegaron el de San Antonio, el del Campo del Sur, el de Ingeniero La Cierva, el de San José, el del Ciudad de Cádiz, el del estadio y varios más. Y los que están por llegar, como el que se está haciendo también en Canalejas. O los que se van a hacer en la carretera industrial y en la Plaza de España.

Todas las ciudades del mundo aprovechan su subsuelo al máximo, con aparcamientos, metro y demás infraestructuras. Hasta antes de ayer, bajo nuestros pies tan sólo había alcantarillas, ratas, cucarachas y restos fenicios. Bien está que aprovechemos las entrañas de la ciudad para facilitar las cosas a los ciudadanos. Por fin.

También hay quien argumenta que en lugar de tanto vehículo particular, lo que habría que potenciar es el transporte público. Correcto. Aunque no incompatible con lo anterior. En una sociedad como la que vivimos, una de las grandes y más legítimas aspiraciones es la comodidad, lo que conocemos como calidad de vida. Y, no nos engañemos, el autobús nunca podrá ser más cómodo que el vehículo propio, con el que no estás sujeto a horarios, ni a trayectos predeterminados, ni a paradas alejadas de tu punto real de destino. Otra cosa es que tratemos de racionalizar el uso del coche, que los hagamos menos contaminantes, pero crucificar a los conductores por el mero hecho de serlo no es lógico.

Por último, aunque seguro que habrá más argumentos anti segundo puente, están aquellos a los que les molesta a la vista. Los que quieren disfrutar de la mayor porción posible de mar. Bueno, es una simple cuestión de gustos. Salvando las distancias, no creo que en San Francisco haya alguien a quien no le guste el Golden Gate. Personalmente, el diseño de Manterola me parece muy acertado y, aunque lógicamente quita algo de visión del mar, el puente en sí puede ser un atractivo más de la ciudad. Debe serlo, de hecho.

En fin, tanto tiempo escuchando a mi padre cabreado cuando nos íbamos a cualquier parte los fines de semana, tantos años reclamando una alternativa al Carranza, que ahora no voy a autoconvencerme de que La Pepa o como quieran llamar al nuevo viaducto, es un paso atrás. No.

Cádiz necesita ese segundo puente como el comer. Y si para ello hay que dotar a la ciudad de mayor número de plazas de aparcamiento, hágase. Aunque mientras duren las obras todo sea mucho más incómodo, aunque para bajar al centro tengamos que coger temporalmente por dentro del muelle.

Los políticos están, entre otras muchas cosas, para eso. Para tomar decisiones y buscar soluciones a los problemas. Para que las molestias sean las mínimas cuando no hay más remedio que padecerlas. Es lo que tiene mejorar, que también implica un sacrificio. Pero no dejemos que los árboles nos impidan ver el bosque.