San Valentín

Amor tóxico entre adolescentes: «Si no me cela, no me quiere»

Lasa cuenta cómo con 18 años acabó inmersa en una relación de pareja destrutiva de la cual era totalmente dependiente

La oscura historia del origen del Día de San Valentín

Begoña abrazada a su hija Lasa, de quien hoy por hoy está «muy orgullosa» ABC
Carlota Fominaya

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Si Begoña no hubiera intervenido su hija Lasa, entonces de 18 años, «con toda probabilidad hubiera acabado con un mal golpe, como la chica desaparecida en Traspinedo el pasado 12 de enero y que finalmente encontraron muerta», señala esta madre. De hecho, la joven acabó golpeada por su ex pareja, y contrajo la sarna de dormir al raso muchas noches en la calle, hasta donde la arrastró «aquel hombre». Porque relaciones como la de esta adolescente, que se generan en edad temprana y con tendencia a la toxicidad, advierte Jordi Royo, doctor en psicología y director clínico de Amalgama7 , donde lleva ingresada siete meses, «existen y, desgraciadamente, son mucho más frecuentes de lo que se visibiliza porque están camufladas» . Están, asegura este experto, a la orden del día, «en el sentido de que el amor adolescente por lo general es un amor muy intenso, muy apasionado, pero hay una cuestión clave, que es cuando uno de los dos miembros de la pareja adopta una postura claramente de sumisión, donde se confunde el amor con la dependencia, la confianza con el control extremo, la intimidad con el aislamiento, o la diversión con consumos poco apropiados».

Por fortuna suelen ser los padres, indica Royo, «los primeros en detectar que el adolescente está inmerso en una mala relación». En el caso de Begoña, lo primero que percibió fue un comportamiento extraño e inadecuado de su hija en redes . «Con 13 años manejaba contenidos inadecuados para su edad Colgaba fotos muy sexualizadas, que ella consideraba absolutamente normales», relata. Suele pasar, recuerda este terapeuta, «que los jóvenes no son conscientes de que en un futuro esas imágenes pueden llegar a ser un lastre para ellos, porque algún día querrán tener un hijo, buscar trabajo, o encontrarán una pareja estable...».

Cuando la niña inició sus primeras relaciones con chicos, recuerda esta mujer, «tampoco eran sanas y ya comienza a mostrar una dependencia emocional hacia sus parejas y una tendencia a la infelicidad». Cuando la mala fortuna hizo que conociese al hombre que le robó la juventud, enseguida se mudaron juntos en un piso de estudiantes. «Él se hizo con sus tarjetas, la pegaba... y poco a poco logró anular física y psicológicamente a Lasa. Ella dependía emocionalmente de él y lo peor, consideraba que estaba bien en esa situación». Lasa lo rememora así: «Yo quería seguir con él. No me veía como una mujer maltratada. Me doy cuenta ahora, que lo veo con distancia . Lo soportaba porque creía que lo quería. Es más, veía los celos como algo bonito. De hecho pensaba: si no me cela es que no me quiere ».

Desgraciadamente, prosigue Royo, «la experiencia suele decir que la persona que está inmersa en este tipo de relación raramente es consciente de la gravedad que está viviendo». En el caso de Lasa, la gran suerte de esta joven fue que su madre tomó las riendas de la situación y consiguió una orden de alejamiento . «Cualquiera hubiera hecho lo mismo. Hoy estoy muy orgullosa de ella, de todo lo que ha conseguido», dice la mujer con humildad. La realidad es que cuando los adolescente están inmersos en una mala relación por regla general, señala el director clínico de Amalgama7, «los padres suelen ser los primeros en darse cuenta de que esa pareja no les está haciendo ningún bien». El error que cometen los progenitores es que «muchos no dicen nada para no contrariar al joven, por miedo a que este se aleje de ellos y recurren de forma errónea a la técnica del avestruz, pero tienen que hacer todo lo contrario. Si ven que el adolescente ha optado claramente por esa postura de sumisión, han de actuar, porque abandonar es perder », advierte.

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