«Existen cuatro señales que indican que tu relación de pareja está en riesgo»

Howard J. Markman, investigador de referencia a nivel mundial en el área de parejas, explica que «en numerosas ocasiones, cuando las cosas van bien, las personas dan su relación por hecho y no invierten en ella»

Howard J. Markman, codirector del Centro de Estudios Maritales, estuvo recientemente en el (ICS) de la Universidad de Navarra
Laura Peraita

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Howard J. Markman es profesor distinguido de Psicología de la Universidad de Denver (EE.UU.) y codirector del Centro de Estudios Maritales. Es uno de los investigadores de referencia a nivel mundial en las áreas de pareja, matrimonio, prevención del divorcio, educación en relaciones de pareja y terapia. Recientemente acudió al Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra para impartir una lección magistral en la que presentó las últimas investigaciones sobre pareja.

El profesor ha desarrollado el PREP (The Prevention and Relationship Education Program), un programa educativo de prestigio internacional basado en la evidencia de relaciones de pareja y que es utilizado por el ejército estadounidense, además de en otros países como Alemania, Australia, Austria, Chile, Colombia, Dinamarca, Estonia, Israel, Malasia, Noruega, Qatar, Singapur y Suecia.

¿Cómo están evolucionando las relaciones de pareja en los últimos años?

En términos demográficos, han bajado las tasas de divorcio y de matrimonio y han aumentado las tasas de cohabitación —convivencia antes del matrimonio—. La gente tiende más a tener hijos antes del matrimonio y casarse después. Asimismo, las tasas de fecundidad han caído drásticamente. Y el otro gran cambio es que la edad a la que se contrae matrimonio ha subido de manera dramática.

En lo que respecta a los cambios dentro del matrimonio, los hombres colaboran más en las tareas del hogar, si bien aún no se puede equiparar a la dedicación femenina al trabajo doméstico. Esto se ha evidenciado aún más durante la pandemia. En el contexto de todos estos cambios, cabe decir que lograr un buen matrimonio resulta mucho más difícil que en el pasado.

¿Por qué son más complejas las relaciones que mantienen ahora las nuevas generaciones?

Hay más asuntos que negociar por lo que se requiere más esfuerzo para trabajar juntos en equipo y más apoyo mutuo. Todo esto se reduce, básicamente, a ser capaces de hablar sin discutir sobre las cuestiones relevantes, y también comprender al otro, de modo que cada uno sea capaz de proporcionar el tipo de apoyo emocional y la conexión que el otro necesita. No se trata de que uno tenga que hacer absolutamente todo por el otro —los amigos, la familia, los colegas de trabajo...—, pero sí que cada uno dé máxima prioridad a la relación. En numerosas ocasiones, cuando las cosas van bien, las personas dan su relación por hecho y no invierten en ella. Al menos en Estados Unidos los hombres cometen ese error con más frecuencia que las mujeres: son más propensos a dar su relación por sentada porque son felices en el matrimonio cuando hay estabilidad. Las mujeres, para ser felices, además de eso necesitan que la relación goce de buena salud: que haya buena comunicación, conversaciones amistosas, mucha diversión, romance, citas...

¿Qué supone actualmente que los jóvenes no se impliquen tanto en el compromiso con la otra persona?

No sé qué dicen los datos sobre España, pero en EE.UU., los jóvenes desean tener un buen matrimonio e hijos. Hay muchas encuestas que lo respaldan. La cuestión es que antes del compromiso de casarse y crear una familia quieren más estabilidad económica y se dan cuenta de que eso les va a llevar tiempo. No se trata solo de finalizar la educación, empezar a trabajar y ya.

Sienten que primero necesitan seguridad económica antes de decidir casarse. Creo que esa es una de las razones por las que la edad media a la que se contrae matrimonio se está incrementando, no por los valores, que siguen siendo similares. También es uno de los motivos por los que hay más gente que convive antes del matrimonio. Y, además, se observa que muchas personas no tienen citas “tradicionales”, hay más rollos esporádicos. Esto conduce a malos hábitos que pueden traer problemas más adelante.

¿Qué señales nos pueden hacer sospechar de que la relación no tiene futuro?

Hay dos fundamentales, la doble A: la agresión y el adulterio. Con respecto a la violencia dentro de la pareja, las mujeres suelen sufrirla con más frecuencia que los hombres. Aunque sea una relación estable, no tiene futuro —o no debería tenerlo— porque no es saludable, sea del tipo que sea: agresiones físicas, control de la pareja, alta conflictividad… En cuanto a las aventuras fuera del matrimonio, no estamos hablando de poliamor: significa que uno de los dos no ha cumplido el acuerdo de ser monógamo.

Además de estas, otro gran aspecto es que no haya acuerdos fundamentales sobre lo que la pareja quiere para su futuro: quiero tener un hijo, pero la otra parte no, y a pesar de que lo hemos hablado no hay compromiso. No va a ser una gran relación seria y quizá tienes que plantearte encontrar a otra persona que quiera hijos. Por eso es importante conversar sobre los planes para el futuro antes de casarse, para detectar si el otro no solo es el compañero ideal, sino si es el ideal para ti. Es decir, que tiene una perspectiva y metas similares a las tuyas. Si quiero pasar los años viajando por el mundo, pero mi pareja desea asentarse y tener un hijo pronto y ambos nos mantenemos firmes en nuestro deseo, quizá debamos buscar un compañero más compatible.

Asimismo, hay un aspecto relacionado con la violencia: las parejas que pelean mucho y se involucran en lo que llamamos señales de peligro y que no hacen nada para cambiarlo, como acudir a terapia o programas educativos. Existen fundamentalmente cuatro señales de peligro que se detectan en la pareja a través de sus interacciones: la intensificación, alimentar una espiral de respuestas negativas; la invalidación, restar valor a las emociones, argumentos, etc., del otro; la interpretación negativa, asumir negativamente lo que el otro siente o piensa, y la huida, escaquearse para evitar responder al otro.

El último factor tiene que ver con la falta de amor: si uno no ama al otro y no es honesto sobre ello, no será capaz de proporcionar el afecto que la otra persona busca en la relación.

¿Se pueden predecir los problemas de amor? ¿Cómo?

En nuestras investigaciones manejamos big data, pues analizamos datos de mil parejas. Hay ciertos patrones asociados con parejas que no funcionan bien, pero los datos se refieren al grupo. A través de nuestro trabajo sabemos que cuando hay niveles más altos de señales de peligro (intensificación, invalidación, interpretación negativa, huida) hay mayor riesgo de tener problemas o fracasar en la relación. Pero eso son datos grupales que reportan tendencias generales; si queremos hacer predicciones para una pareja en concreto, nos equivocaremos más veces de las que acertaremos.

Si tuviera que ver un caso específico, por ejemplo en una sesión de terapia, lo que haría sería separar a los miembros de la pareja y plantearles lo siguiente: en una escala sobre cinco, ¿cómo de seguro estás de que vas a casarte y que tu matrimonio va a durar? La investigación sugiere que cualquier respuesta que no sea “completamente seguro”, que si hay la menor duda sobre casarse —aun cuando hay planes de boda— o sobre que el matrimonio vaya a funcionar, son signos de que la pareja puede fracasar.

También están los factores de riesgo: pelear de forma destructiva, ausencia de compromiso, falta de diversión con el cónyuge… Son elementos predictivos, en general, que podrían convertirse en factores de riesgo o problemas más adelante.

Por otro lado, hay factores protectores que indican que una pareja puede durar: saber comunicarse, gestionar bien los conflictos, divertirse, cultivar la amistad, apoyarse mutuamente, tener niveles altos de compromiso...

«Aunque en España ha bajado la tasa de divorcios, aún hay muchas rupturas y también mucha infelicidad en matrimonios que continúan adelante por diversos motivos (religiosos, económicos, hijos…)»

¿Cuáles son las claves para que una pareja funcione?

Hay varios pilares fundamentales de la felicidad y el éxito en el matrimonio. Uno es amarse y cuidarse mutuamente de manera significativa. Otro es hacer de nuestra relación algo prioritario. Y hay que ser comprometido y fiel y no amenazar la estabilidad de la relación cuando las cosas se ponen complicadas. En cuanto a la comunicación, hablar en vez de pelear cuando se tratan los temas inevitables (hijos, dinero, sexo, tiempo libre...). Luego está la categoría que denomino como “conexiones positivas”: divertirse juntos, tener citas en pareja, disfrutar de los momentos en el hogar, conversar como amigos, mantener el romanticismo y, por supuesto, sensualidad y buena vida sexual.

¿En qué consiste el programa PREP que ha desarrollado?

Es un programa preventivo y educativo que se puede ofrecer a todas las parejas en cualquier etapa de su relación. En España, quienes se van a casar por la Iglesia asisten a cursillos prematrimoniales. Pero tanto aquí como en otros países en los que hay programas de estas características no se ofrece formación basada en la evidencia científica. Se habla de la importancia de una buena comunicación y gestión de conflictos, pero no se entrena para lograr esas habilidades, que suponen un factor protector de la pareja y ayudan a mantener vivo el amor. Es genial que un sacerdote católico te explique qué es el matrimonio católico, o un imán te cuente qué es el matrimonio islámico. Pero aparte de eso, es valioso ofrecer a las parejas herramientas que sabemos que funcionan a la hora de comunicarse mejor o gestionar los problemas.

El objetivo de PREP es que los cónyuges sean felices en el matrimonio. Este programa se podría integrar en los cursillos prematrimoniales, pero para hacerlo hay que formar a las personas que los imparten. Llevaría tiempo incorporarlo, pero resultaría muy útil para las parejas. Aunque en España ha bajado la tasa de divorcios, aún hay muchas rupturas y también mucha infelicidad en matrimonios que continúan adelante por diversos motivos (religiosos, económicos, hijos…). En España hay una gran necesidad de programas de estas características, que enseñan estrategias que sabemos que funcionan.

En Estados Unidos, cada vez más parejas apuestan por estos programas educativos en lugar de acudir a terapia: es eficaz, más barato y está menos estigmatizado…

Me gustaría enfatizar que incluir este programa en los cursillos prematrimoniales podría marcar la diferencia para muchas parejas. Lo hemos hecho en países como Singapur, donde el gobierno lo ofrece a cualquier pareja que vaya a casarse, ya sea boda civil o religiosa.

«La cuestión es qué puede hacer alguien cuando uno comienza a sentir que las cosas no van tan bien, que siente menos cariño hacia el otro y quiere recuperar el amor»

¿Cómo pueden las parejas hablar más y pelear menos?

A través de PREP se enseñan habilidades para hablar sin pelear. Usamos la técnica “Hablante-Oyente” (Speaker-listener). La idea es poder comunicarse de forma segura sobre cualquier cuestión. No se trata de cambiar al otro, ni de buscar soluciones, ni de llegar a acuerdos; solo se pretende poner las cosas sobre la mesa, que cada uno exprese sus pensamientos y sus sentimientos. Y esta es la mejor manera de abordar los asuntos inevitables en cualquier pareja: dinero, hijos, sexo, religión, amigos, tareas del hogar, uso de redes sociales… Y también para los nuevos temas que ha introducido el Covid, como la vacunación, las visitas a los mayores, los viajes durante la pandemia, las relaciones sociales… Ha supuesto nuevos desafíos a las parejas y familias.

En la práctica esta técnica supone que el hablante y el oyente comparten una tarjeta con las reglas y hablan por turnos. Las reglas para el hablante: a) hable por sí mismo, no trate de adivinar los sentimientos; b) asegúrese de que sus comentarios son breves; c) pare para dejar que el oyente parafrasee. Las reglas para el oyente: a) resuma lo que escucha; b) concéntrese en el mensaje del hablante. No discuta. Las reglas para ambos: a) el hablante tiene la tarjeta; b) el hablante mantiene la tarjeta mientras el oyente escucha y resume; c) compartan tarjeta. Hacen turnos.

Nos miramos menos a los ojos por culpa de las pantallas ¿Qué efectos tiene?

En numerosas ocasiones dedicamos a las pantallas tiempo que deberíamos invertir en conversar: cómo te ha ido el día, cómo te sientes ante las restricciones de la pandemia y lo que está ocurriendo… Y no me refiero a hablar de problemas, sino a las conversaciones que deberíamos mantener como amigos. Es difícil hacerlo si cada uno está mirando su teléfono. Mucha gente, de hecho, se queja cuando el otro lo hace. Efectivamente, es natural que de vez en cuando cojamos el móvil para comprobar algo, pero hacerlo continuamente es un comportamiento poco respetuoso hacia los demás, tanto en el trabajo como en casa. En la familia hay que poner unas reglas básicas para el uso del móvil, también para los hijos. Con todo esto quiero recalcar la importancia de las conexiones emocionales entre las personas, que están en el centro de cualquier gran relación.

La gente no se casa para gestionar conflictos, pero no hay más remedio que hacerlo para mantener vivo el amor. Quieres casarte para compartir tu vida con alguien, tener hijos, divertirte, tener apoyo y comprensión mutua...

Es común la creencia de que la duración en el tiempo de una relación acaba con la diversión, la atracción sexual... ¿Cómo recuperar todo lo perdido?

Es una de las grandes cuestiones que ven los terapeutas en sus consultas: uno de los cónyuges ya no quiere a su pareja. Posiblemente, la segunda más importante después de la alta conflictividad.

Pienso que el amor se puede volver a construir, que la gente puede enamorarse de nuevo. El amor no es como la pasión sexual, que puede desvanecerse con el tiempo. El amor puede durar toda la vida para muchísimas parejas. En España hay un 30% de divorcios, lo que significa que el 70% de las parejas continúa casada. Probablemente, un buen número de ellas disfrutará de una gran relación a lo largo del tiempo, con sus altibajos, por supuesto.

La cuestión es qué puede hacer alguien cuando uno comienza a sentir que las cosas no van tan bien, que siente menos cariño hacia el otro y quiere recuperar el amor. Mi respuesta es que actúe de una manera más amorosa y, en muchos casos, el amor volverá. Es un principio de conducta: el mejor modo de incrementar tu amor por el otro es actuar con más cariño. Aunque no necesariamente te sientas así, esfuérzate por hacerlo: proponte mandarle un mensaje cariñoso, llevarle a un restaurante que sabes que le gusta, regalarle flores o algo que le agrade… Por supuesto, esto solo sirve si de verdad quieres que tu relación continúe; si no estás comprometido, no sirve de nada.

No todo el mundo está de acuerdo con este enfoque. Es una perspectiva conductual. Cuando mis hijos eran pequeños, les decía que el mejor modo de tener amigos es ser amigo. Y es muy coherente con lo que se suele decir: “Fíngelo hasta que lo consigas” (Fake it until you make it). No estoy diciendo que te obligues a tener sexo cuando no quieres, pero sí a buscar el contacto físico de otras formas: a través de un masaje, de coger de la mano a la otra persona, de sentarte junto a ella cuando veáis películas...

¿Qué importancia tiene en el amor la confianza en el otro?

Buena parte de las personas entiende la confianza como “fidelidad”. La mayoría aspira a una relación en la que en algún momento se adquiere un compromiso de mantener la monogamia. Quizá no piensan en ello como una decisión, pero un punto importante sobre la confianza es que en un momento determinado decidimos confiar en el otro.

A menudo concedemos a la gente el beneficio de la duda, al menos en un inicio y, por eso, las relaciones extramatrimoniales son tan dañinas: porque violan el principio básico de la confianza. Una relación extramarital se sostiene sobre mentiras y decepciones. Resulta muy corrosivo.

¿Es posible volver a construir la confianza en el otro?

Los profesionales encontramos el modo de ayudar a las parejas en las que uno ha engañado al otro, pero ambos quieren trabajar para continuar juntos. Así que es posible, pero en última instancia debe tomar la decisión la persona que ha sido engañada. La decisión viene después: voy a volver a confiar en el otro y me va a tomar tiempo. Y la mayoría de las parejas necesita acudir a terapia para recuperar la relación, si bien esta no vuelve a ser la misma. Cuantas más mentiras y decepciones haya habido —ya sea algo emocional o físico—, será más difícil retomarla. Si mi pareja me ha estado engañando en los últimos dos años, el daño será mayor que una aventura de una noche.

Aparte de esto, hay otros elementos de confianza en el día a día que tienen que ver con los acuerdos que establecemos: si hemos acordado quién recoge a los niños después del colegio, o quién hace la cena mientras el otro está en el trabajo, por ejemplo, nos fiamos de que el otro lo hará.

Y también hay una parte importante en la que no solemos pensar, pero que también tiene que ver con la confianza: ¿puedo contar con mi pareja? ¿Hace lo que dice que va a hacer? ¿Se olvida algunas veces? ¿Tengo que recordarle los acuerdos a los que hemos llegado? A veces, el cónyuge se compromete a hacer cosas porque no quiere enfrentarse, pero realmente no lo quiere hacer y no tiene intención de hacerlo. Necesitamos confiar en que el otro va a hacer cosas si contamos con que se va a encargar de ellas. Ninguna relación funciona a lo largo del tiempo si alguno no cumple los acuerdos.

¿Se puede ser pareja y amigos al mismo tiempo?

No es que se pueda, es que hay que ser amigos. La amistad está en el centro de la relación. ¿Qué es un amigo? Alguien con quien nos divertimos, conversamos, compartimos aficiones, viajamos… Todo esto es necesario en la pareja, incrementa las posibilidades de ser feliz.

Además de eso, es importante tener otros amigos que nos apoyen. ¿Puede salir cada uno por su lado, con su grupo de amigos? Si hay un acuerdo y ambos se sienten bien con eso, sí. Sin embargo, si uno de los dos quiere salir por su lado y el otro siente que necesita pasar más tiempo en pareja, debería haber un equilibrio porque también es importante salir juntos: los dos solos, con otras parejas, en un grupo de amigos… Se trata, en definitiva, de pasar tiempo divirtiéndose tanto en casa como fuera. Hay que compartir tiempo de calidad, no puede ser que los únicos momentos de pareja sean para cuidar de la casa o ayudar a los niños con los deberes. Esa situación no es sostenible a largo plazo.

¿Cómo afecta a una pareja la tendencia que se está poniendo de moda de mantener relaciones abiertas? ¿Qué consecuencias tiene a largo plazo?

Hay buenas investigaciones sobre las relaciones poliamorosas. Es cierto que estas parejas necesitan mayores niveles de comunicación y de compromiso que la media. Realmente los necesitas si quieres que funcione porque hace falta establecer de antemano muchas reglas de juego: no estamos hablando de engañar al otro, sino del pacto de poder ver a otros. Hay mucho de qué hablar: ¿me vas a contar lo que haces y con quién te estás viendo?, ¿vamos a ser la pareja primaria en la relación?, ¿qué ocurre si te enamoras de la persona con la que te estás viendo? Y, además, hay otros temas como la implicación emocional y sexual, los hijos, las medidas de seguridad del Covid, las enfermedades de transmisión sexual, los anticonceptivos… Si ya es complicado sacar adelante una relación monógama, ni te cuento una poliamorosa.

Algunas parejas lo pueden intentar un tiempo y otras logran mantener una relación abierta durante toda la vida, pero son poquísimas porque realmente es muy difícil encontrar dos personas que quieran exactamente lo mismo en una relación abierta y durante el mismo tiempo. Pienso que la mayor parte de la gente no quiere ese tipo de relación.

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