Día de los enamorados

«Las relaciones de pareja sanas no esperan a su media naranja»

La representación idealizada de las relaciones amorosas tiene consecuencias que pueden llegar a ser nocivas, según la creadora de contenidos de la Universida de Padres

Laura Peraita

Con motivo del Día de los enamorados, Mariola Lorente , creadora de contenidos y tutora del seminario de Educación afectivo sexual de la UP (Universidad de Padres) , recuerda que el mito del amor romántico ha perdurado hasta nuestros días bajo la forma de «media naranja», lo que para ella conlleva ciertos riesgos porque moldea la manera de entender las relaciones de pareja.

En su opinión, «el amor romántico no es más que un tipo específico de amor, uno de tantos modelos amorosos que se han dado a lo largo de la historia de la humanidad. Un modelo que lleva siglos fundamentando nuestro estilo de vida afectivo y marcando el camino a seguir».

Explica a ABC que los cuentos que nos contaron en la infancia, las historias del universo Disney, del cine, la música... «han transmitido durante décadas unos valores sociales y creado una serie de mitos en los que se presenta a la mujer enamorada con un papel muy pasivo, de espera al hombre amado, siendo alguien a quién conquistar, salvar de su soledad, infelicidad o vida incompleta . Esta visión estereotipada perpetúa el sistema jerárquico, desigual y basado en la dependencia que todavía hoy predomina. Las expectativas que se siguen de ella conducen a la frustración y a la insatisfacción permanentes porque la realidad no cumple esos criterios. El amor no es perfecto ni nos tiene que salvar de nada».

La creadora de contenidos de la UP no se manifiesta en contra de «los cuentos de toda la vida, no se trata de prohibirlos», pero sí deben servir de punto de partida para una reflexión. «Desde el momento que se los contamos a nuestros hijos se puede aprovechar para hablar del tema según sea su nivel madurativo, hacerles preguntas, mostrarles otros puntos de vista para que crezcan como personas válidas por sí mismas sin renunciar al amor. Las personas deben quererse a sí mismas, con sus virtudes y defectos, la felicidad se encuentra en su interior y no hay que esperar a que sea otra persona la que nos dote de esta plenitud».

También destaca que es muy importante explicar a los más jóvenes y adolescentes «que el amor no es control (del móvil, de la ropa que se viste, de dónde se sale...), que sentir celos no significa que se esté más enamorado , que el amor a primera vista no existe... Todos tienen en común que nos ofrecen una imagen distorsionada del amor que, a base de ser repetida ubicua e incesantemente, ha calado en nuestras mentes, afectando a nuestras esperanzas y decisiones. De manera que acaba condicionando la manera de relacionarnos y lo que esperamos o exigimos al otro sin darnos cuenta de que la mayoría de esas expectativas son irreales e, incluso, nocivas ».

Sobre todo en una etapa sensible como la adolescencia , explica que esta representación idealizada de las relaciones amorosas tiene consecuencias como miedo a la soledad, dependencia, frustración, sexismo, relaciones que se alargan en el tiempo de manera enfermiza o duros procesos de desamor. «La buena noticia —matiza— es que han salido a la luz estas consecuencias y, por lo tanto, podemos evitarlas».

Incide en que sería muy positivo discutir y comentar estos mitos con nuestros hijos adolescentes, a propósito de series o películas que les gusten. Seguro que no tardan en aparecer. No es partidaria tampoco de prohibir o censurar estos contenidos porque, precisamente, es a partir de su existencia cuando se puede adoptar una postura crítica al respecto y buscar alternativas. «Es importante aprender a detectarlos y reflexionar sobre ellos en familia. Como madres y padres tenemos una oportunidad de oro para ayudar a nuestros hijos a sentar las bases de unas relaciones sanas , constructivas, libres y equilibradas; basadas en el respeto, el apoyo, el crecimiento personal y que no pasan, precisamente por la espera de la media naranja. Ttodo empieza por uno mismo. Un amor como fortaleza y como proceso, no como destino o imposición», concluye.

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