«Que el amor sea imperfecto, no significa que no podamos ser felices en pareja»

Daniel Arasa dedica en su libro «A las 9 en la luna» un bonito homenaje a toda una vida dedicada a su mujer y sus siete hijos

Laura Peraita

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Corrían los años 40 del siglo pasado cuando un jovencísimo Daniel Arasa conoció a Mercè, una chica de 17 años amiga de su hermano. Ese cosquilleo inicial que sintieron al verse fue el que selló sus vidas para siempre. Daniel tuvo que marcharse a cumplir el Servicio Militar a África, una separación que distanciaba dos corazones muy enamorados. En un intento de sentirse cercanos decidieron que cada noche a las 9 ambos mirarían la luna, estuvieran donde estuvieran.

Daniel nunca imaginó entonces que ese romántico encuentro hoy daría título a la historia de vida. « A las 9 en la luna. Un paseo a través de 50 años de amor imperfecto» (Editorial Sekotia) . En realidad, como él mismo confiesa es su regalo de 50 aniversario a su mujer. «Durante nuestro matrimonio le he regalado tantas cosas que no se me ocurría ya cómo ser original y sorprenderla . Empecé a escribir pensando en hacer un relato corto y solo para nosotros y algunos familiares y amigos íntimos. Pero me fui animando y de forma improvisada comencé a contar nuestra historia de amor, el nacimiento de mis ocho hijos —el primero murió en el parto—, nuestra convivencia en familia, la educación de los niños, nuestros valores... y también nuestras discusiones, porque Mercé y yo somos como el agua y el aceite en algunos aspectos».

Daniel y Mercè en una imagen del día de su boda

Daniel es periodista jubilado y confiesa que este libro tuvo que escribirlo a escondidas de su mujer, «lo que fue bastante complicado porque cada vez que aparecía ella tenía que desconectar, cambiar de tema...».

El autor asegura que «el amor perfecto no existe en este mundo». Va más allá, « no hay recetas ni fórmulas mágicas para el amor , aunque sí existen elementos que pueden influir para que la relación funcione y perdure en el tiempo. Son estos: «saber amar al otro con sus defectos, porque todos los tenemos, no se puede partir de la base de que sea todo en la pareja maravilloso porque el otro también caga y mea. Antes o después hay que ser conscientes de los defectos porque todos somos personas».

Los hijos del matrimonio

Además, «hay que ser saber que la ilusión inicial decrece y, por eso, hay que echar leña al fuego para que se avive. El amor es ceder, es paciencia, es crear nuevas ilusiones entre los dos, apostar por la alegría. La pareja hay que cuidarla y, si se tienen hijos, hay que encontrar momentos para pasear a solas, salir a comer juntos los dos. La comunicación es la base de todo»

También considera que hay que hacer un esfuerzo por intentar hacer feliz a la pareja. « Hay demasiadas personas que piensan en ser felices por sí mismas, pero lo que hay que hacer es querer hacer feliz a quien tienes al lado. Una persona no es más feliz si solo se centra en sí mismo. Hay que tener sentido de entrega».

Añade que todas las parejas pasan por circunstancias complicadas por razones económicas, discusiones por la educación de los hijos, cambios de carácter... «Que el amor sea imperfecto, no significa que no podamos ser felices en pareja. Habrá problemas, dificultades... pero se superan. Hay que poner más en valor el perdón y el dar las gracias» .

La pareja con sus nietos... Otro viene en camino

En su opinión, el primer objetivo de la vida «es la familia, pero para muchas personas es el trabajo, viajar, el ocio... Si la familia no está en el puesto más alto de las prioridades, la ruptura de la pareja será más sencilla porque uno no está dispuesto a dejarlo todo por la familia.

En las últimas líneas de este libro, en el que cuenta todas las aventuras y desventuras de su matrimonio e sus hijos, Daniel concluye diciendo a su mujer: « ¡Cuántas veces has dicho que querrías que muriéramos los dos juntos! No tengo claro que sea buena idea ni la mejor solución. Me parece preferible que cuando yo me vaya quedes un tiempo para seguir ayudando y dando cariño a los hijos y nietos. En todo caso, quisiera que tu rostro fuera lo último que viera antes de morir».

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