Sociedad

El amor que retrató a José Saramago

Un libro profundiza en el mundo íntimo y sentimental que existió entre Pilar del Río y el Nobel portugués

MADRID. Actualizado: Guardar
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Han pasado dos años desde que una película nos metiera de lleno en la vida de un octogenario José Saramago y tres desde que el escritor luso dejara sola, al menos terrenalmente, a «su novia», como le gusta decir a Pilar del Río desde que su pareja falleciera.

Quedaron parte de sus cenizas en el jardín de su casa para seguir junto a su amada: «Así, cuando te acuerdes de mí, me pones una flor sobre la piedra para que piense que todavía sigo siendo recordado». Y cada día lo es. Su legado, ese que dejó un hombre extremadamente comprometido con el mundo, con la literatura y con la vida, sigue vivo y creciendo.

Ahora llega a las librerías 'José y Pilar' para mostrarnos una faceta poco conocida del escritor. Un libro que el director portugués Miguel Gonçalves rescata de las conversaciones inéditas que quedaron olvidadas entre las grabaciones de los cuatro años de rodaje que invirtió para el filme del mismo nombre. Un trabajo que, de algún modo, viene a completar aquella cinta y todavía más.

«Quería hacer un retrato intimista de la relación con su mujer y deshacer la confusión que rodea a su figura y que le retrataba como un tipo antipático que se desayunaba niños crudos», explica el autor. Una oportunidad de entender mejor el universo del escritor, ese espacio afectivo que tanto interesa al autor del prólogo, el escritor Valter Hugo Mãe.

Le gustaba decir a Saramago al recordar cómo conoció a Pilar aquel 14 de junio de 1986 que ella apareció cuando era necesaria o cuando le era necesaria a él. Que pasearon juntos por Lisboa, en un recorrido «poco romántico» que comenzó en el cementerio dos Prazeres -donde había estado durante años el cuerpo de Fernando Pessoa- y que en cierto momento se vio sorprendido por una confesión. «Me dijo que había sido monja, cosa que me pareció rarísima. No es que dudara, pero la verdad es que una mujer tan elegante, tan bonita y con ese tono de pasión y entusiasmo en todo lo que dice y hace no encajaba con mi idea de una monja».

En eso y en un intercambio de correspondencia se hubiese quedado todo si Saramago no se hubiera decidido a escribirle una carta presentimental que la citaba en un reencuentro en Sevilla.

El recuerdo de Pilar es firme y vehemente, como ella. Supo en cuanto le conoció que aquella relación iba a ser para siempre. Un amor diario, tan eterno como lo es la vida de una persona.

Fue así como finalmente se casaron en 1988 y forjaron esa vida en común, «sólida, feliz y ya está, nada más», agregaba el autor de 'Memorial del convento', aquel libro que años antes abrió los ojos a Pilar al universo de su futuro compañero. La mujer de Saramago. También su traductora y, como ella misma dice: «Muchísimas más cosas, pero, sobre todo y básicamente, soy Pilar del Río. En un periodo de mi vida soy hija, en otro madre, esposa. Saramago será un mito o una leyenda para quien le ve desde fuera, para mí es mi marido. Y el objeto de mi trabajo».

«El gran acontecimiento»

Y claro que Pilar es más, y aún crece en las palabras del que fuera su marido: «Tengo muchas razones para pensar que el gran acontecimiento de mi vida fue haberla conocido. Si hubiese muerto antes de conocer a Pilar, moriría mucho más viejo de lo que seré cuando esto tenga que suceder».

Por eso, en ella, en sus palabras, descubrimos la otra parte de Saramago, esa que le completa, a pesar de ser tan diferente. Aquella que tenía ideas para la vida como él las tenía para la escritura.

Como bien resume Hugo Mãe: «El gran maestro nunca estaría completo en esta dimensión personal sin la compañía de Pilar del Río, tan distinta como complementaria del escritor». Y eso es lo que el lector descubrirá en un libro pleno de testimonios y documentos fotográficos. Toda una vida.