CÁDIZ

Sonrisas en el mejor día de la semana

El colectivo 'Todo por una sonrisa' trabaja desde hace once años realizando talleres y actividades de ocio en la planta de Pediatría del centro gaditano Los niños hospitalizados en el Puerta del Mar reciben los martes la visita más esperada

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Son en torno a veinte, cada uno con su vida, con su profesión, con sus problemas. Veinte personas y seguramente veinte motivaciones diferentes para entrar cada martes por las puertas del Hospital Puerta del Mar y subir en el ascensor hasta la séptima planta, concretamente hasta el área de Pediatría. Allí llegan y se ponen sus trajes de curar. En este caso no son batas blancas, sino monos de colores. No usan fonendos, sino narices rojas. Y su terapia no incluye medicinas, sino canciones y risas, muchas risas.

El nombre de la asociación lo dice todo: 'Todo por una sonrisa'. Y es que ese es su objetivo, conseguir que los pequeños ingresados en el Hospital se olviden aunque sea por unos momentos de dónde están, de cómo están, que canten, se rían, se relacionen, que se sientan especiales. Y más allá de eso, también que sus familiares tengan un momento de respiro, el que proporciona saber que sus niños están en buenas manos, pero sobre todo, el que les llega más hondo, el de verlos felices.

Los voluntarios de 'Todo por una sonrisa' llevan casi once años con su labor altruista. Todo nació con Irene, una pequeña que estuvo una larga temporada ingresada en el Hospital y que no consiguió superar su enfermedad. A pesar de todo dejó un legado impresionante, porque de ella nació la inspiración para un proyecto que alivia los males de otros muchos niños. La fundadora del proyecto, Gloria Rosado, era amiga de sus padres, visitaba a Irene, la entretenía en sus peores momentos, y en uno de ellos le contó que uno de sus mayores deseos sería ir a Disneyland París. De inmediato se gestó un movimiento para conseguir hacer realidad el sueño de la pequeña Irene, que pudo viajar a Francia con su familia. Ella, en su regreso, le trajo a Gloria una vela como regalo, y la explicación que le dio lo resume todo: «Esta vela es como tú. Cuando en casa se va la luz mamá enciende una vela y yo me siento segura, y contigo me pasa lo mismo, también me siento segura».

Aquello hizo que Gloria lo tuviera claro. «Quiero ser luz, llevar un poco de esperanza a las familias que lo están pasando tan mal aquí, siento que esta es mi misión». Y así nació Todo por una sonrisa. Primero de forma más modesta y gracias al apoyo inmediato del Puerta del Mar a un proyecto que después se ha extendido a otros hospitales de Sevilla y Málaga.

La actual coordinadora del colectivo es Marta Rodríguez. Ella explica que el objetivo con el que trabajan es «que los niños se olviden de la situación que están viviendo», aunque reconoce que al acabar la tarde «eres tú quien más ha recibido».

Voluntarios

A lo largo de los años el número de voluntarios ha ido aumentando, a pesar de no ser una de las asociaciones más conocidas. A quienes quieren participar sólo se les pide algo: compromiso. Más allá de eso cada cual participa en los talleres que mejor se adapten a sus capacidades, porque «cualquier persona puede hacer felices a los demás y tiene algo diferente que ofrecer». Hay quien los martes se convierte en payaso, como Manolo, Ramón o Abraham, y que el resto de la semana son médico, calderero y chapista aeronáutico, respectivamente. Otras dan vida a dos simpáticas marionetas, como Marta y Marina, maestra y estudiante de historia. También hay otros voluntarios que saben hacer todo tipo de formas con globos, que conocen las mejores canciones infantiles del momento o saben contar los mejores cuentos de la literatura universal.

La cosa al final se reduce a «que los niños sigan siendo niños», pero no siempre es fácil. El gran escollo que se encuentran en su labor es precisamente el tener que despedirse de algunos de ellos. No porque se vayan a casa curados, al contrario, con ellos aún mantienen relación, sino por todo lo contrario. Aún así siguen acudiendo a su cita de los martes porque «hay otros niños que necesitan que vengamos».

Quien lo entiende perfectamente es Elena, una joven voluntaria que sabe lo que es estar esperando la visita de alguien que venga a animarte en los duros momentos de la enfermedad. Ella superó un cáncer y decidió dedicar parte de su tiempo a este proyecto porque «tengo que devolver algo de lo que me dieron. Cuando estás ingresado, y más si eres un niño, necesitas olvidarte de donde estás y cada vez que yo veía aparecer a los voluntarios por la puerta la tarde se me pasaba volando».

Los padres de los niños son los mejores valedores de una labor que muchas veces no es apreciada por los médicos. Ellos, que son quienes mejor conocen a sus hijos, lo tienen claro: «De verdad que cuando llegan se pone mejor. Si tiene fiebre se viene arriba, ha estado sin ganas de nada y se ha levantado al verlos llegar. Los martes por la tarde son para nosotros como una bendición», comenta una madre que lleva varias semanas sin separarse de la cama de su hijo de apenas dos años y medio.