Decenas de personas se presentan a los exámenes de una oposición.
Economia

NADA ES FIJO

Para mantener un empleo durante toda la vida hay que merecerlo... durante toda la vida. No vale con aprobar un examen

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Esta semana hemos conocido la realidad del empleo en el último ejercicio. Seguro que lo saben de sobra: un desastre total, un escarnio social, una fatalidad económica y un despropósito político. Vale, ya hemos agotado los calificativos. ¿Qué hacemos ahora? Hay muchos -entre ellos, todos los líderes sindicales y todos los partidos de la oposición- que acusan al Gobierno de haber provocado la catástrofe con la aprobación de la reforma laboral. Esta opinión es muy interesante porque, a mi modo de ver, representa una manera equivocada de entender el funcionamiento de la creación y extinción de una relación laboral. Equivale a considerar que el empleo del que dispone un país, una economía o una empresa es una cantidad fija e inmutable que se puede modelar a voluntad. Y, como los empresarios son seres ruines que solo buscan su beneficio, eliminan costes cuando les entra el capricho. En ese sentido y bajo ese aspecto, no hay duda de que la reforma es un atentado contra el empleo, pues favorece el logro de los caprichos empresariales y abre la puerta al paro al facilitar los despidos.

Pero las cosas no son así. Ni mucho menos. El empleo no lo puede garantizar nadie, por más que nos empeñemos en ello. Solo hay empleos fijos en la Administración. Y ni siquiera ahí debería haberlos. No es de recibo, aunque lo recibamos todos los días. Ganar un concurso o una oposición debería ser razón suficiente para ocupar un puesto de trabajo en la Administración, pero no para garantizarlo de por vida, en cualquier circunstancia, con independencia de la formación continua adquirida y el desempeño realizado.

Si 'lo público' no debería garantizar un empleo fijo, 'lo privado' no puede, aunque quiera. Porque el empleo lo determina la capacidad competitiva de una empresa, un concepto en constante cambio, en un entorno de coyuntura variable. Perdonen que me repita, pero el salario lo 'entrega' el empresario, pero lo 'paga' el cliente. Y si no hay clientes, no hay salario ni empleo.

Impedir el acomodo de las plantillas a las condiciones cambiantes de competitividad y coyuntura podría maquillar las estadísticas del paro en un momento dado, pero atacaría de tal manera la capacidad para competir que lastraría el futuro de todos los empleados, de los deberían irse y de los que consiguieran quedarse. Es una cruda realidad, pero así funcionan las cosas. Si desean cambiarlas tienen dos opciones. Crear ustedes empleo fijo y permanente, o consentir ciertos sacrificios en los salarios a cambio de mantener más integrantes en la plantilla.

En general, los sindicatos prefieren repartir el trabajo que el salario, pero sería mucho más eficaz y más solidario hacer lo contrario. Los pocos ejemplos que existen, fundamentalmente en las cooperativas y también en algunas empresas, lo atestiguan. ¿Necesitan una demostración? Pues piensen en cómo han cambiado las negociaciones laborales en el sector del automóvil. A la hora de repartir la carga de trabajo entre una y otra planta se comparan costes en uno y otro lugar. Como la inversión suele estar mayoritariamente hecha, los gastos de comercialización son similares y los componentes cuestan igual para todos, el coste salarial se convierte en una variable definitiva. Es un buen sistema que exige comprensión sindical y un gran ejercicio de transparencia empresarial. Pero, en cualquier caso, constituye un magnífico ejemplo de que todo cambia y nada es seguro. Y de que para mantener un empleo durante toda la vida hay que merecerlo... durante toda la vida. No vale con aprobar un examen.