María Rodríguez muestra la documentación en su vivienda. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Ciudadanos

«Solo quiero que mi hijo sepa que nunca le abandoné»

María Rodríguez Benítez Algeciras. 1972

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En la mesa siempre ponía un plato para José María. Esperaba que algún día apareciera por la puerta. A su lado ha tenido un compañero durante 50 años que prefirió guardar para si el dolor de aquella ausencia. Pero ella nunca dejó morir aquel recuerdo, que hoy tiene más vida que nunca.

La historia de María Rodríguez arranca y se detiene el 14 de mayo de 1972. Ese día, la familia viajaba de Algeciras a San Roque de vacaciones cuando sufrieron un accidente. «Un coche nos desplazó a la cuneta. Íbamos mi marido y yo, y mis cinco hijos, el mayor de nueve años y el pequeño, José María, de cuatro semanas». Según el atestado de la Guardia Civil todos resultaron heridos leves, salvo el bebé. En el documento se puede leer con una caligrafía distinta y como si hubieran escrito encima de un primer dato, la palabra fallecido.

«Nos llevaron al hospital de La Línea en dos coches. Recuerdo que mi pequeño estaba perfecto. Lo llevaba una de mis hijas en brazos». A las seis de la tarde ingresaron y ya de noche, sobre las diez, compañeros de trabajo de su marido, destinado en el Gobierno Militar, les aconsejaron que se trasladaran al hospital castrense. «Yo no me quería ir sin mis hijos e insistí. Alguien nos dijo que serían llevados en una ambulancia distinta».

Sin embargo al llegar a Algeciras y volver a preguntar por los pequeños, le respondieron: «que estaban durmiendo y que vendrían al día siguiente». Al transcurrir la noche, la familia recibió una noticia bien distinta. A las siete de la tarde, una hora después del ingreso y cuando los padres aún seguían en el mismo hospital, José María había fallecido de traumatismo cranoencefálico y pérdida de masa cerebral. La víctima era el mismo bebé que se había salvado del accidente sin un rasguño visible.

María no supo nada de su pequeño hasta pasados quince días. Durante ese tiempo estuvo ingresada recuperándose de sus heridas. «A mi familia les habían aconsejado que no me dijeran nada. A una hermana mía le mostraron el supuesto cadáver envuelto en unas vendas. Apenas se le veían los ojitos».

Veinte años después (1992), la muerte de su pequeño tocaba de nuevo a su puerta. Recibía la visita de un funcionario del Ministerio de Defensa que venía buscando a su hijo. «Traía una notificación que si no se incorporaba a filas para la mili, sería detenido». Ahí comenzó la búsqueda que les llevó a un féretro vacío que solo guardaba una camiseta y un patuco.

Con ayuda de esa misma hija, que llevó a José María en brazos, hoy son una de las 25 familias que forman parte de la primera denuncia del fiscal en la provincia. «Si encuentro algún día a mi hijo, solo quiero que sepa que nunca le abandoné».