EL RAYO VERDE

LA ALTERNATIVA

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La convención nacional que el PP celebra este fin de semana en Sevilla marca la actualidad y escenifica el buen momento del partido, que nunca hasta ahora había registrado este nivel de confianza en sus posibilidades de copar el poder en los municipios y autonomías, en el Gobierno central y hasta en el andaluz. Ni siquiera en las vísperas de la victoria de Aznar, con un Felipe González acuciado por la corrupción y los GAL, tuvo el PP el viento tan de cara, por mucho que en el PSOE quieran darse ánimos desempolvando datos.

Aunque los dirigentes populares pretendan reprimir su sonrisa victoriosa con un discurso de prudencia, hay muchos factores que favorecen esta tendencia, esta sensación de fin de ciclo que está instalada en la sociedad, no ya como un discurso partidario, sino como un sentimiento profundo. La crisis económica es la punta del iceberg de un cambio sustancial de paradigmas en nuestras, hasta ahora confortables, ciudades occidentales. Lo cuenta muy bien Tony Judt en su libro 'Algo va mal'. En un contexto de desregularización extrema, de inseguridad general, de amenazas globales, la gente se refugia en quienes les prometen estabilidad, predecibilidad, «a menos que la izquierda tenga algo mejor que ofrecer», algo más que «una socialdemocracia del temor» basada en la facilidad con que las democracias occidentales más sólidas pueden temblar.

Entre tanto, la izquierda es capaz de articular su propio discurso en vez de empeñarse en desmantelar sus principios en aras de una nueva lógica, la que imponen los mercados. El PP tiene su ocasión de oro casi sin moverse, por defecto, que se dice en el nuevo lenguaje tecnológico. Esto, en vez de alegrarles, debería preocuparles. No se trata de ocupar el poder, sino de dar soluciones. Y ellos, si es que las tienen, o no las muestran o no las saben mostrar o no son creíbles más allá del discurso retórico y coyuntural.

Una reciente encuesta de perspectivas del consumo, restringida y prestigiosa, indica que los ciudadanos se encuentran como el protagonista del cuento de Poe 'Manuscrito hallado en una botella': solos en cubierta, abatidos por una tempestad que sobrepasa sus fuerzas y rodeados de extrañas criaturas, apremiados por un sentimiento de desgracia y abocados a un final desconocido que escapa a su control. Solo creen en salvarse a sí mismos. Esto es una constante en las encuestas que se vienen publicando. Casi igual de rechazo produce Rajoy que Zapatero, casi la misma fatal de credibilidad sus propuestas.

El PP tiene pues, ante sí, un enorme desafío, mucho más allá que la cita con las urnas: dar soluciones y que éstas sean creíbles, ilusionar y motivar a una ciudadanía cansada, hacer frente a una nueva era que necesita reordenar sus bases. Cuáles vayan a ser éstas, es la cuestión, no tanto el viejo dilema entre solidaridad o seguridad, que también, aunque levemente distinto, sino sobre la presencia del Estado y la regularización o no en la gobernanza. Pero eso es lo que hay.