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El retiro de Amancio

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Que se retira? ¿Amancio? No, qué va, son cosas que se dicen. Él seguirá moviendo los hilos, igual que siempre. ¡Morirá con las botas puestas!». Una cantinela que se repite hasta la saciedad al hablar con los paisanos de Amancio Ortega, un gallego de adopción que nació en León, vivió en el País Vasco y ha recorrido los cinco continentes. Su pasión le llevó a romper moldes, cruzar fronteras y dejar siempre el pabellón de Inditex muy alto, con Zara como mascarón de proa. Cuenta con 5.000 tiendas repartidas por 77 países y ahora, con el timón aún caliente en las manos, anuncia que piensa ceder el mando de la presidencia a Pablo Isla.

Un delfín de 46 años, vicepresidente y consejero delegado desde 2005, que ha propiciado el desembarco del imperio textil en Asia y no ha vacilado en mojarse con la venta 'online'. Un digno sucesor que sabrá llevar el rumbo mientras Ortega, que está a punto de cumplir 75 años, vigila desde el puente de mando. Como dueño de un 60% de las acciones y miembro del consejo de administración, seguirá marcando tendencia. Ortega es mucho Ortega. Pero solo a la hora de trabajar, en el día a día abomina de los excesos.

Algo que tiene mucho mérito, sobre todo porque es el hombre más rico de España, segundo de Europa (detrás del francés Bernard Arnault, creador de LVMH, grupo empresarial que aglutina firmas de lujo como Dior, Loewe y Vuitton) y noveno del mundo. Su fortuna -según la revista Forbes, el 'quién es quién' de los potentados- ronda los 21.000 millones de euros pero, erre que erre, él se resiste a tirar la casa por la ventana. O al menos, lo justo y necesario. Ya puede disponer de un jet Bombardier Global Express XRS (valorado en unos 34 millones de euros), que nunca lo aprovechará para hacer viajes relámpagos a Moscú, visitar el museo Pushkin y, de paso, disfrutar de un fin de semana en el Ritz-Carlton por más de 7.500 euros.

No es un hombre impulsivo ni caprichoso; el avión se lo compró para optimizar su tiempo y el de sus empleados. Punto. «Amancio mantiene los pies en tierra. Es sencillo y sabe disfrutar de la vida. Yo diría que ante todo es una persona muy inteligente. ¡Extremadamente inteligente! No ha perdido sus raíces y ahí radica, en gran parte, la tremenda fuerza que tiene», reflexiona Covadonga O'Shea, autora de 'Así es Amancio Ortega, el hombre que creó Zara' (ed. La Esfera de los Libros). Eso explica que deteste volar y se aferre tanto a lo más cercano: el terruño gallego y la familia.

Su mote es 'Cholo'

En las cortas vacaciones que se permite -por lo visto, se aburre al cabo de tres días-, le gusta reponer fuerzas en su pazo de Anceis, a 12 kilómetros de La Coruña, una propiedad señorial que se remonta al siglo XVII. Allí no le faltan sus queridísimos prados, vacas y una piscina tamaño 'maxi' para el disfrute de los más pequeños. Ortega ya tiene tres nietos; todos de su hija Sandra, de 40 años, fruto de su primer matrimonio y casada con un trabajador de Inditex. No necesita emociones fuertes para desconectar; le basta sentirse rodeado por los suyos.

«Se lleva bien con unos y otros. Ya sean parientes de la primera mujer como de la segunda», recalcan fuentes cercanas al emprendedor de origen leonés. Su 'ex', Rosalía Mera, es la segunda empresaria más rica del mundo con un patrimonio de unos 2.800 millones de euros. Su actual cónyuge, Flora Pérez, lleva tiempo participando en las gestiones del consejo de administración de Inditex. Se nota su debilidad por las parejas capaces de arribar por sí mismas a buen puerto; no le cuesta nada compartir el protagonismo y admirar los aciertos ajenos. ¡Todo lo contrario! «Lo que le molesta es convertirse en el único centro de atención. Siempre insiste en recordar que lo suyo es un trabajo en equipo. El éxito no le ha cambiado, es de natural humilde», asegura Covadonga O'Shea.

'Cholo' -como le llaman en confianza, una abreviatura de 'pocholo'- permanece fiel a sus principios. Solo en la última década se ha permitido el lujo de soltar lastre, trivializarse un poco y dejarse ver entre la 'beautiful people'. Desde que la hija pequeña y futura sucesora -Marta Ortega, de 27 años- entró en la adolescencia y se ennovió con el vástago de José Bono para después emparejarse sucesivamente con dos jinetes (el catalán Gonzalo Testa y, desde 2007, el asturiano Sergio Álvarez), la vida de Ortega ha dado un vuelco que sobrelleva «con más o menos aguante», apuntan fuentes cercanas al fundador de Inditex.

Sus travesías veraniegas por las Rías Baixas en el Valoria -un yate de unos 40 metros de eslora- no pasan desapercibidas y la prensa local se hace eco puntualmente de todas las novedades y chismorreos. Que si le costó seis millones de euros, que si dispone de una plaza de amarre hasta 2027 en la localidad pontevedresa de Sanxenxo por la que habría pagado 420.000 euros, que si el chalé en un enclave con una media de 140.000 veraneantes y más de 150 hoteles -el triple que Santiago de Compostela- confirma sus gustos 'populares', que si... bla, bla, bla.

Nada fanático del Depor

El clan de los Ortega ni afirma ni desmiente, se resiste a entrar en el juego de los dimes y diretes. Se esfuerzan en obedecer la consigna de los Rockefeller, en la medida de sus posibilidades: 'En los periódicos lo mejor es aparecer en una breve reseña cuando naces, te casas y te mueres'. ¿Qué más da que digan que es un fanático del Depor? ¿Merece la pena indignarse si lo consideran el mayor accionista del equipo? «Rotundamente falso. No le disgusta el fútbol pero, oiga, ni muchísimo menos se le puede calificar de 'futbolero' y por supuesto que no ha invertido dinero en ese negocio. Bah, son habladurías, cosas sin importancia», aclaran en su entorno sin hacerse mala sangre.

Pelillos a la mar. Esta familia sabe afrontar reveses realmente serios -la discapacidad congénita de Marcos, el primogénito y único hijo varón de Amancio Ortega-, así que lo restante queda reducido a fruslerías. Bagatelas. Retales que se pueden tirar a la basura. Ellos se limitan a cumplir con su trabajo (se prevé un beneficio neto de 1.600 millones de euros, un 21% más que en el último ejercicio fiscal) y todo lo demás es barullo sin trascendencia. Será por eso que sienten pasión por los caballos y les ha salido una amazona: Marta, la benjamina y gran heredera. «Los obstáculos hay que superarlos uno a uno, sin soltar nunca las riendas». Otro de los lemas típicos de la familia.

El propio Ortega ha impulsado un centro de hípica en la población coruñesa de Larín. Se llama Casas Novas, tiene una superficie total de 30 hectáreas, acoge campeonatos internacionales y pasa por ser uno de los mejores de Europa. Como buen hijo de ferroviario, se empeña en que todo vaya sobre ruedas, a buen ritmo y con la meta muy clara. Ha recorrido al menos cuatro veces el Camino de Santiago -dos a partir de Roncesvalles y otras dos desde Sevilla- y ahora, casi seguro, no le faltarán fuerzas para repetir la experiencia. Todo sea por mantenerse en rodaje. Hasta el final.