Miguel Tendero se marchó de Las Ventas con dos silencios. :: EFE
Sociedad

El Puerto rompe con su tradición en la última de Madrid

Alberto Aguilar confirma alternativa en una corrida en escalera y muy deslucida

MADRID. Actualizado: Guardar
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Una corrida del Puerto de muy desigual traza. El toro de la confirmación de alternativa de Alberto Aguilar, muy astifino y en el tipo refinado de Lisardo, era una belleza. Todo lo contrario el último de corrida, de hechuras boyanconas, largo y alto, 650 kilos, el 7 en el brazuelo. Sólo los dos primeros tuvieron en común línea y escaparate. Pero el segundo fue protestado de salida: por falta de trapío probablemente, o por flojear, o porque parecería chico. El público de domingo en Madrid los prefiere grandes. El tercero, bajo de agujas y corto, fue de particular hondura. El quinto, cerca de los 600 kilos, lucía las hechuras jurasicas del primitivo toro de Parladé con predominio de sangre Ibarra.

El aire de un carro de combate y, sin embargo, cuajo de toro de lidia. De manera que se rompió la tradición escrupulosa de que la corrida del Puerto fuera de impecable remate. No salió mansa ni brava. Sólo que el de la confirmación de Alberto Aguilar mugía afligido al embestir y humillar, se había abierto sospechosamente en banderillas y se fue a tablas a los quince viajes.

Le faltó astucia para sacar de querencia al toro, que tuvo más nobleza que gasolina. Brioso el trasteo, y conmovedor porque Alberto es torero de corta estatura y, como la mayoría de ellos, de mucho corazón. No entró la espada hasta el cuarto intento.

El toro de la devolución de trastos se encontró a la mayoría del revés. No cundió la reclamación para devolverlo. Fue toro ingrato: flojo pero celoso o pegajoso, protestó en todas las bazas. Urdiales obró el milagro de dibujar dos o tres muletazos de categoría, se levantó el viento, no pudo ser. Una notable estocada a capón.

El tercero se frenó de salida, regateaba, salía a escape sin sujetarse. Valiente Miguel Tendero con el capote, rara la manera de perseguir al toro en huida, un airoso arranque de faena y parecía que sí, peor fue que no. Una buena estocada.

El afiladísimo cuarto no fue del gusto de la mayoría. Se oyó hasta algún miau de castigo. Tragó paquete Urdiales porque el toro, la cara arriba, pegó trallazos a final de viaje. Embestida defensiva. Sereno Urdiales ante sombrío panorama. Una estocada, dos descabellos. Con su aire de toro viejo, el quinto fue la sorpresa de la corrida. Pechos frondosos, inmensa cabeza frentuda, seria conducta en varas y en banderillas, y voluntad de emplearse. Toro a más.

El toro que cerró feria fue de los de doblarse y montar la espada. Y ninguna otra cosa.