Don Juan Carlos y Doña Sofía saludan de manera efusiva a los ciudadanos congregados ayer durante su breve recorrido a pie por el casco urbano de la localidad. :: ÓSCAR CHAMORRO
San Fernando

Los Reyes se dan un baño de cariño 'real' en un San Fernando entregado

Miles de isleños se dieron cita, desde bien temprano en el centro de la localidad, para aplaudir y vitorear a Don Juan Carlos y a Doña Sofía

SAN FERNANDO. Actualizado: Guardar
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Viernes. Once menos un minuto de la mañana. Tras más de hora y media de espera, María Gutiérrez cumple uno de los sueños de su vida, ver en primera persona a Sus Majestades los Reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía. Cualquiera lo diría. Ella, como miles de enfervorizados isleños, se sintieron ayer parte de la Familia Real. O al menos parientes lejanos, de esos a los que se les coge un extraño cariño aunque no se les vea en años.

La protagonista de esta crónica de ambiente 'real' en un viernes 24 de septiembre de 2010 en San Fernando se llama María, pero podría tratarse de cualquier otro de los ciudadanos que, desde bien temprano, esperaban ansiosos la llegada de los Reyes para participar en la conmemoración de la sesión parlamentaria, que gestó las Cortes Generales de 1810.

Ataviados con sus mejores galas, el entorno de la calle Real de la localidad se iba llenando poco a poco. Se acercaba la hora, y cualquier leve movimiento de los escoltas de la Casa Real, el disparo del obturador de uno de los múltiples reporteros gráficos acreditados, o un siseo de la marabunta era suficiente para despertar la ilusión.

Puntuales a su cita, una hilera de coches oficiales entre los que se encontraba el Mercedes Clase S blindado con el distintivo de la Corona en sus dos matrículas de los Reyes, hacían acto de aparición. El presidente del Congreso, José Bono, el del Senado, Javier Rojo, y el alcalde de San Fernando, Manuel María de Bernardo (que, en un momento del acto hizo entrega del bastón de mando de la ciudad al Rey para que se pudiera apoyar), eran los primeros en saludar a los invitados de honor. Numerosas personalidades esperaban a las puertas de la Iglesia Mayor, -con sus alrededores abarrotados-, y que se presentaba engalanada con los distintivos de la Casa Real y las banderas de España.

El éxtasis llegaba con la interpretación del himno. Con gritos de «¡guapos!, ¡viva el Rey y la Reina! o ¡majestad, majestad!», la pareja real paseó durante unos metros. Miguel López destacaba «lo estropeado que está Juan Carlos», con una familiaridad de mesa camilla, y casi todos coincidían en sus vestimentas. El Rey, sobrio, con traje azul y corbata roja; la Reina, acierto de pleno con la elección del riguroso traje de dos piezas en blanco.

Una visita que supo a poco

María seguía henchida de orgullo por haber estado a tan sólo un par de metros de Doña Sofía. «Mira que conjuntada va con el bolso y los zapatos. Y qué alto es él». Se repetían las expresiones de admiración, las interjecciones de ánimo, los agradecimientos y los aplausos en el minuto efímero del desfile, a pie, por la calle Real de San Fernando.

Al final de la mañana, muchos ciudadanos lamentaban lo efímero de su contacto con los monarcas. Algunos isleños se mostraron desilusionados por no haber podido estar más tiempo cerca de Don Juan Carlos y Doña Sofía, y criticaban «las dos horas que llevamos esperando para que pasen dentro del coche».

Como suele ocurrir, en este tipo de acontecimientos, la seguridad y el protocolo de las personalidades mandan sobre el horario y la cortesía. La Casa Real optó porque los Reyes salieran por una puerta lateral del Teatro de Las Cortes tras la conclusión de los discursos. Ello permitió que pudieran acceder directamente al coche oficial, cuya comitiva se desplazó a una velocidad reducida hasta las instalaciones de Capitanía.

En todo momento tanto Don Juan Carlos como Doña Sofía saludaron al numeroso público congregado en la calle Real, aunque lo hicieron con las ventanillas cerradas.

La mayoría entendía lo ocurrido: «Este hombre todavía está malo, y no puede andar tanto». Y es que los apenas 600 metros que separan el teatro isleño y el edificio de la Armada se hicieron largos para algunos de los invitados, entre los que estuvieron La Chispa, la viuda de Camarón, y Niña Pastori.

Allí se celebró durante algo menos de una hora el cóctel oficial, a cuya entrada se formó una pequeña aglomeración de invitados, dado que algunas de las personalidades, que estuvieron en el Teatro de Las Cortes, carecían de acreditación para el ágape. El inconveniente fue resuelto con diligencia por el servicio de protocolo, que poco a poco fue dando salida a las autoridades ante la mirada atónita de unos ciudadanos que no olvidarán su día grande.