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La alucinación roja

La selección ha proyectado hacia el mundo la imagen de lo que no somos

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En la última novela de David Baldacci ('Toda la verdad') la trama gira en torno a la pretensión de un 'lobby' armamentístico de sugestionar a la opinión pública mundial con el temor al retorno de la guerra fría. El que los publicistas de la editorial señalan como escritor preferido de los presidentes Clinton y Bush, y ahora de Obama, fantasea con la ficción de una compañía especializada en generar la certeza, a escala planetaria, de que ha regresado la «amenaza roja» y el consiguiente riesgo de una confrontación entre EE UU y Rusia. En el fondo del 'best seller' no late otro empeño que la ambición de activar el jugoso comercio de armas, un tanto languideciente pese a las guerras que salpican el globo. Pero el acierto argumental de Baldacci es la figura de Richard Pender propietario de una de las mejores agencias del mundo en G. P. (Gestión de Percepción) especializado en crear verdades virtuales con treinta personas y unos cientos de ordenadores. Porque esa es la gran batalla diaria entre los grandes equipos comunicacionales de partidos, empresas, 'lobbys', gobiernos, y conglomerados varios: gestionar la percepción, la opinión dominante, el sentir mayoritario, el juicio popular.

Pero ni la más prodigiosa empresa de G. P. habría podido crear en España la ilusión roja, o más bien, la «alucinación roja» que un grupo de futbolistas que debieron nacer con las botas puestas y un tipo de Salamanca con bigote y algo de retranca han logrado allá por donde los barcos doblan el cabo de Buena Esperanza. Ellos han proyectado hacia el mundo, pero especialmente hacia nuestra propia percepción de la realidad, justamente lo que no somos y probablemente ni siquiera nos gustaría ser. Un bloque unido sin fisuras; un grupo comprometido con el futuro y sin hipotecas emocionales del pasado. Sin cuentas pendientes entre ellos. Que no ve a España como lastre sino como trampolín. Que se ha liberado de los complejos de las grandes derrotas de la historia y han conseguido ensamblar las habilidades individuales para perseguir y lograr un objetivo común. Que son la selección de los mejores, no de 'los míos' y que operan de fuera hacia adentro como fuerzas centrípetas y no viven del victimismo centrífugo sino de la acción creativa que culmina por la escuadra y en un ovillo de camisetas rojas en el césped.

Durante los últimos años los 'gestores de percepción' que rodean a Zapatero han perpetrado una gran operación para proyectar la imagen de un país suficiente para mirar por encima del hombro a la superpotencia, alcanzar la vanguardia del laicismo, de lograr la cuadratura de la unión y la disociación; para vivir del ladrillo y soñar con Silicon Valley. Hasta que ha pinchado la burbuja de la percepción falsa y únicamente nos queda la amarga resaca de que 'La Roja' no somos nosotros. Son ellos, los futbolistas.