PAN Y CIRCO

MI ABUELO

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Mme ha dado este Mundial por ponerme sentimental. Ya una tiene una edad, lleva a sus espaldas varios campeonatos del Mundo de fútbol y pensaba que llegar a una final, jamás lo viviría. Conforme la selección española ha ido superando partidos, con más fuerza me he ido acordando de los que ya no están. A mi abuelo le debo el haberme enseñado en el 82, la pasión por el fútbol. Recuerdo que me tragué con él los encuentros del combinado nacional, con aquella plantilla compuesta por Arconada, Satrústegui, Zamora, López Ufarte... Mi abuelo era de los que formaba parte, como todo el país, del victimismo reinante. ¡Lógico si tenemos en cuenta que estos «señores» nunca habían ofrecido alegrías! Ese pesimismo se mantenía para la cita más prestigiosa, puesto que siempre nos echaban en cuartos, si es que no antes. Y encima las eliminaciones en general venían rodeadas de un aureola de mala suerte que clamaba al cielo. Por supuesto, la culpa «siempre» era del árbitro. La prueba mas evidente, el codazo de Tassoti a Luis Enrique. Me recuerdo a mí misma indignada por la ceguera del colegiado, encolerizada por la sangre que manaba de la nariz del asturiano, mientras mi abuelo me repetía que el problema era que España no valía para nada, ni siquiera para ser pícaros como los italianos. Siempre lo resolvía todo con un «qué malos son». Y no le faltaba razón porque no se explica que gente tan buena no haya sido capaz de brillar con la Roja. Siempre lo hemos achacado a la falta de mentalidad ganadora. Esta nueva generación afortunadamente es, además de espectacular, ambiciosa. Han nacido optimistas, seguros de sí mismos y disfrutan comiéndose el mundo. Daría lo que fuera porque mi abuelo pudiese estar mañana sentado en su butaca viendo una final con España como protagonista y, ¡encima de favorita! Seguro que diría «menuda suerte hemos tenido». «Sí abuelo, la de los campeones».