Ismeli Iglesias, médico de Fariñas, lee el diario oficial 'Granma'. :: EFE
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Fariñas, incombustible luchador

El disidente asegura tras dejar su huelga de hambre que el Gobierno cubano ha abierto una puerta que «ya nadie puede cerrar»

LA HABANA. Actualizado: Guardar
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La salud de Guillermo Fariñas, calificada de «grave» la semana pasada, ya no pende como una espada de Damocles sobre el régimen cubano. El ex militar, psicólogo y periodista independiente sigue delicado con un trombo en sus venas -que podría ser mortal-, pero ha experimentado una ligera mejoría y ha comenzado a beber agua. Aunque asegura que si Castro no cumple sus promesas, volverá a ayunar.

La semana pasada, el diario oficial 'Granma' informaba del riesgo de su muerte. Él se mantuvo firme en su lucha y rebajó de 26 a una docena los presos enfermos que quería ver libres para volver a comer. Su cesión en el número de opositores que pretendía que fueran excarcelados se produjo tras la puesta en libertad de Ariel Sigler y el acercamiento de doce disidentes a cárceles de sus provincias de origen.

Pero el sorpresivo anuncio de la progresiva liberación de los 52 reclusos del Grupo de los 75 que continúan detenidos desde 2003, junto al rosario de peticiones para deponer su protesta cursadas por la Iglesia católica, España y sus mismos correligionarios, acabaron por convencer a Fariñas de dejar su ayuno. «Nosotros no queremos hacer ningún tipo de presión porque nuestro interés es tener a nuestros hermanos libres, ya sea dentro o fuera de Cuba», explicó el psicólogo en un comunicado.

Sin embargo, aclaró que pospone la huelga de hambre y sed «hasta el 7 de noviembre». También consideró que el régimen ha abierto «una puerta que no quería abrir». «La presión internacional, las circunstancias sociales, políticas y económicas dentro del país y el momento histórico que se está viviendo, le han llevado (al Ejecutivo) a tener que dar el paso. Ya nadie puede cerrar esa puerta», argumentó.

Han sido más de cuatro meses de tensión y presión internacional a Cuba desde el 23 de febrero, cuando murió Orlando Zapata tras 83 días sin ingerir alimentos. Al fallecimiento del opositor se unió la protesta emprendida por Fariñas un día después y la oleada de críticas por la represión a las Damas de Blanco en la semana del séptimo aniversario de las condenas de sus esposos, padres o hijos.

No aceptar presiones

Una máxima del Gobierno comunista es no aceptar presiones de ningún tipo. De ahí que la intervención de la jerarquía católica cubana logró, sin exigir nada a cambio, que las Damas pudieran marchar los domingos. Después llegó la esperanza tras una reunión entre Raúl Castro, el arzobispo de La Habana -el cardenal Jaime Ortega- y el presidente de la conferencia episcopal -monseñor Dionisio García-.

Los buenos oficios del ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, al convencer a sus colegas de la UE de posponer hasta septiembre la votación sobre la posición común hacia la isla, rebajaron también la presión sobre Cuba. Precisamente el presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek, agradeció ayer a Fariñas su actitud y aseguró que su huelga de hambre ha ayudado «enormemente» a la causa de «aquellos que han sido perseguidos» por el régimen cubano.

Félix Bonne, nombrado por el periodista independiente su sucesor si llegaba a fallecer a causa del ayuno, señaló que «al parecer el Gobierno cubano actual está adoptando una línea pragmática». «Esperemos que esto ahora sea una línea de comprensión para todos los que no pensamos como el Ejecutivo», confió.

Castro busca con las liberaciones un poco de oxígeno para dedicarse a otro asunto mucho más grave y preocupante para el Ejecutivo: la peor crisis económica desde que a comienzos de los años 90 se disparara el llamado 'período especial'. Para el disidente Oscar Espinosa Chépe, «la crisis económica ha hecho cambiar sus tácticas».