Obama, junto al vicepresidente Biden, el secretario de Defensa Gates y los responsables militares, ayer. :: REUTERS
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El Ejército cierra filas con Obama

El responsable del Pentágono y el jefe del Estado Mayor comparecen juntos para apoyar sin reservas el relevo de McChrystal

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Por si quedaba alguna duda sobre la confianza del Ejército en el Gobierno de Barack Obama tras la salida de tono del general Stanley McChrystal, el secretario de Defensa, Robert Gates, y el jefe del Estado Mayor, almirante Mike Mullen, comparecieron ayer de forma conjunta para apoyar sin reservas la decisión del presidente, que la víspera relevó al mando en Afganistán.

«En mi experiencia de tres años y medio al frente del Pentágono he de decir que no he sentido ninguna tensión en mi relación con los líderes uniformados u otra gente en las filas», aclaró a título personal Robert Gates. «Desde mi punto de vista esto (el 'caso McChrystal') es una anomalía, no un problema sistémico».

Según fuentes de la CNN, Gates había defendido la continuidad de McChrystal al frente de las tropas en Afganistán hasta que comprendió que su caída era inevitable. Inicialmente el jefe del Pentágono consideraba que pese a los irreverentes comentarios que hizo el defenestrado general a la revista 'Rolling Stone', McChrystal seguía siendo el mejor hombre para ganar la guerra en el país centroasiático. La Casa Blanca, sin embargo, entendía que si el presidente no tomaba la drástica decisión de relevarle de inmediato daría una señal de debilidad no sólo ante el Ejército sino ante sus enemigos y a sus aliados.

Junto a Gates, el almirante Mullen deploró «la falta de respeto» mostrada por el general a la autoridad civil. «El Ejército es un instrumento neutral», afirmó. «No tenemos el lujo de introducir la politización en nuestra misión», añadió.

Antecedente

Mullen recordó haber tenido ya esa conversación con McChrystal cuando el ex responsable de las fuerzas en Afganistán se salió de la línea el año pasado durante una conferencia de prensa en Londres, donde desestimó la efectividad de algunas propuestas para ese país que aún evaluaba el presidente. «Entonces se le dieron instrucciones claras y como general de cuatro estrellas se esperaba que las cumpliera», señaló.

Ambos lamentaron profundamente «las circunstancias que han hecho necesaria esta decisión», pero coincidieron en que el «terrible error de juicio» cometido por el alto oficial resultaba «inaceptable» y hacía que su servicio fuera imposible de mantener. Hasta el hombre que le ha relevado en la misión más importante de las Fuerzas Armadas estadounidenses insistió ayer en que «es muy triste que tenga que asumir el mando de esta manera», manifestó el general David Petraeus.

Ninguno de los mandos supo explicar lo que no logran entender los expertos: en qué estaba pensando McChrystal cuando hizo esas declaraciones explosivas a la revista y ni siquiera intentó evitar que salieran publicadas, pese a haber sido consultado por el editor de 'Rolling Stone'. «No trató de explicarlo, sólo admitió que había sido una terrible decisión», dijo Gates.

Prueba de lo desconectado de la realidad que estaba el general McChrystal es que cuando el escándalo saltó a la prensa de medio mundo y fue convocado urgentemente a Washington todavía indicó a un periodista de Associated Press no tener ninguna señal de que le fueran a despedir. El miércoles, cuando subía los escalones del Pentágono, otro informador le preguntó si traía escrita su carta de dimisión. «Oh, vamos, tú deberías saber mejor cómo funcionan estas cosas; por supuesto que no», le contestó. Dos horas después tuvo que ponerla sobre la mesa del Despacho Oval, donde Obama la aceptó con una celeridad que no se le conocía.