Familiares de Ronnie Lee Gardner participan en una vigilia momentos antes de su fusilamiento en la prisión estatal de Utah, en Draper. :: EFE
MUNDO

El fusilamiento de Gardner no altera a EE UU

«No salía sangre y ni siquiera se escuchó un grito del condenado», relató un testigo del ajusticiamiento en la cárcel estatal de Utah El reo que eligió su forma de morir apenas hizo un gesto con un brazo antes de recibir el impacto de cuatro disparos

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Oculto en la oscuridad a seis metros de distancia, el pelotón de fusilamiento integrado por cinco agentes voluntarios cumplió su trabajo de manera precisa poco después de la medianoche del viernes en la prisión de Draper, en el estado de Utah. Ronnie Lee Gardner, el condenado a muerte que prefirió las balas a la inyección letal, apenas si tuvo tiempo de hacer un par de movimientos cuando una voz anónima hizo una rápida cuenta atrás del cinco al uno. Segundos después de la andanada de rifles Winchester el médico de la cárcel certificó el fallecimiento del reo, que se había pasado los últimos 25 años en el corredor de la muerte. Como en tantas otras ocasiones, su historia -muy llamativa por haberle sido permitido elegir el modo de morir- ha vuelto a levantar las críticas a nivel internacional sobre la situación de la pena capital en Estados Unidos, pero apenas si ha tenido repercusiones dentro del país.

«Pensé que debería estremecerme, pero no lo hice. Fue tan rápido, una décima de segundo, que llegué a preguntarme si realmente había sucedido. No salía sangre, ni siquiera se escuchó un grito del condenado», describió a la agencia Associated Press uno de los pocos testigos del negro ritual y cuya identidad no ha sido revelada. Como ocurre siempre en este tipo de ejecuciones, se había planificado al milímetro hasta el último detalle. Desde el modo en el que el condenado y sus acompañantes debían dirigirse hacia al lugar del fusilamiento, en rigurosa fila india y sin pronunciar palabra, hasta la forma en la que el reo debía ser inmovilizado frente al paredón, con una diana de papel cosida en corazón y los brazos pegados a los lados. Ninguno de los familiares de Gardner se encontraban en la sala por deseo expreso del condenado.

Segundos antes del impacto de las balas, el pulgar izquierdo de Gardner se juntó con su dedo índice. Luego cerró el puño y su brazo se alzó lentamente como si estuviera levantando algo hasta que lo dejó caer. El movimiento se repitió, según el testigo. Aunque el oscuro mono azul de la prisión impedía verlo con claridad, la sangre pareció correr alrededor de su cintura.

Sólo dos minutos

El silencio era ensordecedor. El médico le tomó el pulso a ambos lados de su cuerpo. A continuación, abrió sus ojos y examinó las pupilas con una linterna, ofreciendo un breve destello de su tez casi blanca. «Sólo dos minutos habían pasado desde que se realizaron los disparos, pero yo sentía como si todo hubiera transcurrido a cámara lenta», explicó el testigo.

Alrededor de una hora después, los responsables de la prisión permitieron a los medios de comunicación inspeccionar la sala. Había un fuerte olor a lejía, pero ni un solo rastro de sangre. La única evidencia de que allí se había producido la ejecución eran cuatro orificios de bala en los paneles de madera negra donde había sido inmovilizado sobre la silla.

Entre las pocas voces críticas con esta nueva ejecución, la directora del seminario de pena de muerte en la Facultad de Derecho de la Universidad de California, Elisabeth Semel, calificó la acción como un acto «bárbaro» y consideró que la sentencia está vinculada con la religión mormona que domina a Utah que establece el 'ojo por ojo'.

El fusilamiento del Gardner es el tercero que se realiza en el país desde que el Tribunal Supremo restableció la pena de muerte en 1976. Los dos casos anteriores también se registraron en Utah en 1977 y en 1996. De las últimas 49 ejecuciones realizadas en esa zona del país desde 1850, cuarenta han sido por fusilamiento. Con la muerte de Gardner, ya son 1.217 los convictos ejecutados en EE UU en los últimos 34 años.