Secuencia de imágenes de la fotógrafa alemana Barbara Probst, tomadas en 2003 en la 7ª Avenida de Nueva York. 0
Sociedad

Tres exposiciones y un destino

La Gran Manzana del pecado, Nuevos Realismos y el universo de Miralda, el menú estival del Museo El Reina Sofía llenará, y calentará, Madrid este verano con un provocador programa

MADRID. Actualizado: Guardar
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¿Un crucero por el Nilo?¿De Moscú al Pacífico en Transiberiano? ¿A por la resaca del Mundial de Sudáfrica? ¿A la sombra de las palmeras de Guayaquil? ¿Al sol de las Islas Afortunadas? Por fin toca elegir refugio para invertir los valiosos y volátiles días de vacaciones. Propuestas hay muchas, infinitas. Sin embargo, incluso el día en que sea posible veranear en la luna, el destino que permitirá conocer más lugares, culturas y sensibilidades; el que transportará los sentidos y el espíritu más lejos, hasta en el tiempo; el más confortable, relajado y económico seguirá siendo... un buen museo. De hecho, el Reina Sofía ha preparado para estos meses de chanclas y bochorno un refrescante paquete de tres exposiciones con todo incluido: instalaciones de lujo, fotografías, vídeos, esculturas, propuestas gastronómicas revolucionarias... desplazarán al visitante de Madrid a París, dando un placentero rodeo por Londres o Estados Unidos. En un abrir y cerrar de ojos. O incluso sin él: no parpadeará.

'Manhattan, uso mixto. Fotografía y otras prácticas artísticas desde 1970 al presente', 'Nuevos Realismos: 1957-1962. Estrategias del objeto, entre readymade y espectáculo' y 'Miralda. De gustibus non disputandum' son las tres nuevas razones de peso -algunas piezas figuran en el Guinness por su descomunal tamaño- para pisar este verano Madrid y su Centro de Arte Moderno y Contemporáneo. Ahí dónde se ve, a un paso de la estación de Atocha y apenas a dos de la Cibeles o El Retiro, es el tercero más reputado del mundo, sólo por detrás del MoMA de Nueva York y el Pompidou de París. Y por delante del Guggenheim. Los genios de Dalí, Picasso, Miró, Juan Gris, Richard Serra... habitan allí de forma permanente y no faltan tampoco huéspedes temporales de parecido lustre. De hecho, las tres colecciones que llegan este mes de junio sabrán estar, sin duda, a la altura de los 776 centímetros del Guernica.

'Manhattan, uso mixto. Fotografía y otras prácticas artísticas desde 1970 al presente'

La primera exposición ya puede disfrutarse. 'Manhattan, uso mixto. Fotografía y otras prácticas artísticas desde 1970 al presente' ha sido inaugurada esta semana y permanecerá en la cuarta planta del antiguo hospital de Sabatini hasta el 27 de septiembre. Desde allí y por sólo tres euros, cualquiera puede volar con su imaginación, la compañía más veloz y segura, hasta la ciudad de los rascacielos. Comisariada por Lynne Cooke y Douglas Crimp, la muestra recorre el Nueva York de las últimas cuatro décadas, el de la desindustrialización, y la degeneración. Prepárese el visitante para dejarse desconcertar por una metrópoli en crisis -entonces y ahora- que, sin embargo, derrocha un potencial estético impresionante. El sida, el sexo, el arte, la belleza, el amor, la bohemia... eclosionan con virulencia en una época tan fructífera en lo artístico como destructiva en lo humano.

1976. El maestro de la fotografía en blanco y negro, Peter Hujar, dispara con nocturnidad y alevosía el West Side de Manhattan, entre Central Park y el Río Hudson. Imágenes desoladas para los ojos, abigarradas para el intelecto. No asoman en ellas los millones de transeúntes que atestan la urbe. Para el autor de la morbosa 'Candy Darling on her Deathbed' (Candy Darling en su lecho de muerte), Nueva York se impone como uno de los lugares más solitarios del planeta. Y así lo dibujan sus obras, limpias de toda interferencia entre el elemento capturado y el sentimiento del espectador. Lo más recargado en ellas es la expresividad de los rostros y gestos que las protagonizan.

Alvin Baltrop no necesitaba fotografiar de noche para hacer emerger los fondos más oscuros del Hudson. Nacido en el Bronx, le asiste una genética natural para apresar la cruz de la cara Este americana. Sus instantáneas reflejan sobre los muelles del río un cielo gris de drogaditos, asesinos, suicidas, fugitivos, orgasmos robados... Difícil encontrar en tales dominios de lo indeseable la gloria. El maestro de la decrepitud la estaba buscando cuando le sorprendió la muerte a los 56 años. 2004. Sólo tras su desaparición, irrumpió su obra en los circuitos del arte. De hecho, buena parte de las imágenes que incluye la exposición del Reina Sofía se muestran por vez primera en la pinacoteca madrileña.

Menos esquivo se comportó el éxito con David Wojnarowicz. En 1978, con sólo 24 años, retrató a un hombre cubierto por una careta de Rimbaud. El protagonista de aquella serie no sólo adoptaba el rostro del escritor francés. También su vena lírica y decadente. No en vano, Wojnarowicz es reconocido hoy como uno de los mejores poetas visuales del siglo XX, a medio camino entre la pasión del verso y el realismo desencantado.

La metáfora, y la moraleja, agitan también el Big Bang creativo de Zoe Leonard. Tras curtirse una temporada en Alaska, la fotógrafa de los contrastes regresó a su Nueva York natal y se encontró una prisión de árboles cercenados, constreñidos entre vallas de metal. Por poco tiempo. En sus instantáneas, la madre Tierra sale en defensa de sus hijos y planta cara a la civilización. La materia prima se impone sobre la industria y la manufactura. Las máquinas producen coches en cadena, medicinas, ordenadores... pero también miseria, debilidad, adocenamiento... frente a una Naturaleza que vuelve a hacerse fuerte, se venga y deja en evidencia la vulnerabilidad del hombre moderno.

'Nuevos Realismos: 1957-1962. Estrategias de objeto, entre el readymade y el espectáculo'

El viaje por el arte contemporáneo avanza y retrocede un poco más en el tiempo. De los setenta a los sesenta. 'Nuevos Realismos: 1957-1962. Estrategias de objeto, entre el readymade y el espectáculo' se estrena este miércoles en el Reina Sofía y rinde tributo a otro grupo de creadores internacionales que, fuera de los circuitos oficiales, marcaron las pautas del arte de vanguardia en un periodo cuajado de severos cambios como lo fue la posguerra.

Más próximos al Dadaísmo que al Pop Art, unidos por una inquietud más fuerte que sus marcadas diferencias, Raymond Hains, Jasper Johns, Yves Klein, Christo, Arman, Giuseppe Pinot Gallizio, Piero Manzoni, Francois Dufrene, Jacques de la Villeglé, George Brecht, Jim Dine, Martial Raysse, Jean Tinguely, Daniel Spoerri, Niki de Saint Phalle, Robert Rauschenberg, Mimmo Rotella, Cesar, Roy Lichtenstein, Claes Oldenburg, Allan Kaprow, Ben Vautier, Andy Warhol o Robert Filliou... interpretan el mundo como una imagen, de la que ellos roban pedazos para trasladarlos a su obra. Se entregan al Realismo para derrotar a la abstracción, aspiran a la fusión creativa entre la vida y el arte. Adiós al objeto. Ocupan su lugar gestos grandilocuentes convertidos en acciones.

Las plasmaciones más impactantes de aquellas inquietudes, las de quienes firmaron en 1960 el Primer Manifiesto del Nuevo Realismo, pueden contemplarse hasta el 4 de octubre en Madrid. La exposición, de la que Julia Robinson es la comisaria, incluye, además de fotografías, escritos y material documental, sendas películas que ponen movimiento a otras tantas colecciones de Yves Klein y Jean Tinguely.

'Miralda: de gustibus non disputandum'

La realidad supera a la ficción. O se la engullirá directamente en el Reina Sofía a partir del 24 de junio. 'Miralda. De gustibus non disputandum' se llama su tercera propuesta y conviene recorrerla con cuidado porque, si es verdad que se come con la vista, engordará. Adicta a la polémica, la pinacoteca moderna programa una retrospectiva de la provocadora, cuando no disparatada, obra del escultor catalán. El mismo al que se le ocurrió pintar con chocolate las paredes de una prestigiosa galería, que en 2005 dio que hablar a las malas lenguas con los cientos que plasmó en un inmenso mural o que ha seguido la pista -más bien el olor- de los excrementos de la civeta de Indonesia, que come granos de café y los expulsa con sus heces para fabricar el mejor torrefacto del mundo.

La sorpresa como afrodisíaco de la estética. La provocación como preludio del gusto. La participación del público como manifestación en pos de la democracia en el arte. El humor como sedante para golpear más hondo... Gusto frente a un mundo ultra avanzando que sólo da disgustos. De todo ello bebe, y se alimenta, y se empacha Miralda.

Su menú degustación, con todos los platos fuertes y picantes de sus cuarenta años de trayectoria, se sirve hasta el 11 de octubre en el Palacio Velázquez del Buen Retiro. Construido como pabellón central de la Exposición de Minería celebrada en Madrid en 1883 y cedida ahora al Reina Sofía para colecciones temporales, sus bóvedas de hierro se quedarán casi pequeñas para acoger las voluminosas piezas del escultor: soldados, dibujos geométricos, el zapato góndola de nueve metros, la Santa Comida.... incluso el 'Honeymoon Project', con el que entre 1986 y 1992 casó a la estatua barcelonesa de Colón con la de la Libertad neoyorquina.

Aquello sí que fue una pareja de altura. Explosiva. Polémica. Todavía hoy, sólo la supera el trío propuesto por el Reina Sofía para este verano. Tres exposiciones y un destino extraterrestre: el universo artístico. Que suba la temperatura.