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El agujero de Inglaterra

Una cantada monumental del portero Green propicia el empate de EE UU y menoscaba la autoridad del equipo de Capello

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Inglaterra debutó ayer con un triste empate ante Estados Unidos, que salió respondón y complicó la vida a una selección que no supo resolver un encuentro que se le puso de cara nada más arrancar el choque. El gol de Steve Gerrard anunciaba una tarde plácida para los británicos, cómodos en la piel de favoritos, hasta guapos con su camsieta blanca, que no les llegaba al cuello en los últimos minutos. Los americanos demostraron tener más fútbol que nombre y sacaron un punto que les permite soñar con el segundo escalón de su grupo.

Inglaterra debería aprender de Rusia. ¿Que hace falta un base para ganar el Eurobasket? Se nacionaliza a Holden. Un decreto exprés de Putin permitió al norteamericano hacerse con el pasaporte ruso en un abrir y cerrar de ojos. Tome usted y juegue. Pues bien, la portería inglesa es un horror. Ayer no estaba David James, el 'Calamity James', sino Green, que viene a ser lo mismo. Una calamidad con guantes que se tragó un tímido disparo de Dempsey e hizo que a más de uno se le cayera la pinta de la mano. David Cameron, flamante primer ministro británico, está a tiempo de nacionalizar a un portero decente.

El partido empezó de la mejor forma posible para Inglaterra. Una indecisión de la zaga estadounidense, unida al hurto de cartera de Heskey a Demerit, permitió a Gerrard pisar el área y definir con clase ante Howard. El cielo se abrió para Capello y los suyos, que intuían una noche plácida para confirmar su condición de favoritos. Enseñaron el escudo a EE UU y creyeron que se iban a quedar admirándolo. Los americanos se fueron hacia arriba, se hicieron con el balón y empezaron a intimidar a Green. De hecho, en el minuto 19 Altidore no llegó a rematar un delicioso centro de Donovan, que comandó a su equipo en los momentos clave del encuentro.

Capello colocó en el centro de operaciones inglesas a Gerrard y Lampard, que cumplieron con los mandamientos del italiano, aunque pagaron caro el corsé táctico. El medio del Liverpool estuvo a la altura, generoso en el despliegue físico y con presencia en ataque, mientras que el del Chelsea estuvo desaparecido e intrascendente. Jugó demasiado restrasado, por delante de los centrales, y si no merodea el área rival su fútbol pierde enteros y se vuelve inofensivo. Estados Unidos seguía creando peligro a balón parado y estaba a gusto con el balón. A falta de un cuarto de hora para el final de la primera parte, la posesión de los americanos era de un 60%. Y entonces apareció la figura de Green, que condicionó el resto del choque. Dempsey agarró la pelota y tiró desde su casa, más o menos. El guardameta del West Ham tuvo tiempo de tomar el té de las cinco y volver, pero ayudó que el esférico besara la red de una manera incomprensible. Iba llorando y entró llorando.

Capello no dijo nada, pero lo pensó; las cámaras pillaron a David Beckham, impecablemente trajeado, decicándole una mirada asesina a Green; y el resto animó como pudo a un guardamenta que se pasó el resto del partido pensando en lo que le había pasado. Ni siquiera una buena parada a Altidore en la segunda mitad, que rebotó en el poste derecho de Inglaterra, pudo quitarle el mal sabor de boca.

La charla del técnico italiano dio resultado y los ingleses salieron con otro aire tras el descanso. Comprendieron que no iban a ganar a EE UU con la camiseta y empezaron a cercar la meta de Howard. Rooney, desaparecido durante los primeros 45 minutos, dio señales de vida y decidió a bajar por la pelota y hacer de aguador. Y el que la tuvo fue Heskey, asistente en el tanto de Gerrard, que se plantó solo ante el guardameta estadounidense y tiró al muñeco.