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«Un pañuelo usado para tirar a la papelera»

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«La decisión no tiene valor» y debería tirarse «a la papelera como un pañuelo usado». Mahmud Ahmadineyad, de viaje oficial a Tayikistán, no tardó en reaccionar a la aprobación del nuevo paquete de sanciones aprobado por el Consejo de Seguridad contra Irán. Es la cuarta vez que el programa nuclear persa, resucitado tras la llegada del dirigente ultraconservador a la presidencia en 2005, es objeto de castigo por parte de una comunidad internacional que sigue sin confiar en el «carácter exclusivamente civil» de los planes atómicos de Teherán.

El mandatario persa, que comparó las sanciones con «moscas latosas», aseguró que Irán se mantendrá firme, ya que «tenemos paciencia, hemos aguantado muchas cosas y también resistiremos esta vez». Desde la oficina de Exteriores, el portavoz, Ramin Mehmanparast, declaró a la cadena en lengua árabe Al-Alam que se trata de «una medida equivocada para resolver la cuestión nuclear. Complicará aún más la situación». «Nada va a cambiar, Irán continuará con sus actividades de enriquecimiento», resaltó el enviado de Teherán ante la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Ali Asghar Soltanieh. Lo que sí podría variar es la actual cooperación con el organismo internacional, ya que algunos parlamentarios radicales exigieron una respuesta a este «gravísimo asunto». Teherán parece perder el favor de grandes potencias como China y, sobre todo, Rusia, que finalmente no vetaron las medidas abanderadas por Estados Unidos. El cambio ha tenido respuesta en las calles de Teherán, en las que el tradicional grito de «Marg bar America» (Muerte a América), vigente desde los años ochenta, ha sido sustituido por los de «¡Muerte a Rusia!» y «¡Muerte a China!». El sector más duro del régimen islámico -que es el que ejerce el poder- no ha dudado a la hora de adoctrinar a sus seguidores e incluir a estos dos países en la cada vez más larga lista de enemigos. El retraso eterno por parte de Rusia en la finalización de las obras de la central de Busher y los acuerdos de China con Arabia Saudí para reducir el volumen de compra de petróleo persa han dinamitado las relaciones entre los antiguos socios.