Alfonso Armada, en 1981. / Archivo
DOCUMENTACIÓN

Los protagonistas del 23-F

Alfonso Armada colaboró con Antonio Tejero y Ricardo Pardo en la intentona olpista de 1981

MADRID Actualizado: Guardar
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Casi tres décadas. Veintinueve años para ser exactos. ¿Qué queda del 23-F? En la historia de España, la intentona golpista de 1981 es un episodio negro más, rodeado de tantas incógnitas como versiones de los acontecimientos se suceden cada aniversario, o de los papeles que jugaron sus protagonistas y sus alter ego en la sombra de una España en zozobra.

Los alumnos de 1ª de la ESO, por ejemplo, aún no saben de qué va el asunto, entretenidos como están en aprender las capitales de los cinco continentes. Con 12 o 13 años, parecen demasiado jóvenes para bucear en los vaivenes del país que los educa. Tampoco se lo enseñan. Y de Franco, la mayoría sólo saben chistes fáciles. Pero no se trata ahora de cuestionar la enseñanza.

Es evidente que una gran mayoría de los ciudadanos españoles guarda en su retina las imágenes insólitas de aquel Tejero con tricornio y bigote empuñando la pistola en el Congreso de los Diputados. «¡Quieto todo el mundo. Todos al suelo!». Todos excepto el presidente en funciones, Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, que se mantuvieron firmes en sus escaños desoyendo al teniente coronel. Como una Santa Trinidad, ironías de la vida. Luego de horas de espera y de angustia, por fin el Rey desencogió los estómagos de los españoles y relajó sus nervios al anunciar de madrugada el aborto de ese golpe, ilegítimo y bastardo, descendiente de una joven e inexperta democracia nacida tras cuarenta años de dictadura.

Quedan ya lejos los juicios militares y civiles y las estancias entre rejas. Por eso, los pocos golpistas que sobreviven prefieren guardar silencio, porque ya hablaron o escribieron o porque el 'honor' les impide contar del todo la verdad, desvelar los nombres de traidores y contratraidores. El ex general Alfonso Armada Comyn y el ex comandante de Infantería Ricardo Pardo Zancada cogen el teléfono. El teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero hace años que guarda un mutismo absoluto.

Alfonso Armada Comyn

Fue uno de los actores principales, aunque siempre lo negara «cual Judas», como han dejado escrito algunos de sus detractores. A sus 90 años, no tenía incoveniente en ponerse al teléfono. Se mostró amable, respetuoso, educado y parco en palabras. Apenas da opción a revisar la historia. Pasó página o la historia le obligó a pasarla.

-Lo recuerdo muy bien, aunque me parece lejano.

-Nunca va a admitir que usted era el 'elefante blanco' que esperaba Tejero en el Congreso para presidir el nuevo Gobierno.

-Señora, por lo que me dice usted, parece que está hablando con un extraterrestre.

-Son ustedes los que dicen las cosas, están totalmente perdidos por el mundo.

Su enfado es visible, pero su tono de voz se transfigura al preguntarle por su estado de salud. «Me encuentro perfectamente». Y añade casi sin respiro: «Ponga usted que doy gracias a Dios por todo lo que me ha sucedido en esta vida».

Ya más calmado, cuenta que dedica el día a cuidar de su familia «y a cuidarme». Desde luego, la agilidad la demuestra en los pocos segundos que ha tardado en levantarse de su sillón y acercarse al teléfono que ha descolgado su asistenta.

-Me levanto a las ocho de la mañana, voy todos los días a misa y me dedico a vegetar.

Armada Comyn, marqués de Rivadulla, contaba con una extensa familia, 10 hijos, 25 nietos y 12 biznietos, de la que hablaba con el mismo orgullo que de las camelias que cultiva en su pazo gallego. «Las camelias están muy bien, también gracias a Dios, tenemos muchas especies». Lo decía entonces, cuando se cumplían 25 años del 23-F, como si las estuviera viendo y oliendo, disfrutando desde Madrid de ese paraíso que se llama Pazo de Santa Cruz de Rivadulla, situado en el tramo bajo del río Ulla, en Vedra, en la margen coruñesa. No es para menos. El Pazo contiene un vivero que produce hasta 100.000 camelias -o rosas del Japón- destinadas a la exportación. Hay flores que alcanzan los 7 metros de altura y 1,90 de circunferencia, plantadas, esas concretamente, por el Tío Iván, ancestro de su actual propietario. Al lado, un jardín dieciochesco exhibe más de 200 variedades de plantas, algunas centenarias como magnolias, boj, olivo, palmeras o naranjos. Su familia cuida desde hace veinte generaciones el pazo. En la iglesia, adosada a la vivienda del ex general, la capilla de Santa Cruz alberga uno de los retablos más antiguos de Galicia. Allí, en ese vergel, produce vino blanco para consumo propio, el que ofrecen las cepas de la ribera del Ulla.

Antiguo secretario del Rey Juan Carlos y general de División del Ejército de Tierra, era el hombre elegido por los conspiradores para ocupar la presidencia del llamado Gobierno de concentración. De su implicación en el golpe se supo cinco días después, el 28 de febrero, lo que provocó su destitución como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. Condenado por el Supremo a 30 años, fue indultado el 24 de diciembre de 1988.

Alfonso Armada (Madrid, 1920) gozó del privilegio de ser apadrinado por la reina Cristina, bisabuela del Rey. Sus relaciones con la Casa Real siempre fueron excelentes: fue profesor de Juan Carlos de Borbón durante su preparación en la Academia General Militar, y después, en 1965, asumió la jefatura de la Secretaría del Príncipe, en la que continuó tras su ascenso al trono.

Armada superó una embolia cerebral en 1988 y un infarto agudo de miocardio en 1995. Por eso agradece al Altísimo haber llegado a los 90 años con plenas facultades. Escribió 'Al servicio de la Corona' (Planeta, 1983), obra autobiográfica en la que no despejó las incógnitas de la asonada.

Antonio Tejero Molina

Antonio Tejero (Málaga, 1931) es el más recordado por ser el ejecutor físico, el que tomó el Congreso y amenazó, pistola en mano, a los 350 parlamentarios que votaban en segunda vuelta la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno (en sustitución del dimisionario Adolfo Suárez).

Hace años que el ex teniente coronel de la Guardia Civil no concede entrevistas a ningún medio de comunicación. Alejado del mundanal ruido, pasa sus días entre Madrid y Torre del Mar (Vélez-Málaga), donde posee un piso frente al paseo marítimo de esta zona turística a la que acude en verano y numerosos fines de semana. A sus 77 años, don Antonio, como le llaman amigos y vecinos de Torre del Mar, lleva una vida familiar y discreta. Pasea mucho, no perdona el pescaíto frito en los bares del barrio, se pega un chapuzón de vez en cuando y pasa unos buenos ratos en el club náutico de la localidad. Mantiene su afición a la pintura que cultivó en la cárcel. Los cuadros de retratos y paisajes le proporcionaron por entonces algunos ingresos extras.

A Antonio Tejero Molina le puede el cariño por su tierra. Málaga, Torre del Mar o Alhaurín, donde posee un terreno en el que, según comentan algunos vecinos, produce con mimo aguacates. Quienes le conocen mejor, o simplemente se le cruzan por la calle, sólo tienen palabras amables para él. Desde el Ayuntamiento explican que la vida del golpista es la de cualquier ciudadano anónimo al que, con frecuencia, se le ve por la calle acompañando a su mujer a hacer la compra. Respetuoso con todo el mundo, «no discrimina a nadie». Lo dice un convecino suyo, Antonio Manuel Sánchez Muñoz, quien, para disipar dudas, aclara: «Yo soy de izquierdas hasta morir, pero le pregunto 'qué tal don Antonio' y siempre me contesta con mucha amabilidad». Ambos oponentes políticos comparten dos virtudes, la educación y la devoción a la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores. Tejero no llega a procesionarla, pero colabora con donaciones y su presencia habitual en los actos religiosos.

Antonio Manuel atestigua que «todo el mundo tiene un buen recuerdo de él» de la época en que desempeñó la función de capitán de la Guardia Civil en Vélez. Y se muestra magnánimo con el ex teniente coronel. «Él cometió un error en su vida, pero, ¿quién no comete alguno? A la gente hay que darle una segunda oportunidad», sentencia con firme acento andaluz.

Antonio Tejero Molina, protagonista también de la 'Operación Galaxia' -preludio del 23-F-, afrontó una condena de 30 años de prisión y fue el último en abandonar el penal, tras 15 años y nueve meses. La mayor parte de este tiempo lo pasó en el castillo de Figueras (Gerona). Era su único recluso.

Durante sus años como reo, sólo abandonó la cárcel en dos ocasiones: en 1985 para hacerse un reconocimiento médico y en 1993 para asistir a la ordenación sacerdotal de su hijo Ramón, quien, durante la ceremonia, elogió a su padre y recordó de su infancia los tiempos en los que «cogía la pala y el pico» para abrir zanjas y llevar el agua a zonas pobres de la ciudad. Ese mismo año, una asociación de mujeres solicitó el indulto, que le fue denegado al considerar el fiscal que no estaba arrepentido de los hechos. Obtuvo el tercer grado y en 1996 el juez militar de vigilancia penitenciaria le reconoció 5 años y 57 días de redención de pena por trabajo, por lo que, cumplidas las tres cuartas partes de la condena, fue excarcelado el 3 de diciembre de 1996. Tejero aprovechó bien su estancia en prisión. Estudió matemáticas, se licenció en Geografía e Historia por la UNED, hizo cursos de idiomas y pintó más de trescientos óleos. El ex teniente coronel no se prodiga en actos ni en entrevistas. Pero cuando se inició la reforma del Estatuto catalán no pudo resistir la tentación y escribió una carta al diario 'Melilla Hoy' contra, lo que a su entender, significaba disgregar la nación. En la misiva solicitaba un referéndum para que España entera se pronunciara sobre el proyecto.

Ricardo Pardo Zancada

Ricardo Pardo Zancada (Badajoz, 1935), ex comandante de Infantería en la Segunda Sección del Estado Mayor de la División Acorazada Brunete, rechaza las entrevistas, pero accede a ponerse al teléfono «porque no me gusta desairar nunca una llamada y menos si es de una dama». Tras exigir que no le graben la conversación, explica sus razones, entre otras, que ha pasado mucho tiempo y no tiene nada nuevo que decir.

«Al principio, las daba porque me parecía que el público en general tenía el derecho a saber la opinión de uno de los protagonistas y participantes en aquello. He dado todas las entrevistas habidas y por haber y ya no tengo ganas de conceder más», manifiesta con rotundidad. Al aclararle que el interés gira en torno a su actual modo de vida, responde: «Pues vivo como uno más de los 40 millones de españoles, con lo que he podido y como he podido». Amable y cáustico, desea terminar cuanto antes con la conversación. A pesar de tanta prisa, acepta una pregunta: ¿Por qué no publica más libros? «Porque no me gusta cómo los tratan, los ponen allí abajo, y otros por encima. Los míos los esconden, pero no pasa nada, es igual. He dejado de escribir porque no tengo más ganas de hacerlo». Imposible seguir, está dispuesto a cortar la llamada. «Señorita, no sea usted insistente, que no le voy a decir más».

En la madrugada del 24 de febrero, Ricardo Pardo Zancada se sumó, con 113 hombres de la Policía Militar de la División Acorazada Brunete, a la ocupación del Congreso de los Diputados, pero cuando el golpe ya había fracasado. Participó en el manifiesto de Tejero e intervino en el 'pacto del capó' (en el que se redactaron las condiciones de la rendición). Condenado a 12 años, obtuvo la libertad condicional el 22 de septiembre de 1987.

Previamente, había informado en Valencia a Milans del Bosch sobre el desarrollo de la operación. De regreso a Madrid avisó al coronel San Martín, jefe del Estado Mayor de la Brunete, de la llegada del general de división Torres Rojas con el mensaje «la bandeja está grabada», que significaba que todo marchaba según lo planeado.

El Consejo Supremo de Justicia Militar le condenó a seis años de prisión, que el Tribunal Supremo elevó a doce con la separación del servicio. Dentro de los círculos ultraderechistas siempre fue considerado sucesor de Blas Piñar. En las elecciones generales de octubre de 1982, un grupo de ultras propusieron su inclusión en la candidatura Solidaridad Española, aunque finalmente la lista no llegó a presentarse.

A mediados de 1985, un escrito, respaldado por 25.000 firmas y por él mismo, pedía su indulto. Tras la salida de la cárcel, dirigió la revista ultraderechista 'Iglesia y Mundo' y colaboró en la revista 'MC', del ex banquero Mario Conde. Ha publicado dos libros: '23-F, la pieza que falta' (Plaza & Janés, 1998) y '23-F: Las dos caras del golpe' (Altera, 2006).