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Siria: Obama y su 'red line'

El desafío político y dialéctico de la Casa Blanca llega ahora de la mano del desafío que Damasco habría asumido al recurrir a las armas químicas

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El Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, viajará en pocos días a Moscú con el solo objetivo de hablar allí sobre Siria. La Federación Rusa es el protector diplomático y el proveedor militar del régimen sirio y Vladimir Putin no parece dispuesto a aceptar que haya un cambio más en el mundo árabe bajo patrocinio norteamericano.

La Casa Blanca muestra una contención considerable sobre el particular, distinguiendo muy bien la crisis en Libia hace dos años de la cuestión siria, muy poliédrica, con actores regionales diversos y de peso y un doble y grave riesgo: su capacidad de incendiar la región entera, reactivar la guerra civil (larvada siempre) en que vive Líbano desde hace veinte años, empujar definitivamente a Iraq del lado iraní y, eventualmente, tener que ayudar a Israel si todo el andamiaje regional se viene abajo.

El desafío político y dialéctico de la Casa Blanca llega ahora de la mano del aparente desafío que Damasco habría asumido al recurrir al uso de armas químicas contra la rebelión armada, según creen saber israelíes, franceses y británicos. Es la famosa 'red line' ('línea roja') que el régimen no debía franquear sin enfrentarse a la posibilidad de una acción norteamericana. La Casa Blanca, sin embargo, gastó toda la semana pasada indicando que falta la confirmación definitiva y que el recurso al gas sarín habría sido en pequeña escala.

El precedente libio

Hoy mismo, 'The Washington Post' publica un editorial cuyo título es benigno (“La estrategia americana sobre Siria aún carece de coherencia”) si se compara con otro de hace ya una semana que pedía en el título honrar el compromiso de la red line. Entonces como hoy, saben sus autores, y lo reconocen, que recurrir a medios militares requeriría una resolución previa de las Naciones Unidas, imposible frente al seguro veto ruso y chino.

Y la cuestión está así planteada: en nombre de la línea roja, nacida de la aversión general del público a las armas de destrucción masiva, es decir bajo un impulso más bien moral y dejando de lado consideraciones pragmáticas propias de la política exterior y de seguridad ¿debería Washington pasar a la acción directa en Siria? El diario citado no deja de señalar que eso implicaría el uso de la aviación para neutralizar a la fuerza aérea siria tras la creación de “zonas de exclusión”, según el modelo libio.

En el caso libio, se recordará, además de que sí se obtuvo la luz verde de la ONU (abusivamente interpretada después, según la queja tardía de Moscú y Pekín, pero que se produjo y sirvió) que Washington puso información valiosa, barcos de apoyo cercanos y asistencia a sus socios en la fijación de objetivos, pero dejó a la fuerza aérea europea, británica y sobre todo francesa, el trabajo que ahora se pide en Siria: liquidar las defensas antiaéreas primero y abrir caminos hacia las ciudades después. No se bombardearon núcleos urbanos aunque hubo algunos inevitables errores que causaron bajas civiles.

Opinión y memoria

Pero aquí acaba el parentesco con el precedente libio. El Hizbollah libanés, un partido-milicia que sostiene al gobierno de Beirut y es una fuerza militar aguerrida, disciplinada y motivada, hizo saber el martes un poco crípticamente a través de su jefe, Hassan Nasrallah, que entrará a fondo en la guerra (ya hay asesores y tal vez algunos combatientes suyos sobre el terreno) si se ataca a Siria… lo que desbordaría la frontera, poco más que nominal, entre los dos países y activaría el volcán libanés.

El gobierno iraquí, shií como el Hizbollah (y, por tanto, confesionalmente muy próximo a los alauíes sirios, en el poder) no colaborará, la Liga Árabe, aunque con su mayoría anti-Assad, dista mucho de la unanimidad, con Argelia, Líbano, Iraq y Sudán contra la iniciativa y un par de socios indecisos, y, finalmente, Moscú ampliará su apoyo a Damasco. Y la incógnita israelí: ¿qué sucedería si, en un gran aprieto, misiles sirios fuera disparados sobre el Golán sirio anexionado – de un modo completamente ilegal – por Israel?

Hay razones de peso para las vacilaciones de Obama. Y un argumento a su favor: varios sondeos muestran gran hostilidad de la opinión a la participación en guerras lejanas. El doble recuerdo iraquí y afgano pesa como una losa y aunque solo se trate de una intervención aeronaval es un comienzo, la apertura de un capítulo de imposible previsión. Y, en fin, ¿qué sucedería si Damasco prueba que no ha utilizado su arsenal químico o acepta finalmente que la ONU lo compruebe y controle, como se le pide?

Sin red line Washington no vería ni una razón para reventar la caldera del Medio Oriente…