El primer ministro de Italia en funciones, Mario Monti (d). / Efe
análisis

El efecto italiano

La gobernabilidad del país transalpino y la estabilidad del conjunto de la zona euro están en el aire

MADRID Actualizado: Guardar
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El resultado de las elecciones italianas vuelve a poner a prueba a la zona euro, que todavía no ha completado su rediseño. El problema de estos comicios sin vencedor claro no es solo que Italia pase a ser el eslabón débil del euro, sino que se contagie de nuevo la desconfianza a los países del sur. Se sabía de antemano que la única manera de preservar la estabilidad política era un pacto entre socialistas y centristas. Pero tras dos días de votaciones, estos partidos no han obtenido suficientes escaños en el Senado y, a cambio, la formación de Berlusconi y la del cómico Beppe Grillo (que, juntos, suman la mitad de los votos) han adquirido capacidad de bloqueo en la Cámara Alta.

El exprimer ministro y magnate de los medios de comunicación ha logrado su doble propósito de vengarse de Monti y de Merkel y de seguir siendo decisivo en la política italiana, a pesar de las decenas de escándalos de corrupción que ha protagonizado y de su nula credibilidad internacional. El incombustible político ha jugado a fondo la carta del populismo y se ha situado frente a la Unión Europea y a Alemania, prometiendo menos impuestos y más gasto público. A pesar de ser el mejor exponente de la plutocracia, ha jugado a ser el candidato protesta, en competencia con el humorista televisivo Beppe Grillo, que se ha alzado con el 25% del voto.

Esta batalla entre dos comediantes sería una farsa sino fuera por la gravedad de la situación que ahora se plantea. Mario Monti ya no puede encabezar un Gobierno técnico porque se ha quemado al patrocinar la coalición centrista, marginada por los votantes. Si no se repiten las elecciones, la alternativa de una gran coalición entre el centro-derecha de Berlusconi y el centro izquierda de Bersani parece la única opción, pero no es un pacto nada sencillo y de conseguirse no garantiza que se lleven a cabo las reformas necesarias. La reacción desde Berlín, insistiendo en que voten lo que voten los italianos solo hay una política posible, no ayuda a la búsqueda de una salida racional. Están en el aire la gobernabilidad de Italia y la estabilidad del conjunto de la zona euro.