CASA REAL INGLESA

«Filipinas debe estar semivacío»

El duque de Edimburgo suma a su repertorio otro jocoso comentario. Se dirigió a una enfermera extranjera y le espetó que su país debía estar casi desierto "porque todos estaban trabajando" en Inglaterra

MADRID Actualizado: Guardar
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Felipe de Edimburgo, esposo de Isabel II, no para de meter la pata gracias a sus comentarios supuestamente jocosos. El duque se dirigió esta semana a una enfermera filipina del servicio de salud británico (NHS) y le espetó: «Vuestro país debe estar medio vacío, porque estáis todos trabajando aquí». Hace poco le preguntó a un conductor minusválido de 60 años «a cuántas personas había atropellado».

Y es que el duque de Edimburgo nunca será rey en Inglaterra (solo príncipe consorte), pero entre los habitantes de Vanuatu, un pequeño país compuesto por 83 islas en el Pacífico Sur, es Dios. Dios, en mayúscula. De acuerdo a las creencias de los Yaohnanen, un hijo de un espíritu de la montaña de la isla, descendiente de una deidad de piel pálida, viajó a una tierra lejana para casarse con una mujer rica y poderosa. La única mujer exótica que conocían en la tribu era la reina de Inglaterra, a la que veían en las fotografías que les mostraban los funcionarios coloniales ingleses. Por tanto, si el marido de la mujer poderosa es el hijo del espíritu de la montaña… entonces estamos hablando del príncipe Felipe. Encantado con su nuevo 'cargo', el príncipe no quiso dar un disgusto a los aborígenes (un gesto que algunos critican por racista), y así será, para siempre, el Dios de los Yaohnanen.

Acostumbrado a ser una nota en el margen de la historia (el protocolo distingue muy bien las atribuciones de la reina respecto a las del príncipe), dicen algunos psiquiatras que en el duque de Edimburgo ha germinado un rencor que deja traslucir en comentarios hirientes y fuera de lugar. "¿Qué posibilidades tiene usted de ascender?", le inquirió a un trabajador de ferrocarriles. "¡Ah, tendría que morir mi jefe!". "¡Justo lo que me pasa a mí!". En esta línea, todas sus meteduras de pata son legendarias. "¿De qué extraño lugar en el mundo procede usted?", le preguntó en una fiesta de la Commonwealth a un invitado negro. "De Birmingham (una ciudad en el centro de Inglaterra)", contestó el azorado interlocutor, que a la postre era Lord Taylor de Warwick. A un profesor de autoescuela de Escocia le espetó: "¿Cómo consigue mantener a los lugareños lejos del aguardiente hasta que hayan terminado el examen?".

Pero, sin duda, las anécdotas más surrealistas tienen que ver con su relación con las lejanas tribus que pueblan las posesiones inglesas a lo largo del mundo. En un viaje a un centro indígena de Queensland, conoció a los Djabugay y a los Yirrganydji. "¿Pero esto de qué va? ¿Todavía se tiran ustedes lanzas unos a otros?". O la felicitación a los ingleses que recorrieron Papua Nueva Guinea: "Enhorabuena. Han conseguido no ser comidos". Pero ni a los Yaohnanen ni a los británicos les importa demasiado el humor cáustico, o la mala educación, o incluso la xenofobia, según se mire, del duque de Edimburgo. Todos ellos le guardarán, para siempre, un huequecito en sus corazones.