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Siria: ¿solución impuesta?

La crisis siria sufrió un giro diplomático de gran relieve: la eventual salida del poder del presidente Bashar El-Assad puede ser negociada

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La crisis siria conoce desde hace unos días un giro diplomático de gran relieve: una fuente oficial reconoce que la eventual salida del poder del presidente Bashar El-Assad puede ser negociada… un modo de confirmar la fuga informativa -obviamente deliberada- que el domingo atribuyó tal cosa a un viceministro ruso de Exteriores formalmente desautorizado por su ministerio.

Esto significa al menos una cosa segura: que ha ganado muchos puntos la llamada solución yemení. Allí, en Yemen, un régimen muy asediado por la revuelta social, pero fuerte, con capacidad de resistencia militar y respaldo no desdeñable, aunque minoritario, decidió hacer frente a la protesta con la fuerza.

Su jefe y fundador, el general Abdullah El-Saleh, aceptó finalmente negociar y tras un largo proceso traspasó el poder a un gobierno de concentración tras obtener la imnunidad para él y su familia (que, entendida en el sentido más amplio de la palabra, cubre varios cientos de personas). Aquí, en lo puramente mecánico, termina la similitud porque Siria no tiene parangón posible en el mundo árabe, salvo el Líbano, pero quienes buscan una salida subrayan el precedente.

La "cocina diplomática"

Si esto vale de algo, coincidiendo con informes de que la oposición armada considera formar un gobierno de coalición e instalarlo como pueda en alguna zona liberada de Siria, eso equivaldría a dar un papel central a terceros. En el caso yemení la fórmula y los medios fueron obra del Consejo de Cooperación del Golfo, que reúne a los países del área con Arabia Saudí en cabeza, con fuerte respaldo de Washington. Saleh, de hecho, viajó a Estados Unidos por razones de salud y su situación personal se normalizó casi del todo: es una especie de particular libre de sus movimientos…

Hacer lo mismo en Siria con El-Assad parece mucho más difícil porque casi 20.000 muertos en la rebelión y más de 40 años de régimen opresivo han producido demasiadas bajas y abierto demasiadas heridas. Además, los Hermanos Musulmanes, principal vector de la oposición antes como ahora, no olvidan la matanza de Hama en 1983 y la mera salida de Assad a un exilio dorado y pactado al estilo yemení no es de recibo hoy por hoy.

La cocina diplomática que entiende encarrilar todo esto es por definición extranjera y de naturaleza arbitral: Occidente y el dúo Rusia-China temen en la misma sintonía una Siria post-Assad entregada a sí misma por la derrota total de una de las partes. Eso provocaría en todo Oriente Medio una desestabilización incontrolable, un petróleo por las nubes, la entrada en acción de factores poderosos y bien dotados, como Irán y el Hezbollah y afectaría irremediablemente a la cuestión palestino-israelí. Un escenario de pesadilla que desean evitar… Washington, Moscú y Pekín.

Hipótesis de trabajo

Esta coincidencia puramente pragmática, de realpolitik, puede explicar ciertos movimientos en curso o en preparación. Anotamos aquí algunos, como la relativa moderación norteamericana en el tratamiento de la crisis (incluido el aviso de que actuará si Assad recurre a las armas químicas, lo que ha prometido no hacer “salvo para enfrentarse a una invasión extranjera”), la evolución del eje Moscú-Pekín y la aparición en el escenario de un nuevo mediador, Lajdar Brahimi.

Sobre el primer punto hay que subrayar el perfil bajo de Israel, el estado protegido de Washington en la región, que puede detestar a Assad y su régimen, pero no olvida algo que hemos olvidado aquí: la frontera de Israel con Siria es la más segura, tranquila y pacífica aunque Israel ocupe territorio sirio (la meseta del Golán), de modo que, en otro ejercicio de pragmatismo, se prefiere una dictadura eficaz y previsible a una democracia (como la libanesa) imprevisible.

Moscú es crucial y lo sabe y ha mostrado cierta impaciencia con su protegido sirio. Para hablar con los rusos y los chinos ha reaparecido en escena Buthaida Shabaan, la otrora poderosa consejera de Assad para comunicación y relaciones públicas, la cara amable del régimen que se había evaporado y es recuperada ahora, un interesante dato para iniciados. ¿Sabía Brahimi que todo esto ocurriría cuando aceptó relevar a Kofi Annan como mediador de la ONU y la Liga Árabe? Es posible y eso explicaría su decisión de tomar el puesto en un ambiente pesimista. El, que empieza oficialmente su misión el uno de septiembre pero está ya está volcado en el trabajo, subraya siempre que la clave está en la ONU, en cuyo consejo de seguridad están Moscú y Pekín…

La crisis se internacionaliza a toda velocidad y podría ser objeto de una especie de “solución impuesta” de perfume balcánico. Tal vez se podría evitar así una segura carnicería si uno de los dos bandos obtuviera una completa victoria militar sobre el terreno…