ruta quetzal

Los expedicionarios cruzan el río Magdalena

En cada lugar por el que pasan son tratados como huéspedes célebres y su presencia se convierte en un acontecimiento histórico

SAN SEBASTIÁN DE MARIQUITA (COLOMBIA) Actualizado: Guardar
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Los expedicionarios siguen disfrutando al límite de las maravillosas aventuras que les depara la Ruta Quetzal. En cada lugar por el que pasan son tratados como huéspedes célebres y su presencia se convierte en un acontecimiento histórico en cada pueblo que visitan. Así ocurrió en Ambalema, localidad situada junto al río Magdalena, perteneciente al departamento del Tolima, al que llegaba la Ruta Quetzal desde Mariquita. Los vecinos se echaron a las calles para recibir a los viajeros. También las autoridades y la banda de música, que entonó los himnos mientras se bailaban las danzas locales. Los lugareños abrían sus humildes casas, invitando a los visitantes a que las hiciesen suyas por unas horas. Los más jóvenes correteaban entre los expedicionarios con sus bicicletas sin frenos.

Hasta llegar al muelle, donde aparece, enorme y poderoso, el río Magdalena, la principal arteria fluvial de Colombia, con una longitud de más de 1.500 kilómetros. Ambalema tiene enfrente a su vecina Beltrán y hay que cruzar en canoa, como hacen frecuentemente los habitantes de ambos pueblos para intercambiar el arroz y el mijo de un lado con las carnes de otro. Los miembros de la expedición embarcan en varias piraguas a motor y se aguantan el miedo por la aparente fragilidad de las embarcaciones.

Tres kilómetros aguas abajo, en la orilla opuesta, les aguarda el pequeño municipio de Beltrán, donde la historia se repite. Los vecinos les reciben en el muelle con música y cohetes, acompañando a los expedicionarios hasta la plaza, donde vuelven a ser cubiertos de agasajos. A esas alturas, ya no les queda ninguna duda de lo que significa formar parte de la Ruta Quetzal: caminar para conocer y conocer para caminar. No importa la procedencia ni el destino, lo que importa es el camino. No importa si español o colombiano, si emigrante o visitante, lo que importa es ser amigos. No importan banderas ni colores; lo que importa, sea la patria o un alto en la marcha, se lleva dentro: ser de todas partes y de ninguna… Aunque al día siguiente, viendo el fútbol, seamos de la Roja.