Florito, el jefe de la manada de Las Ventas. / Foto: O. Chamorro | Vídeo: V. Carrasco
TOROS

La voz de la manada

‘Florito’ nació, vive y tal vez muera en una plaza de toros. El mayoral de Las Ventas es el que mejor maneja a los bueyes. Dice «Ranchero, ven», y Ranchero viene

MADRID Actualizado: Guardar
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Las bambalinas de la feria de San Isidro son un cosmos de corrales comunicados por puertas que dan a otros corrales, como exclusas que pautan el camino del verdadero protagonista de la fiesta hasta saltar a la arena: el toro. Un mundo extraño, ajeno a la dehesa que abandonaron ‘a jamais’. Tan lejos de la hierba, de las encinas, los astados esperan en ese laberinto de pasadizos, como el Minotauro. En ese pedazo de campo junto a la M-30 manda un hombre por encima de los demás. Se llama ‘Florito’, siempre ha vivido en una plaza y es el maestro universal del manejo de los cabestros, los bueyes. Más que hablar, susurra, pero tiene poder. Alrededor de su cuerpo enjuto el aire se llena de briznas de paja que vuelan al trasluz de la mañana como hadas diminutas. En esas dice: «‘Ranchero’, ven». Y ‘Ranchero’ viene. El cabestro emerge desde detrás de su manada como un perro dócil de una tonelada, a la voz de su amo, al que saca dos palmos de testuz.

Para comprender su magia hay que remontarse al 14 de febrero de 1962.El día de los enamorados nacía FlorencioFernández, ‘Florito’, en la plaza de toros de Talavera de la Reina (Toledo), donde ‘Bailaor’ mató a Joselito. Su padre era conserje del coso y se dedicaba al manejo del ganado, así que con 12 años ya hacía sus pinitos. Mientras los demás chavales jugaban al fútbol, él se daba a dos aficiones en desuso: manejar los bueyes y escuchar. Los mayores se preguntaban qué hacía ese chaval ahí plantado, en silencio. «No tuve infancia, pero he oído a gente que pagarías dinero por hablar con ellos», presume ‘Florito’.

Así, escuchando, se hizo una suerte de sabio.Con 18 años, a la muerte de su padre, ocupó el puesto en la plaza de Talavera. Y en 1986, Manuel Martínez Flamarique, ‘Manolo Chopera’, le dio la oportunidad de saltar a la primera plaza del mundo. Desde entonces, los sacrosantos ladrillos de Las Ventas forman su vivienda en un piso pegado a los corrales, junto al patio de caballos, con las ventanas cuajadas de geranios de un rojo vivísimo.

En los últimos 26 años se ha dedicado a todo lo que atañe al toro en la plaza: desencajonarlos a la bajada de los camiones, enchiquerarlos antes de las corridas... Todo eso lo hace gracias al ‘cable’ que le echan en el manejo del ganado una parada de cabestros enormes y tranquilos, como dinosaurios herbívoros. Los cría en una finca de Extremadura y los castra a los 18 meses. Proceden genéticamente de ganado bravo, aunque hoy en día han perdido la fiereza, por eso dos cámaras, un reportero y el propio ‘Florito’ se pueden colar en uno de sus corrales a charlar de lo que se tercie.

«Ese es ‘Fusilero’, ese ‘Gracioso’, aquel ‘Caminante’, este ‘Lagarto’ y ese ‘Ranchero’...». En la fiesta ‘Florito’ también es una figura: sus cabestros son famosos en el manicomio taurino mundial. Es el que sale al ruedo a recoger los morlacos que son devueltos, cosa que en Madrid sucede con cierta frecuencia. Nadie los maneja como él. Vestido con su traje corto gris y una gorra campera que forma parte de su cara, los llama de lejos. Les da una voz, levanta la vara y mete un zapatillazo en el albero, hasta que los mansos envuelven al toro como a un cachorro y lo guían al corral. Si no funciona, ‘Florito’ cita al toro con la gorra o a punta de chaquetilla. Por esa suerte, le han pegado ovaciones que nunca se llevarán algunos maestros y hasta ha conseguido titular crónicas taurinas. «Yo les domo con la voz. Son muy inteligentes y a fuerza de repetirles las cosas, se les queda». Así, tiene un sonido irreproducible para que vayan a la derecha y otro –aproximadamente ‘u-o-u-o’– para que se muevan a la izquierda. Funciona.

«Mis más fieles amigos»

Enseñando a los animales a estar en la plaza y a vivir en los corrales, él aprendió a estar en la vida. «Aquí hay que ser un psicólogo. Si al animal se le trata con confianza, devolverá confianza. No hay que ir por la vida encrespado. Si provocas, recibirás violencia». Lo cuenta entre una fanfarria ensordecedora de cencerros.Mira a ‘Botero’. «Es el más valiente, por eso está señalado a cornadas. Si fuera torero, se arrimaba todos los días».

‘Botero’ torea a su manera y demuestra, junto a todos los demás cabestros, que cualquier cosa bien hecha encierra su sentimiento y su gloria. ‘Florito’ mima a los animales, los ducha con jabón antes de salir a la plaza, relucientes en berrendo como peluches de aeropuerto. Ese cariño lo explica así: «Estos son mis más fieles amigos». Cuando jubile al viejo ‘Ranchero’, hará con él lo mismo que con los demás. En lugar de cobrar la carne cotizadísima del viejo buey, lo llevará a su finca extremeña a que muera cuando ya le fallen las piernas, con 15 años. «Estos no los vendo a nadie, porque soy todo lo que soy gracias a ellos», jura, aunque luego en casa, su santa le eche la bronca: «Ellos comiendo y nosotros muriéndonos de hambre».