FÚTBOL | COPA DEL REY

Un gran Barça sella el pase a la final

El Barcelona y el Athletic volverán a verse en el encuentro decisivo tres años después

BARCELONA Actualizado: Guardar
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El Pep Team aumenta su leyenda. El Barça de Guardiola jugará el próximo 20 ó 25 de mayo su tercera final de Copa en cuatro años. Lo hará ante el Athletic de Bilbao, (tres años después de la final que ganaron los blaugrana en Mestalla), tras eliminar a un Valencia que vendió cara la derrota. Cesc y Xavi certificaron el pase a la final, en un partido grande, que fue creciendo poco a poco y que permitirá a los azulgrana poder ganar el cuarto título de la temporada (tras las tres supercopas) y su vigésima sexta Copa del Rey. El Barça fue mejor, aunque tuvo que poner toda la carne en el asador. El Valencia quiso y pudo, pero le faltó algo de pegada, en parte porque Soldado fue baja por culpa de un proceso febril.

De hecho, el Barça empezó muy frío. Contagiado por la temperatura ambiental, cerca de los cero grados, y también por su hinchada, que al principio se tomó el choque casi como si fuera un trámite, el conjunto catalán saltó al césped del Camp Nou sin nervio. Le faltaba tensión, empuje y puede que agresividad. Justo la que le ponía el Valencia, que salió muy enchufado, como si quisiera resolver la eliminatoria en 10 minutos. Emery tejió una red en el centro del campo, que maniató la línea de creación del Barça y le cortó todas las líneas de pase, empezando por la del portero. Porque no es lo mismo empezar a elaborar con Valdés, que hacerlo con Pinto, mucho más patoso con el balón en los pies que el portero de L'Hospitalet. El técnico che volvió a apostar por una línea de cuatro defensas y un centro del campo muy poblado (con 5), que no tenía complejos para presionar muy arriba. Lo hacía con Aduriz, delantero imprevisto de los valencianistas, con Jonas y Feghouli. Y en la izquierda, Mathieu y Jordi Alba hacían tan bien los relevos que dejaban pequeña su banda. El Barça, en cambio, que saltó con cuatro atrás para protegerse de las acometidas ches por la banda, se veía incapaz de desarrollar su juego. Ni la vuelta de Xavi, ni la de Alexis resultaban efectivas.

Pero cuando juega el mejor jugador del mundo, ni un gran arranque de partido sirve. Ni siquiera un gran planteamiento estratégico del técnico.

Corría el cuarto de hora y, desde la línea de medios, Messi oteó el horizonte, vio a Cesc y le lanzó un pase milimétrico de 40 metros. El ex del Arsenal controló en carrera y ante la salida de Alves le clavó una vaselina mortal.

El gol les enchufó

El gol enchufó a los azulgrana, que pasaron de dominados a claros dominadores. Más que eso. De salir helados, fríos y sin ningún nervio, pasaron a tocar con rapidez, apoyarse, buscar el desmarque y avanzar las líneas al campo rival. Nunca antes un gol sentó tan bien a un equipo.

Xavi y Thiago empezaron a asociarse, Cesc se hizo con el centro del campo y Messi se dedicó a dar pases desde cualquier posición. Al argentino no le importa si está sobre la línea de cal en la banda, al borde del área o en el centro del campo: cuando tiene el balón, levanta la cabeza y solo piensa en dar el último pase. Y si está dentro del área, claro está, en meter el gol. Con Messi como maestro del ceremonias y con Xavi y Cesc tirando de manual, el Barça tuvo momentos muy buenos, brillantes incluso. Sólo una actuación impecable de Diego Alves evitó que los azulgrana se fueran a al descanso con la eliminatoria en el bolsillo. Pero el portero también juega y por eso la segunda parte fue otro cantar. De nuevo, la salida del Valencia fue muy buena, muy directa. Feghouli y Jonas adelantaron sus posiciones y junto a Aduriz en un minuto tuvieron dos ocasiones.

Como había advertido Guardiola en la previa, el partido se puso para «hombres», un encuentro de esos «de los de verdad», jugado de poder a poder. Messi tuvo una increíble tras driblar a tres defensas y poco después Aduriz tuvo el empate. Parecía un combate de boxeo, en el que los púgiles encajaban mejor de lo que pegaban. Faltaba el gol y ni Messi acudía a su llamada. El Barça dominaba más, pero el fantasma de la prórroga sobrevolaba el Camp Nou. Era un cara o cruz: o el Barça marcaba la sentencia o el Valencia forzaba el tiempo extra. Salió cara. El Valencia, volcado al ataque, se quedó con 10 faltando más de un cuarto de hora, y el Barça le cogió a la contra. Alexis condujo hasta el área, cedió a Cesc y éste a Xavi, que con un derechazo por toda la escuadra puso la rúbrica y aseguró el pase a la final.