análisis

Siria: los observadores, en Homs

Los enviados de la Liga Árabe llegan a la ciudad más castigada por el régimen de Bachar el-Asad

MADRID Actualizado: Guardar
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“El plan de la Liga Árabe para parar la crisis es un buen plan, pero no creo que la organización pueda aplicarlo en su integridad”. Así describió Burhan Ghaliun ayer en París – donde vive exiliado desde hace años y quien es presidente del “Consejo Nacional Sirio” – el proceso que empezó sobre el terreno esta misma mañana, con la llegada a Homs de un grupo de observadores de la Liga.

Previamente, como estaba previsto, abandonaron el centro de la ciudad los fuertes medios militares, hombres y carros de combate, que en los dos días anteriores se habían empleado duramente contra los rebeldes y causado la muerte de un centenar de ellos probablemente, sumados domingo y lunes, aunque también las bajas propias están creciendo en las últimas semanas. Varias decenas de miles de vecinos hostiles al régimen pudieron manifestarse ante los visitantes.

Es de subrayar la decisión de los observadores de la Liga de empezar por lo más duro: Homs. Esta ciudad es, con Hama, el baluarte invencible de los islamistas y la segunda de las citadas fue en 1982 escenario de una matanza a cargo de las “Brigadas de Defensa”, mandadas entonces por Rifaat al-Assad, tío del presidente Bashar y hoy exiliado. Este hecho, unido al incremento del número de desertores en el área, permitido hablar con fundamento de un principio de guerra civil y dado al conflicto una dimensión política y socialmente nueva.

El marco general

La valoración política del acuerdo que permite la presencia de observadores capaces de ir donde quieran sin previo aviso (salvo instalaciones militares sensibles) está dando lugar a muchas especulaciones, empezando por el misterio que representa su tardía aceptación por el régimen. Recuérdese que el acuerdo negociado con la Liga en Qatar y bajo el impulso del emir qatarí, Hamad al-Thani) fue aprobado, tras vacilaciones que duraron días, el dos de noviembre… con la salvedad de los observadores, lo que lo paralizó de hecho hasta que casi súbitamente Damasco anunció hace seis días que lo firmaba y envió a El Cairo casi de incógnito a un modesto viceministro para firmarlo.

Hay que preguntarse por qué. Y un principio de respuesta es que el régimen consideró que, con todos sus inconvenientes, tenía aspectos interesantes, el principal de los cuales es que, sin pretenderlo, es una alternativa a la que – de no mediar un seguro veto ruso – redactaría el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Por eso, el citado Ghalium lleva tres días diciendo que lo deseable sería que fuera adoptado por la ONU. De otro modo es cierto casi por definición que antes que nada es una operación siria para ganar tiempo. Y es verdad que lo gana o, como se dice ahora, lo compra.

Así pues, para entenderlo bien, hay que situar lo que sucede en un marco más general. La arabización de la crisis es más compatible con los reflejos tradicionales de la diplomacia siria, de un estricto nacionalismo, que una resolución de las Naciones Unidas… y no se puede trabajar solo con la promesa de Moscú de protección diplomática indefinida. Por eso es útil recordar que los rusos han dado también muestras de impaciencia y han presionado a su protegido sirio para que se mueva.

Una fase nueva

La oposición siria desconfía y está más que justificado, pero está comprobando también que la situación podría tener un desenlace poco grato para los intereses occidentales y que hay en Washington o en París o en Ryad, una preferencia intelectual por un desenlace bajo control. Por no hablar del Vaticano, donde a una discreción absoluta explicada por las necesidades de la población cristiana, cercana al régimen, solo ha seguido una frase del todo inocua en la esperada alocución del Papa el día de Navidad: una exhortación al “cese la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre”.

¿Y si Damasco anunciara de repente que acepta la propuesta de Ghaliun, la de convertir el plan de la Liga Árabe en el plan de la ONU? Los árabes no exigen el cambio de régimen (lo que implicaría violar uno de sus fundamentos: no inmiscuirse en los asuntos internos de sus socios por la cuenta que tuvo a sus fundadores) y solo piden el fin de la violencia de todos los orígenes, un proceso de negociación política, la evacuación militar de las ciudades, libertad de prensa… y observadores extranjeros con poderes.

Técnicamente, ayer empezó la aplicación de este acuerdo y la fase que abre su vigencia es formalmente nueva y distinta, aunque hay pocos pronósticos de que será realmente útil, por no decir decisiva. Abre, en todo caso, lo que podría ser una yemenización de la crisis: en Sanaa el presidente Saleh, acosado e imposibilitado de imponerse por la fuerza, pero capaz de resistir casi indefinidamente, acabó por aceptar su salida por etapas, dejando a cargo interinamente a su vicepresidente, tras obtener inmunidad y hasta seguro de que los norteamericanos le recibirán para un largo tratamiento médico….