El director general de la AIEA, Yukiya Amano. / Archivo
CONFLICTO NUCLEAR

AIEA: Amano no es Baradei

La credibilidad del informe que apunta a una dimensión militar del plan de ahora se basa en un “esfuerzo profesional de inspección y las informaciones proporcionadas por no menos de diez Estados”

MADRID Actualizado: Guardar
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Cada vez que se reúne el pleno de los 35 gobernadores (entre ellos España) de la Agencia Internacional de Energía Atómica, con sede en Viena, los periodistas tenemos asegurados un par de artículos, los lectores un poco más de emoción, Israel un tema de campaña, Irán, una ocasión de desmentirlo todo… y así hasta el año próximo. Estamos hablando de la bomba iraní.

El informe tan esperado que el director general de la AIEA, Yukiya Amano, entregó ayer es un modelo acabado de la clase de documento que él puede remitir sin comprometerse mucho y sin defraudar demasiado. En resumen se dice, sin sorpresa, que el gobierno iraní sigue adelante con un programa nuclear (conocido y formalmente legal: el Irán es firmante del Tratado de No Proliferación y está bajo inspección de la Agencia) algunos de cuyos desarrollos podrían tener eventualmente aplicaciones militares.

Sabedor de que tras la fabricación por Washington y Londres de un pretendido plan y depósito de armas de destrucción masiva en el Iraq de Saddam Hussein en 2003, Amano es superprudente. Su antecesor en el cargo, el egipcio Mohamed al-Baradei y su jefe de inspectores, el sueco Hans Blix, se negaron a aceptar la conclusión y acertaron de plano. Tanto que al-Baradei ganó un Premio Nobel de la Paz que fue universalmente interpretado como una bofetada diplomática a americanos y británicos.

La credibilidad del informe de ahora se basa en lo que Amano llamó un “esfuerzo profesional de inspección y las informaciones proporcionadas por no menos de diez Estados”. La Agencia tiene prohibido expresamente aceptar datos de los servicios de inteligencia de los gobiernos y, por tanto, no se puede hablar de informes construidos básicamente sobre datos de la CIA y el Mossad, pero hay consenso internacional para asumir que la AIEA como tal no puede desentrañar un programa clandestino con sus solos medios.

Israel, en el centro de huracán

El gobierno de Israel, muy legítimamente preocupado por la afirmación de su adversario iraní como potencia regional, aprovecha al máximo la reunión de la Agencia. Y esta vez lo ha hecho con más bombo que nunca y con un cronograma preciso que se abrió el viernes 29 de octubre con un artículo en el “Yedioth Aharonoth” de Nahum Barneak, tenido por el columnista más influyente de Israel. Según él, el primer ministro Netanyahu ganaba posiciones en el gabinete de seguridad (el llamado “gobierno de los ocho”) y estaba cerca de un consenso sobre la necesidad de bombardear las instalaciones nucleares iraníes.

Es imposible resumir siquiera lo que siguió allí. Baste decir que hubo otros medios que pusieron hasta cuatro de sus mejores periodistas a seguir el asunto, armar historias, buscar confirmaciones, agitar el cotarro, hacer rápidos sondeos (que, por cierto, dan a la población dividida en dos mitades casi iguales sobre si atacar o no), movilizar con todo éxito a la comunidad judía norteamericana y, en fin, hacer que el dossier no se enfríe y siga en la preocupación oficial y pública del mundo. Esta agitación terminará ahora en un par de días, como de costumbre.

Hubo esta vez, además, una guinda final en el esfuerzo editorial: el presidente Simon Peres (él mismo, por cierto, “padre” de la bomba atómica israelí, inexistente en teoría) se animó a decir que “se aproxima el momento en que Israel y el mundo – otras versiones han traducido “la comunidad internacional” – preferirán resolver la cuestión por medios militares”. La versión de la “comunidad internacional”, un latiguillo muy utilizado por Netanyahu es inexacta porque China, Rusia, la India, todos los países emergentes, la UE, que se sepa, el mundo árabe en su totalidad, Indonesia etc… se oponen frontalmente y se les tiene como miembros de tal comunidad.

Con un ojo en Washington

El Washington de Obama no es el de George Bush jr. y la posibilidad de obtener un respaldo o una luz verde de los Estados Unidos a un bombardeo israelí es hoy muy escasa, remota. El mismo gobierno Bush, en todo caso, rehusó siempre que se pudiera tomar su hostilidad hacia Irán como tal luz verde y se puede hablar de una cierta continuidad en el Pentágono de prudente oposición al ataque que no se alteró con el cambio en la Casa Blanca.

El diario “Haaretz”, liberal y políticamente influyente en Israel, en uno de sus textos de estos días ha escrito tal vez el resumen más ponderado del estado de la cuestión: Irán hace progresos continuos, trabaja en áreas (los dispositivos de explosión por ejemplo) o la adecuación de los misiles a su eventual conversión en vector de un arma nuclear, prosigue, por supuesto, su plan de enriquecimiento de uranio… y “podría tener un arma atómica en tres o cuatro años tras adoptar una decisión que no ha tomado todavía”.

Los norteamericanos han hecho saber – en fugas a la prensa, empezando por el “New York Times” – su preocupación por la posibilidad de que los israelíes ataquen por su cuenta, sin advertencia previa. Es poco probable, por no decir inverosímil… pero si Israel lo advirtiera hoy por hoy (y en la segunda presidencia Bush también) se encontraría con un veto. La crisis que seguiría sería un conflicto regional inmanejable, pondría a Washington contra las cuerdas, daría la impresión de que Israel le dicta nada menos que una guerra preventiva dando por hecho que el amigo americano pasará por todo… y, lo que es casi peor, no serviría de nada. Y no lo dice un cualquiera: Meir Dagan, que hasta enero pasado fue, y por ocho años, director del Mossad (la CIA de Israel, para entendernos) dijo que un bombardeo a Irán es “la cosa más estúpida que he oído en toda mi vida” (….)