revueltas en el mundo árabe

Reválida islamista en Túnez

El triunfo electoral de los partidarios de reforzar la identidad musulmana suscita el temor de una imposición del rigorismo religioso

MADRID Actualizado: Guardar
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Túnez ha vuelto a dar ejemplo del carácter modélico de su revolución pacífica. Nueve meses después de los mínimos daños que provocó el derrocamiento de la dictadura, las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente del pasado domingo se desarrollaron con una serenidad, ciudadanía y movilización nunca igualada en la historia del país.

El rotundo triunfo de los islamistas de Ennahda plantea un formidable reto que va a ser observado con lupa por los países árabes de su entorno, afectados también en mayor o menor medida por el movimiento revolucionario que agita la zona. La experiencia tunecina puede suponer un modelo al que imitar por otros países o al menos una influencia muy difícil de soslayar. Egipto, Marruecos, Argelia, Jordania, incluso los convulsos Yemen o Siria, las monarquías del Golfo e Irán van a seguir muy atentos los siguientes pasos. Resulta muy expresiva la opinión del periodista marroquí Karim Bujari en ‘Telquel’: “Todo partió de Túnez y todo debe volver a pasar por Túnez. Nuestra suerte está en parte en las manos de los tunecinos. Si votan a favor de los islamistas, no me imagino a egipcios, libios o marroquíes haciendo algo diferente”.

Los responsables de Ennahda deberán hacer efectiva sus promesas de no tocar el estatuto de la mujer y garantizar las libertades públicas. Habrá que comprobar si se ponen manos a la obra hacia el objetivo que marcó su líder, Rachid Ganuchi, en la campaña: “una sociedad democrática y modélica en el mundo árabe”. El movimiento se demostrará andando y las primeras decisiones revelarán si cesa la calculada ambigüedad con la que se han manejado hasta ahora los dirigentes islamistas, prodigándose en mensajes apaciguadores, y no tratan de imponer un rigorismo religioso. Su modelo, insisten, es el de los islamistas turcos del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), en el poder desde 2002.

El acceso de los islamistas al poder tendrá en Túnez una reválida no solo política sino también económica. No hay que olvidar que la chispa que prendió en Túnez y en su entorno fue la muerte de Mohamed Bouazizi, un vendedor callejero que no se prendió fuego por la democracia, sino en protesta por unas miserables condiciones de vida impuestas por un sistema corrupto que día a día le humillaba y le impedía ganarse la vida.

Estallido provocado por la opresión

La revuelta arrancó con unas motivaciones nada ideológicas. Fue un estallido provocado por la opresión y falta de expectativas en unas sociedades dominadas por un poder dictatorial. Los islamistas se han subido al movimiento en marcha y probablemente se beneficien de él políticamente, pero quizá hayan pasado ya los días de un Estado musulmán en el que la ley coránica rija no solo las relaciones sociales sino también las políticas.

Ha llovido mucho desde diciembre de 1991, cuando en Argelia el Ejército abortó por la fuerza la llegada democrática al poder de los islamistas del FIS. El golpe de Estado y la guerra posterior con las milicias integristas provocó 200.000 muertos. Tampoco resulta muy alentador el caso iraní, donde la dictadura del islamismo chií se mantiene bajo un implacable poder de los dignatarios religiosos.

El punto de inflexión lo ha marcado Turquía con un nuevo modelo, todavía en fase de construcción, pero que trata de dar cabida al libre juego democrático y la alternancia en el poder. Con esos precedentes, Túnez tendrá que elegir entre seguir y profundizar el rumbo marcado por Turquía o el rigorismo oscurantista. En definitiva, deberá demostrar que el Islam político no tiene que ser forzosamente la negación de la democracia y que es capaz de proporcionar progreso económico y social. Sin consigue compatibilizar el Islam con las libertades políticas y civiles puede provocar una auténtica revolución en el mundo musulmán.