Billetes de dólar. / Archivo
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El despacho más caro del mundo

El descenso en la popularidad de Obama pone a prueba su formidable máquina recaudatoria

MADRID Actualizado: Guardar
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Alcanzar la Casa Blanca es un reto que requiere un cantidad ingente de horas de trabajo, un equipo fabulosamente engrasado, un programa bien cincelado que sea capaz de ilusionar a las bases y atraerse a los indecisos, sortear los pequeños o grandes escándalos que se producen en toda campaña y no pocas dosis de fortuna. Pero también es una cuestión de dinero. Y cada vez más.

En 2008, Barack Obama derribó numerosas barreras y también estableció algunos récords. El candidato demócrata montó una formidable maquinaria para recaudar fondos cuya eficacia pilló desprevenidos a los Clinton. Seguros de contar con el apoyo de los grandes contribuyentes hacia una candidatura que parecía imparable, la pareja contempló con estupor cómo el senador al que tachaban de inexperto vaciaba los bolsillos de los grandes financieros. Pero el dinero olió a un ganador después de que el candidato afroamericano se impusiese en los caucus de Iowa.

Conseguida la nominación, Obama sorprendió con su decisión de renunciar a la financiación pública para poder tener las manos libres a la hora de acudir a los contribuyentes privados. Con una enorme red de voluntarios reclamando pequeñas contribuciones y un poderoso grupo de millonarios canalizando las grandes aportaciones, el aspirante afroamericano pudo disponer de cientos de millones de dólares para doblegar al republicano John McCain y convertirse en el 44 presidente de los Estados Unidos. En total, los dos candidatos gastaron alrededor de mil millones de dólares durante su pugna por alcanzar la Casa Blanca, 750 millones de los cuales salieron de las arcas a disposición del demócrata.

Esa cifra mágica, la de los mil millones de dólares, ya ha sido citada como objetivo recaudatorio por parte de los asesores de Obama de cara a la campaña presidencial de 2012, que para el demócrata arrancó oficialmente a comienzos de abril, cuando anunció que se postulaba para la reelección. A partir de ese momento, era libre para lanzarse a los actos de recaudación de fondos. Y el presidente comenzó con fuerza, pasando por las principales ciudades -Chicago, Nueva York y Los Ángeles, entre otras- para asistir a cenas en las que el cubierto se pagaba a precio de oro.

Con Jim Messina como director de campaña, y David Plouffe y David Axelrod -las dos figuras que más contribuyeron a su histórica elección en 2008- de nuevo como hombres fuertes de su cuartel general, el equipo de Obama logró recaudar 86 millones de dólares entre abril y junio, 26 millones más del objetivo que se habían fijado inicialmente. La división en las filas republicanas y el repunte de la popularidad del inquilino de la Casa Blanca después de que un comando de los Navy Seals abatiese al enemigo público número uno de EE UU, Osama bin Laden, permitieron que el dinero, procedente de más de medio millón de donantes, afluyese a sus filas. Ni siquiera George W. Bush logró algo parecido a ese torrente recaudatorio. La campaña para la reelección del republicano en 2004 apenas superó los 50 millones de dólares a falta de año y medio para los comicios.

Vientos cambiantes

Pero los vientos han cambiado. Si en abril parecía difícil que un republicano desalojase a Obama del Despacho Oval, ahora las encuestas ofrecen un panorama distinto. La popularidad del presidente se ha hundido. A mediados de julio era del 45,5%, de acuerdo con el promedio elaborado por RealClear Politics. Hoy en día roza el 43%. Y lo peor es que apenas el 37% de los estadounidenses creen que vaya a ser reelegido. Por si esto fuera poco, el porcentaje de desempleados de EE UU es del 9,1%, unos niveles con los que ningún mandatario ha revalidado el cargo desde Franklin D. Roosevelt.

Esto, naturalmente, ha dado alas a los republicanos. Alicaídos hace unos meses, sin un candidato con posibilidades y fragmentados entre quienes defienden un aspirante volcado hacia el ala más derechista del partido y quienes se decantan por alguien más moderado capaz de movilizar a los indecisos y atraer a los desencantados con Obama, han enfilado el último trimestre del año con ánimos renovados. Y lo mismo puede decirse de sus arcas.

Cuando falta menos de un mes para que se cierre el plazo para formalizar las candidaturas, el abanico de posibles aspirantes se reduce. En los últimos días se han caído dos de los más cortejados. Primero fue el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, quien rechazaba las presiones de los sectores más moderados y declinaba presentarse en 2012. Un respiro para Obama, pues las encuestas trataban muy bien a Christie. Poco después era la exgobernadora de Alaska y antigua candidata a la vicepresidencia Sarah Palin la que confirmaba que no se presentaba. La estrella del 'Tea Party' dejaba así el camino despejado a otros candidatos preferidos por esta potente corriente dentro del Partido Republicano como la congresista Michelle Bachmann o el gobernador Rick Perry.

Perry fue de los últimos en subirse al carro de los aspirantes a la nominación republicana, pero lo hizo con singular fuerza. El gobernador de Texas ha conseguido recaudar más de 17 millones de dólares desde que en agosto anunciase que se presentaba. Fueron buenas semanas para un hombre que logró colocarse a la cabeza de los sondeos republicanos. Pero sus malas actuaciones en los debates han minado sus posibilidades, devolviéndole el primer ligar al exgobernador de Massachusetts Mitt Romney. Este último cuenta con una notable fortuna personal, amasada gracias a Bain Capital, la empresa de inversiones de la que fue cofundador. Y el dinero sigue entrando en sus arcas. Consiguió 18 millones de dólares procedentes de los donantes entre marzo y junio, a los que hay que añadir entre 11 y 13 millones en el último trimestre. Lejos quedan las cifras de otros aspirantes como Ron Paul, el emergente Herman Cain, Michelle Bachmann, Rick Santorum, Jon Huntsman o Newt Gingrich, a quienes se les agota la pólvora.

Los dólares son votos y sin ellos no hay programa con opciones de llegar al Despacho Oval. Engrasar la máquina del dinero es tan importante o más que un bello discurso plagado de promesas. La pregunta ahora es: ¿Cuánto costará ahora llegar -o mantenerse- en el Despacho Oval?