ANÁLISIS

«Es el empleo, estúpido»

MADRID Actualizado: Guardar
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Bajo criterios propios de la tradición política norteamericana a Barack Obama no se le puede reprochar que casi cuanto haga pondere siempre su la lado electoral pues está asumido que la primera obligación de un presidente es… obtener la reelección. Clinton descubrió en 1992 que la primera guerra del Golfo no daría la segura victoria a Bush y acuñó su célebre aserto: "es la economía, estúpido". Obama lo ha descubierto a su vez: es… el empleo.

De hecho, el vocabulario parlamentario y de la política profesional entiende ser algo así como educado cuando dice, en ese escenario, como hacen sus adversarios, que harán lo posible para que Obama sea presidente de un solo mandato. George Bush (padre) y Jimmy Carter, que perdieron la reelección son percibidos casi como fracasados solo porque no consiguieron ser reelegidos.

En este marco social, ambiental y profesional ni es censurable que la Casa Blanca sopese el factor de la rentabilidad electoral a la hora de presentar medidas económicas ni lo contrario: que la oposición se lo reproche. Y eso es exactamente lo que ocurrió, como era de esperar, el jueves con la presentación del gran programa pro-empleo presentado por el presidente ante el legislativo.

Neokeynessiano y realista

Persuadido de que el elevado y pertinaz índice de paro (un 9,5 por ciento oficialmente, pero bastante más si se considera el hábito de muchos desempleados de no estar registrados como tales) es la causa del deterioro de su popularidad, Obama ha optado por presentar una legislación amplia, compleja y de medio plazo a modo de políticas activas de empleo: rebajas fiscales para los empleadores, gran inversión en infraestructuras, rebajas de impuestos para quienes tienen una nómina asegurada (y podrán, pues, gastar algo más) y programas de reinserción para los parados de más duración.

Como remedio, todo esto (reducción de impuestos, estímulos a la demanda y ligero desdén por el déficit fiscal) es de libro, incluso se puede decir que de libro keynessiano, como corresponde teóricamente a un demócrata de centro-izquierda, allí donde se supone que habita el presidente siempre entendidos los adjetivos en el contexto norteamericano.

Sus conmilitones no le han fallado y el editorial de hoy del 'New York Times' elogia abiertamente y el gurú del neo-keynessianismo y editorialista capital del diario, el premio Nobel Paul Krugman, no solo lo saluda calurosamente sino que lo describe como más valiente y mejor de lo esperado. Pero esa es la opinión -técnicamente fundada y valiosa- de aliados políticos y no la del partido republicano que también lo ve todo en términos oficiosamente pre-electorales. De hecho es improbable que sea aprobado como un todo, aunque incluye reducciones de impuestos, y la mayoría conservadora en la cámara baja lo desnaturalizará a fondo.

La política pura y dura

El reproche a Obama de sus adversarios, que son correosos y determinados, empieza en la dimensión litúrgica: no era preciso, evidentemente, que el presidente convocara nada menos que un pleno del Congreso (la reunión de senadores y diputados) para anunciarlo y convertir así una herramienta de política económica en una solemnidad parlamentaria que une un subrayado a la gravedad de la situación social con un llamamiento didáctico a que se ponga fin al circo político y se trabaje a fondo y de modo práctico.

Las reacciones no se han hecho esperar y son de una severidad que confirma la inquietante polarización política que vive el país, evidenciada un poco más por la apertura de hecho de la carrera por la designación presidencial en el campo republicano (el duelo Romney-Perry) y la entrada en escena de 'Tea Party' animado por su éxito en el llamado "recuento" de Iowa hace tres semanas, que vio triunfar a sus protegidos y tomó el síntoma por la realidad.

La política pura y dura y una oposición más destemplada de lo habitual en los Estados Unidos han llegado para quedarse. Pero no hay duda alguna de que si el plan funciona -lo que no está garantizado en absoluto -y el desempleo baja de modo sostenido, el candidato Obama será el candidato demócrata en noviembre de 2012. Aunque lejos del 60 por ciento de aprobación que obtuvo tras la eliminación de Bin Laden en mayo, el presidente aún recibe un 40 por ciento de apoyo y los republicanos viven solo, a día de hoy, del rechazo que el presidente suscita en la derecha de sus filas. Demasiado poco…