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La sub-19 sufre pero también se encumbra en Europa

España remontó en la prórroga, con doblete de Alcácer, para convertirse en el primer país en conquistar el título de la categoría y el sub-21 en un mismo año

Madrid Actualizado: Guardar
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El mundo se rinde ante el fútbol español, cuyo futuro está garantizado con el éxito de las categorías inferiores de un país que es la envidia del planeta desde que en 2008 la selección absoluta se proclamara campeona de Europa en Viena. Poco más de un mes después de que la sub-21 se adjudicase el título continental en Dinamarca, la sub-19, la generación de 1992, también se encumbró en el Europeo de Rumanía. España sufrió en la final ante la República Checa, pero remontó en la prórroga, con un doblete del valencianista Alcácer, para convertirse en el primer país en conquistar el título sub-19 y el sub-21 en un mismo año. Un hito más para España, gracias a la clase y a la mentalidad ganadora de un jovencísimo equipo que, sin hacer un gran partido, tuvo capacidad para levantarse de los golpes recibidos en la final y conquistar su quinta corona en esta categoría.

Padeció mucho España porque le pesó la responsabilidad y tardó demasiado en sacudirse los nervios ante la presión adelantada de los checos, que demostraron haber estudiado bien al equipo de Ginés Meléndez, como había anunciado la víspera su seleccionador, preocupado sobre todo por las entradas por banda y el instinto goleador de Morata. El Bota de Oro madridista apenas entró en juego en todo el partido, pero también fue clave en el último choque, porque en la prórroga dio de cabeza la asistencia del 2-2 a Alcácer, el héroe inesperado. Desconocida la selección española durante gran parte de la final, nada que ver con el juego de toque de anteriores partidos, tuvo dos sustos en los diez primeros minutos, en los que ya se evidenció que los checos, pese a ser inferiores, iban a plantar cara, con una sólida defensa que no pudieron romper por banda los chavales capitaneados por Sarabia. Lo intentó por la derecha el mediapunta del Castilla recién fichado por el Getafe, y también Deulofeu por la izquierda, hasta que el incansable catalán se cambió de banda tras el descanso, pero a España le costó un mundo crear y profundizar. Incluso se mostró excesivamente remisa a lanzar desde media distancia, por miedo a fallar.

Consiguió equilibrar el duelo la República Checa, a base de encimar a los españoles y de llegadas esporádicas, aunque las mejores oportunidades en el primer tiempo fueron para España.

Incluso, en medio de la impotencia, se reclamó como penalti una posible mano de un defensor checo cuando languidecía una primera parte en la que España no supo imponer su autoridad ni hacerse respetar. No era capaz de aliarse con el balón ni encontrar resquicios ante la zaga rival, salvo en los intentos por banda que casi siempre terminaban con disparos de Sarabia o Deulofeu sin premio a falta de rematador por el centro. Al menos, España fue mejorando con el paso de los minutos, aunque se echó en falta la elaboración y la decisión cuando se acercó a las inmediaciones del área. No sin embargo para Deulofeu, a quien siempre buscaron sus compañeros. El extremo del Barça B, un derroche de desborde, no tuvo ningún reparo en finalizar cada jugada que se le presentó, aunque se mostró muy individualista y se encontró siempre con la repuesta del meta centroeuropeo.

Otra vez a remolque

Tampoco tuvo suerte en el remate, hasta la prórroga, Alcácer, que salió al terreno de juego en cuanto se adelantó la República Checa, al igual que Campaña, que ya con España a remolque dio un aire diferente a la selección. Acababa de arrancar una segunda parte en la que los checos optaron por tomar la iniciativa y comenzaron a poner cerco a la portería de España, cuya defensa volvió a sufrir con los pases cruzados en largo. Sin embargo, fue en una gran jugada personal de Krejci con la que los checos sorprendieron a los de Ginés Meléndez. Su zurdazo encendió las alarmas de España, obligada desde ese momento a lanzarse con todo arriba, aunque sin la paciencia precisa. La única vía parecía ser la de Deulofeu, un puñal por la derecha que no dejó de encarar e irse, aunque sin carácter colectivo.

Hasta el 1-1, la República Checa no se asustó y, además, tuvo en su guardameta un seguro de vida, como ocurrió poco antes del empate con otro disparo de Alcácer que olía a gol. No hubo que esperar sin embargo ni un minuto para la igualada, porque tras la salida de un córner el zapatazo de Rubén Pardo que pegó en Aurtenetxe hizo justicia al esfuerzo y a la intensidad desplegados por España para forzar la prórroga, que dejó hundido a un equipo checo que ya acariciaba el título y fue empapada con un jarro de agua fría. Sin embargo, volvió a ponerse por delante en el tiempo añadido gracias a otra jugada de Krejci, que hizo un roto a la defensa de un equipo con fe que nunca se dio por vencido, supo sufrir, y de nuevo resurgió en la prórroga.