Candem Town el barrio donde nació y murió Amy Winehouse. / RC
LUto en la música

Amy, una chica de barrio

La cantante nació y murió en Candem Town, una zona ‘cool’ de Londres llena de mercadillos y tiendas sorprendentes

MADRID Actualizado: Guardar
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Durante esa espiral de decadencia en la que entró hace un lustro, entre un tiro de cocaína y un trago de vodka, o mientras sufría el mono, seguro que a Amy Winehouse le dio tiempo a pensar dónde le gustaría morir. Y quizá en eso, solo en eso, la vida (la muerte) le dio lo que ella quería. La cantante falleció en el mismo barrio que la vio nacer hace 27 años, Camden Town, un lugar de reminiscencias industriales que se convirtió en las últimas décadas en lo más ‘cool’ de esa parte de Londres que vive para la música, la moda y el hedonismo.

Amy se parecía a Candem, o quizá fuera Candem el que se parecía a Amy. La cantante encontró en estas calles su paraíso pero también su infierno. Los mercados de este barrio son zocos árabes en una ciudad anglosajona, donde se puede encontrar lo mismo un dedal que una cazadora de tachuelas de segunda mano. Sus puestos de comida permiten comprar por solo tres libras lo más parecido a un billete de avión a Bangladesh o a Senegal, basta con entregarse a un tupper lleno de comida especiada. Las pintas de sus pubs siguen sabiendo a música.

Las plazas bullen con artistas callejeros. Las tiendas no dejan de sorprender, porque de una cuelgan dos botas y en otra una pareja de ciborgs recibe al visitante. En Candem no solo hay que entrar en los establecimientos, tampoco hay que limitarse a ver sus escaparates. En las tiendas de Candem conviene alejarse y cruzar de acera para observar las fachadas de los edificios, obras de arte ‘kitsch’ que por arte de magia dan sentido a una extraña mezcla de transgresión, bohemia y libertad.

Pero esas mismas calles juveniles y joviales esconden otra realidad cuando cae la noche. A esas horas, las familias con niños se refugian en sus casas y aparecen los camellos. Camellos a los que Amy Winehouse había hecho ricos en los últimos años, a 1.600 libras la noche de farra (la generosa artista no solo pagaba su droga, también la de todos sus amigos). Esos camellos que a partir de ahora echarán de menos a su mejor cliente, que se quedó dormida en su casa victoriana de Camden Square, donde ahora los fans la recuerdan con velas, fotografías y botellas.