golpe al terrorismo mundial

Nueva York cierra el círculo en la Zona Cero

Una nueva generación de norteamericanos ve cumplido su propósito de vengar a las víctimas del 11-S

NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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Fue como si se cerrara un extraño círculo en el tiempo, una vuelta al pasado para poner un final distinto a la historia, que sin embargo no devuelve la vida a los que se fueron.

A Diane Massaroli se le pusieron los pelos de punta cuando se vio a sí misma en la misma situación que hace diez años, abrazada a su hijo en el sofá, pendiente de la tele. Entonces el niño tenía seis años y sin saberlo contemplaba la pira de fuego en la que ardía su padre. Michael Massaroli, de 38 años, trabajaba para la agencia financiera Cantor Fitzgerald, en el piso 101 de la Torre Norte. Su cuerpo nunca apareció.

Este domingo Diane estaba durmiendo cuando la desperto su hijo, que ya tiene 16 años. "Mamá, creo que quieres ver esto". En la pantalla apareció "un presidente del que no soy fan", admitió, con la noticia que ha traído consuelo a su alma. "No sé cómo explicarlo, pero al salir de casa sentía una paz que no he experimentado en mucho tiempo. Se me había pasado la ansiedad que llevo encima desde entonces, por primera vez en mucho tiempo me sentía bien".

Lo decía frente a la valla que acuartela el enorme agujero que dejaran en el corazón de Nueva York Bin Laden y sus hombres ese 11-S. El único camposanto que tiene Diane y casi mil personas como ella para velar a los seres queridos que quedaron pulverizados sobre estas calles. Ayer volvió para darle personalmente la noticia a su marido: "Cariño, lo cogimos", murmuró.

La escoltaba con el retrato de Michael y una banderita de EE UU Mario Costaglioca, uno de los amigos del difunto que desde su muerte se ha turnado el cuidado de la viuda y el niño, al más puro estilo de la mafia italoamericana en Staten Island. Costaglioca ha llevado la misión un paso más lejos que otros al servir dos turnos en Irak con la ciega misión de vengarle y traer a la viuda la cabeza que Obama acaba de servirle en bandeja de plata.

¡Misión cumplida!

«Mi cuñada quería que lo hubieran cogido vivo para ver cómo lo juzgaban -decía Diane- pero yo no, lo prefiero así. Un juicio hubiera tardado años, hubiera sido un lío, vete a saber lo que hubiera pasado».

Diane se volvió pronto a casa para descansar con su paz recién encontrada, pero junto a los restos invibles de su marido se quedaron celebrando cientos de jóvenes embriagados por la euforia y el alcohol, bajo la complaciente mirada de los policías que por una vez hacían la vista gorda e incluso cortaron el tráfico para dejarles gritar a gusto. "¡Yujuuu! ¡Matamos a ese hijo de puta!", gritaba un veinteañero.

La generación extrañamente marcada por un acontecimiento histórico que no tenía edad para comprender era la que celebraba la muerte de Bin Laden con más entusiasmo. Karim Delgado tenía 15 años cuando se desmoronaron las Torres Gemelas, pero tan pronto como vio la imagen de Bin Laden en la tele le puso cara al enemigo y decidió no parar hasta darle caza. A los 25 ha pasado ya ocho años en los 'marines' y sigue en la reserva. Ayer, justo ocho años después de que George W. Bush lo dijera sin motivo desde un portaviones, Delgado pudo gritar a todo pulmón en la Zona Cero "¡misión cumplida!".