BEATIFICACIÓN

El féretro de Juan Pablo II ya está en la capilla de San Sebastián

Unas 60.000 personas asistieron a la misa en honor del nuevo beato

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El féretro con los restos de Juan Pablo II ha sido trasladado hoy desde el Altar de la Confesión de la basílica de San Pedro a la capilla de San Sebastián del templo vaticano, una vez concluidas las celebraciones por la beatificación del papa polaco.

Según ha informado el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, alrededor de las 19.15 hora local (17.30 GMT) el féretro de Juan Pablo II fue llevado en procesión desde el altar de la Confesión, donde había sido colocado ayer a las 13.00 hora local (11.00 GMT), hasta la Capilla de San Sebastián, donde tuvo lugar la sepultura. Asimismo, ha explicado que se ha colocado una lápida con una inscripción en latín muy sencilla: "Beatus Joannes Paulus II" y ha precisado que a partir de mañana los fieles que entren en la basílica de San Pedro podrán venerar a Juan Pablo II en la capilla de San Sebastián.

La capilla, situada entre la que acoge a la 'Piedad', de Miguel Ángel, y la Capilla del Santísimo, ha sido restaurada, con nueva iluminación y sonido y permitirá una mayor afluencia de fieles en el futuro.

Los restos de Juan Pablo II habían reposado desde el 8 de abril de 2005, fecha del funeral, y hasta el pasado 29 de abril en las Grutas Vaticanas, en la que fue tumba del beato papa Juan XXIII y a pocos metros de la tumba de San Pedro.

El viernes, el féretro con los restos de Juan Pablo II fue sacado de la tumba que ocupaba en las Grutas Vaticanas y colocado sobre un catafalco cubierto con una tela blanca delante de la monumental tumba de San Pedro. El ataúd permaneció en ese lugar hasta la mañana del 1 de mayo, cuando fue trasladado ante el Altar de la Confesión de la basílica de San Pedro, para que los fieles pudieran venerarlo tras ser beatificado por Benedicto XVI ante más de un millón y medio de personas.

Misa oficiada por Tarcisio Bertone

Unas 60.000 personas, según estimaciones del Cuerpo de la Gendarmería Vaticana, asistieron a la misa en honor del beato Juan Pablo II, oficiada por el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. A la celebración también asistieron diez cardenales, 50 obispos y 800 sacerdotes. La misa comenzó con una procesión de los cardenales, mientras se cantaba el himno del beato 'Abrid las puertas a Cristo' inspirado en las primeras palabras que el Papa polaco pronunció al inicio del Pontificado, el 22 de octubre de 1978.

Durante este año, se podrá celebrar una misa en honor del beato Juan Pablo II en cualquier diócesis del mundo, previa autorización por parte de la Santa Sede. Sin embargo, en los años siguientes y hasta su canonización, tan sólo se podrá celebrar en la diócesis de Roma y de forma excepcional en las diócesis de Polonia, cada 22 de octubre, según el decreto emitido por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Para la canonización del ya beato Juan Pablo II tan sólo se necesita un nuevo milagro ocurrido después de la beatificación.

Secretario personal

El antiguo secretario personal de Karol Wojtyla, el cardenal Stanislaw Dziwisz agradecía al Papa Benedicto XVI la celebración de la beatificación de Juan Pablo II y por haber mantenido "siempre viva" la memoria del pontífice polaco. Dziwisz destacaba que agradece también la elección del día de la Divina Misericordia, que se celebra el segundo domingo de Pascua, para proclamar beato a Juan Pablo II porque así "Juan Pablo II ha pasado a ser el gran apóstol de la misericordia de Dios".

Por su parte, el cardenal Bertone subrayaba en su homilía que "el diálogo de amor entre Cristo y el hombre ha identificado toda la vida de Karol Wojtyla" y "lo ha conducido, no sólo al servicio de la Iglesia, sino también a la total entrega a Dios y a los hombres que ha caracterizado en su camino de santidad". Además, el secretario de Estado del Vaticano ha declarado que "a la luz del Evangelio" Juan Pablo II "leía la historia de la humanidad y los problemas de cada hombre y cada mujer".

Según recordaba el cardenal Bertone, Karol Wojtyla "era un hombre de fe, un hombre de Dios, un hombre que vivía de Dios" porque "su vida era una oración continua, constante, una oración que abrazaba con amor cada habitante de la Tierra".