El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, durante su intervención ante el Comité Federal del partido socialista celebrado en Madrid. / Efe
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ZP anuncia su marcha, impone primarias y deja cabos sueltos

MADRID Actualizado: Guardar
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La presión interna y externa hacía imposible que el líder del Partido Socialista y presidente del Gobierno no realizara hoy las principales definiciones sobre el futuro de su liderazgo. Su argumentación ha sido simple y se ha basado en elementos subjetivos que ha resumido en el concepto de responsabilidad personal: al llegar al poder en 2004 ya pensaba que dos legislaturas eran el plazo adecuado para el país y para el partido, y la evolución de su doble mandato ha acabado de convencerle de que estaba en lo cierto. Tampoco ha ocultado que esta decisión responde también a comprensibles intereses familiares. En cuanto al porqué el anuncio se ha producido ahora, Rodríguez Zapatero no ha sido muy explícito: falta aproximadamente un año para las elecciones generales, plazo que piensa agotar para llevar a cabo un denso programa de gobierno, y a la vez tiempo suficiente y apropiado para que surja y se consolide la figura del sucesor. Obviamente, ésta es una cuestión intrínsecamente opinable en la que difícilmente podía suscitarse la unanimidad.

Es claro que Zapatero piensa que en este año, para el que ha desgranado un profuso programa de acciones de gobierno que culminarán el proceso de reformas, el PSOE tendrá oportunidad de levantar cabeza en las encuestas y ante la opinión pública a poco que se cumplan los pronósticos de leve pero firme recuperación económica. Sin embargo, y aunque pueda parecer a primera vista otra cosa, la solución estatutaria que ha propuesto para resolver su marcha en el seno del partido deja numerosos y peligrosos cabos sueltos, que poco a poco empezarán a resaltar en cuanto se desvanezca el impacto psicológico y mediático de la propia retirada.

En efecto, Zapatero ha encargado al próximo Comité Federal, después del 22 de mayo, la activación del proceso de primarias que servirá para la designación del candidato a la presidencia del Gobierno en marzo de 2012. En principio, la propuesta es inobjetable, pero su aplicación práctica presenta muchas incógnitas que el propio Partido Socialista tendrá que despejar. Ya es conocido que Zapatero seguirá de presidente del Gobierno hasta el último día de la legislatura, pero ¿mantendrá también el cargo de secretario general del PSOE? Además, en julio se cumplen tres años del anterior Congreso socialista y habría que saber por qué, en lugar de unas primarias, no se ha convocado el Congreso siguiente, que hubiera podido llevar a cabo completamente la renovación que sugiere la marcha de Zapatero, y que por lógica debería incluir también cambios en la cúpula de la organización.

En principio, el pronóstico más intuitivo apunta a unas primarias en las que, entre otros, podrían concurrir Rubalcaba, Chacón y Bono. Ni la Comisión Ejecutiva ni el Comité Federal negarían el aval a los tres. Pero ¿tendría sentido abrir una absurda competición entre unos políticos en retirada, como Rubalcaba y Bono, y una política joven en ascenso, como Chacón? ¿Es éste el dilema que quiere resolver Zapatero? ¿Es razonable que se plantee siquiera la posibilidad de que regrese el felipismo?

Por resumir: Zapatero ha aclarado su futuro pero en modo alguno puede decirse que haya cerrado las especulaciones ni haya trazado la hoja de ruta completa de la sucesión. Con estos mimbres, el PSOE se encamina a un proceso tortuoso y difícil, a la par que cargado de incertidumbres.