intervención aliada en libia

La cruzada de 'Le petit Nicolas'

Político de tropezar por casa, Sarkozy conquista la escena internacional con el liderazgo en la guerra de Libia

PARÍS Actualizado: Guardar
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Nicolas Sarkozy ha cogido su fusil. El presidente francés se ha enfundado el uniforme militar. Por algo es también, constitucionalmente, el jefe de los ejércitos de su país. En la guerra de Libia, el galo viste las mejores galas. Es el protagonista de 'Odisea del amanecer', la última producción bélica de la comunidad internacional. Fue el primero en disparar nada más concluir el preestreno en el teatro de los Campos Elíseos. Dio un paso al frente y desenfundó más rápido que su sombra yanqui. El mandatario acelerado siempre acude a tiempo cuando la Historia se embala. Las crisis internacionales son el hábitat natural de un político de tropezar por casa. 'Le petit Nicolas' se crece en la adversidad. La cita con la 'grandeur' es su clembuterol.

Sarkozy no esperó a que los misiles Tomahawk estadounidenses y británicos neutralizaran las defensas antiaéreas libias. A las 17:45 horas del sábado 19 de marzo comenzó la prueba de fuego de los tiros con Sarko. La aviación francesa destruyó una columna de blindados a las puertas de Bengasi. Nicolás El Pequeño había ganado su pulso a la comunidad internacional. El zar del Elíseo era el vencedor de la cruzada. Para su desgracia, así denominó la maniobra presidencial Claude Guéant. Al ministro del Interior se le cruzaron los cables con un concepto tabú. «El presidente se ha puesto a la cabeza de la cruzada para movilizar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y luego a la Liga Arabe y a la Unión Africana», ensalzó en una emisora de radio.

Las loas del adulador iban dirigidas al eficaz esfuerzo diplomático de su mentor. Sarkozy telefoneó personalmente a los dirigentes de los quince miembros del Consejo de Seguridad para convencerles de adoptar la resolución 1973. La llamada decisiva fue la víspera a Barak Obama, ya madrugada en París. Fueron 40 minutos de envolvente ejercicio de persuasión. La grandeza de América, la llamada de la Historia ...y el mando de las operaciones naturalmente en manos estadounidenses. El 'sí, podemos' pronunciado en la Casa Blanca dejó expedita la vía a la habilitación del recurso a la fuerza. Fue el éxito de un cruzado mágico en busca de sostenes. Pero una torpeza de debutante llamarlo cruzada, cuando el teatro de operaciones es tierra musulmana. Es lo que hizo Guéant, ministro del Interior y también de cultos. Para más inri.

'Cruzados' es precisamente el adjetivo empleado por Muamar Gadafi para descalificar a la coalición internacional capitaneada por el emperador 'Sarkoleón'. Además, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, había expresado su escepticismo hacia la intervención militar comparándola a los «llamamientos a las cruzadas de la Edad Media». Y el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Guido Westerwelle, consideraba esencial no dar la impresión de que «se trata de una cruzada cristiana contra poblaciones de creencia musulmana». Por si fuera poco, a primeros de mes, Sarkozy acababa de solemnizar las «raíces cristianas» de Francia en un discurso pronunciado en la basílica de Puy-en-Velay, de donde partió en 1095 la primera cruzada.

Las enfermeras búlgaras

Guéant también fue el encargado de desmentir las acusaciones de Saif al Islam Gadafi, hijo del 'Guía Supremo'. En vísperas del ataque aliado, aseguró que su familia había financiado la campaña presidencial de Sarkozy en 2007 y que tenía pruebas de las acusaciones. «Que las enseñen», le retó el hombre de la máxima confianza del presidente, que fue el director de su campaña electoral.

Con Sarkozy recién entronizado en el Elíseo, Guéant había sido el artífice en la sombra de la liberación por Gadafi de las ocho enfermeras búlgaras. Entonces el coronel libio sí tenía quien le escribiera en París y hasta se permitía la licencia de coquetear con Cecilia Ciganer-Albeniz, la sangre española del 'sarkorazón'.

Incluso improvisó en Trípoli una zona de exclusión terrestre para que el heroico libertador de enfermeras pudiera practicar sin obstáculos sus matinales carreritas de costumbre.

En agradecida correspondencia, seis meses después el 'Gadafi Circus' desembarcó a orillas del Sena con toda la impedimenta: un centenar de limusinas, un cortejo de 400 personas y una jaima montada en el palacete de Marigny que pretendía plantar en los jardines del Elíseo vecino. Durante cinco días la República lo trató a cuerpo de rey sin olvidarse de organizarle una cacería en los bosques del castillo de Rambouillet. A cambio el amigo libio prometió comprar 35 helicópteros 'Tigre', 14 aviones 'Rafale', misiles, autopistas, aparatos 'Airbus' y un reactor nuclear para desalinizar agua del Mediterráneo, que se podía desactivar desde París en caso de problemas según decían las autoridades galas.

En guerra y paz, Libia es un país crucial para los intereses franceses. No sólo por ser la fuente del 6% de sus importaciones de crudo y porque Total explota allí un importante yacimiento de petróleo. Sobre todo a causa de su posición estratégica por las fronteras con cuatro países francófonos: Túnez, Argelia, Chad y Níger, de donde procede buena parte del uranio de las centrales nucleares francesas. Más allá del fantasma de la inmigración clandestina, Sarkozy temía que una guerra civil prolongada transformara Libia en una especie de Somalia en la orilla sur del Mediterráneo, en un campo abonado a los desmanes de Al Qaida. De ahí sus prisas por pasar a la acción. El detonante fue la diplomacia paralela de Bernard-Henry Lévy.

BHL, como se conoce en el paraíso de las siglas al filósofo-reportero, consiguió que Sarkozy recibiera en el Elíseo a una delegación de la resistencia libia. «Tuvo el mismo tipo de reacción que François Mitterrand el día en que, en unas circunstancias trágicamente similares, con Bosnia en llamas, lo llamé desde Sarajevo para anunciarle que le llevaba al presidente bosnio Izetbegovic», cuenta el exterior 'ministro' de Exteriores.

Fruto de la reunión fue el reconocimiento unilateral del Consejo Nacional de Transición a espaldas de la Unión Europea, la víspera del Consejo convocado en Bruselas. El arriesgado movimiento táctico, con insinuaciones de acudir solo ante el peligro libio, doblegó las resistencias comunitarias a formar un ejército de países voluntarios al amparo de la resolución recién aprobada por la ONU.

Atrevido y persuasivo

Votante de la socialista Ségolène Royal hace cinco años, Lévy va pregonando ahora la valía, el coraje y la determinación de un político del que también le habían distanciado problemas familiares. Su hija, Justine, intentó suicidarse cuando su marido la abandonó por Carla Bruni, con quien la actual tercera esposa de Sarkozy tuvo a su único hijo. En una novela autobiográfica titulada 'Nada grave', la escritora despechada pintaba este retrato de su rival: «Yo la encontraba bella y peligrosa con ese rostro inmóvil, como esculpido en la cera (...) Yo la encontraba bella y biónica, con una mirada de asesina».

A BHL le cupo la satisfacción de que a aquella reunión asistiera como convidado de piedra Henri Guaino, el hombre que en 2007 le llamó «gilipollas pretencioso». El consejero especial de Sarkozy, pluma de sus discursos importantes, pasó las fiestas de fin de año en Trípoli. Pero Guéant lo hizo en casa del embajador francés y no a gastos pagados por las autoridades locales. No como Michèle Alliot-Marie, dimisionaria de la cartera de Exteriores por sus viajes y negocios en familia por el Túnez ensangrentado de Bel Alí. O como el primer ministro, François Fillon, de vacaciones navideñas con mujer e hijos por Egipto invitados por Hosni Mubarak.

Oportunista, atrevido y persuasivo, Sarkozy ha demostrado de nuevo con la crisis libia su capacidad para imponerse en la escena internacional en los momentos más críticos. Pero a la vez ha logrado difuminar las complicidades pasadas con los regímenes dictatoriales del norte de Africa para revalidar el añejo papel pionero de Francia al servicio de causas históricas como la 'Primavera Arabe'.