Abiliti, la nueva técnica quirúrgica y tecnológica para perder peso. / R. C.
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La dieta con wifi

En el estómago de Alejandra han implantado un pequeño marcapasos. Le ayuda a sentirse saciada y comunica al doctor todo lo que come. Se llama Abiliti y es lo último contra la obesidad

MADRID Actualizado: Guardar
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Alejandra le sobran 40 kilos del cuerpo para poder volver a saltar en paracaídas, su mayor ilusión. En su abdomen vive desde el viernes su aliado en esa aventura, un aparato que le ayudará a quitarse un peso de encima. Es un extraño amigo. Se llama Abiliti.

Le ayuda a controlar el hambre y le cuchichea al doctor Serrano por conexión wifi todo lo que come. Desde el pasado viernes, es la primera española que lleva en sus entrañas un intruso tecnológico que ya le ha hecho bajar de los 119 kilos. En tres días ha adelgazado tres kilos, en la primera semana se quitará siete y en el primer año perderá en torno al 40% de la masa corporal que le sobra, unos 25.

Abiliti es la nueva técnica quirúrgica y tecnológica que presentaron en al Clínica La Luz de Madrid su director médico, Enrique Pérez Castro, el cirujano Manuel Miras y el internista Manuel Serrano, que explicaron las bondades del sistema, vanguardia en la lucha contra la obesidad. La operación de Alejandra Ruiz (Colombia, 1989) es pionera en España.

La técnica no altera la fisiología del estómago y es más segura que la banda gástrica, ya que no modifica la «arquitectura digestiva» y no tiene tantas complicaciones postoperatorias. Reduce la morbilidad, no exige el tratamiento de dietas complejas y facilita la reeducación del paciente a los hábitos alimenticios.

El montaje es «mínimo», según Miras. En la pared del estómago de Alejandra se introduce por laparoscopia un pequeño sensor del tamaño de un botón. Está unido por medio de un cable a una suerte de marcapasos, alojado encima del ombligo, en el abdomen bajo la piel de la paciente. Cada vez que Alejandra come, el sensor detecta lo que llega al estómago, mide la ingesta y envía un mensaje al pequeño marcapasos.

Al tiempo, consigue mediante la emisión de señales que se distiendan los músculos del estómago. El cerebro de Alejandra se sentirá saciado como si su dueña se hubiera comido «dos bollos y un plato de macarrones», explica el doctor Serrano, aunque realmente «no sea así y haya tomado una pequeña cantidad de un primero y de un segundo plato».

Abiliti sigue trabajando. En su cerebro de robot guarda todo lo que ha ingerido la paciente: las cantidades, los tipos de comida y las horas exactas de las ingestas. Cuando ella pasa por la consulta de Manuel Serrano, se conecta por wifi -sin cables, aunque nadie más que su médico pueda acceder a la conexión- al ordenador del doctor en el que vuelca todos los datos. En la lista de deseos culinarios de Alejandra están la sopa, las chuches y después, de nuevo las chuches, sobre todo el regaliz. «Ahora, si te pegas un atracón a las cuatro de la tarde, lo voy a saber», le advierte con cariño a la paciente el facultativo de La Luz en su consulta de Medicina Interna.

Todo lo conoce

La mayor parte del reto de Alejandra sucede en el despacho del doctor. Allí reciben los datos, estudian la respuesta del cuerpo de la paciente, su alimentación, su estado de ánimo, el ejercicio que hace, el número de calorías que entran en su cuerpo y alas que elimina, sus sensaciones... Con todos los datos encima de la mesa, los médicos programan la máquina para que actúe más o menos en las paredes del estómago y las comidas de la paciente para que sean más efectivas.

Alejandra llegó a España con quince años. Pesaba 67 kilos. Luego le cayeron encima cincuenta más. «Me encanta comer y no me privo de nada», confiesa. Su metabolismo hizo el resto. «Con este peso me cuesta mucho vivir. Al margen de los problemas de salud, me cuesta trabajar. Soy auxiliar de enfermería y tengo que bajar y subir escaleras. Ahora entro en las habitaciones sofocada... No es muy cómodo; no puede ser. Además de los problemas de salud que acarrea mi peso, quiero volver a saltar en paracaídas, a hacer deporte.

Hace cuatro años que no me puedo mover. Estoy nerviosa ahora, pero quería hacerlo. Deseaba someterme a una cirugía con el doctor Durán y me dijo que tenía una propuesta y acepté», explica.

Por la noche, a casa

La cirugía en sí es «menos agresiva que otras técnicas» según Miras, más o menos similar a la introducción de un balón gástrico y aporta «beneficios psicológicos claros». Al día siguiente, la paciente volvía a casa, e incluso los cirujanos se plantean hacer de la operación una cirugía mayor ambulatoria, esto es, entrar a las ocho de la mañana y salir a las ocho de la tarde, sin una noche de ingreso.

Alejandra ha sido la primera en implantarse el Abiliti, que busca con su mano en el abdomen cuando se pone nerviosa. Pero no la única: una enfermera de La Luz también se ha implantado el sistema, que ya han llevado un centenar de pacientes en Alemania. Allí comenzaron en el año 2000 las investigaciones para lograr implantar un marcapasos estomacal y las técnicas fueron mejorando hasta el sistema presentado ayer en Madrid y que se utiliza por primera vez de forma terapéutica en España.

Durante el seguimiento que ha llevado el equipo alemán, la mayoría de los pacientes pierden el exceso de peso en un par de años, en algunos casos, hasta 70 kilos, aunque pueden llevar el Abiliti durante más tiempo, pues necesita solamente recargar su batería cada cinco años.

¿Quiénes son los candidatos a someterse a la operación? No vale cualquiera que busque quitarse unos kilos y facilitar la operación bikini de cara al verano. La intervención está indicada para personas con un índice de masa corporal que oscile entre 35 (un metro cincuenta y 80 kilos) y 55 (más de 120 kilos con la misma estatura), obesos de grado dos y tres, salvo que presenten enfermedades asociadas a su peso, con lo que podrá aplicarse en pacientes más delgados.